jueves, 15 de marzo de 2012

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Tenemos que hablar de Kevin: El mejor método anticonceptivo, ver esta película

Tenemos que hablar de Kevin
(2011)
Reino unido
Director: Lynne Ramsay
Título original: We Need to Talk About Kevin


Sinopsis (Página Oficial):

Eva deja a un lado su carrera y sus ambiciones para dar a luz a Kevin. La relación entre madre e hijo es difícil desde los primeros años. Cuando Kevin cumple 15 años hace algo irracional e imperdonable a ojos de la comunidad. 

Eva lucha con sus propios sentimientos de dolor y responsabilidad. ¿Alguna vez quiso a su hijo? ¿Cuánto de lo que ha hecho Kevin es culpa suya?

Crítica Bastarda:

De la reseña para Cinema ad hoc.

Cuando se exhibe por primera vez un personaje en una película el guión debe plasmar gran parte de su interior en apenas unos planos. Lynne Ramsay ha decido presentar a Eva (Tilda Swinton) cubierta de un manto rojo, grumoso y liquido en La Tomatina de Buñol. Se trata de una metáfora obvia de un baño de sangre y recurrente en toda la puesta en escena de la directora de Ratcatcher. Al igual que Sam Mendes recurría a las coloridas y enronquecidas flores en “American Beauty”, Ramsay ha decidido que su personaje esté rodeada de tarros de sopa de tomate, que el carmesí siempre esté presente en la puesta en escena y, sobre todo, que tenga que limpiar esa ‘mancha roja’ con la que ha quedado marcada por la sociedad. “Tenemos que hablar de Kevin” es una película claramente psicológica con breves incisos y tendencias al thriller, un polo opuesto a “Mamá sangrienta” de Roger Corman, aunque su autora quiere incrustar un elemento cinematográfico sobre el material literario que propone Lionel Shriver. Se trata de utilizar el montaje para crear tres capas temporales que recubren una vida y un todo, la del propio Kevin… aunque el punto de vista elegido sea el de su madre.

La semilla del mal 
Esas tres tramas paralelas describen el origen, el pasado que propició la llegada de un clímax de consecuencias fatales para todos los protagonistas y el presente que tiene que vivir una depresiva y solitaria Eva. La tensión narrativa queda apagada desde las primeras secuencias aunque invita a cierta manipulación en las imágenes para no desvelar todas sus cartas. En cierta medida el espectador sabe de qué trata “Tenemos que hablar de Kevin” en sus primeros veinte minutos pero al igual que su protagonista principal quedamos encerrados junto a esos sucesos que vamos a ver aunque queramos evitarlos. Esa percepción nos convierte a nosotros en asistentes del leit motiv del filme: el sentido de la culpa y el remordimiento por la revisión de todos los acontecimientos que provocaron una tragedia… inevitable.

La pelota roja corre...
El filme de Lynne Ramsay me recuerda a una imposible secuela de “La semilla del diablo” y al personaje de Constance, pulido por muy diferentes y afiladas aristas, de “American Horror Story”. Su vertiente de comedia negra es modélica aunque la incursión dramática se ve soterrada de los kilos de hielo y frío sobre el que están moldeados sus dos personajes principales: la madre y el hijo. Pero la responsabilidad de los actos de un retoño diabólico recae sobre la educación ineficaz que piensa que le ha aportado su madre. Ese sentimiento de la culpabilidad quiebra la propuesta hacía una vertiente inaudita en el cine que cuenta las atrocidades de un sociópata desde el punto de vista de la persona que lo ha parido. El pasado nos desvela a una madre que contempla como su vida de libertad, viajes y ambiciones queda aplastada con el nacimiento de su hijo. Ese deseo antagónico, tal vez, al amor y el sentido de la educación y responsabilidad de su madre que establece la separación y el silencio como diálogo entre ambos. Esa falta de entendimiento se enlaza con un juego de manipulación desde su más tierna infancia que destapa la imposibilidad de comunicación entre ambos. Únicamente conectan en una noche de enfermedad de un pequeño Kevin que observa, tal vez por primera vez, la atención y el amor de su madre. Aunque, contradictoriamente, ahí se establece el magnetismo de ese niño por Robin Hood, el arco y las flechas. En su único punto de encuentro ya queda instaurada la futura fatalidad.

Atrapada en un baño de... tomate
“Tenemos que hablar de Kevin” trata realmente sobre una relación entre una madre y un hijo quebrada desde su nacimiento e intensificada durante su educación. Una enfermiza comunicación cuyo campo de batalla es la provocación de dolor o indiferencia al mismo, donde la venganza y el amor están separados por el breve silbido de una flecha. Tengo la sensación de que me faltan un par de piezas de todo el puzzle para comprenderlo. No entiendo ese victimismo de la protagonista ante las otras víctimas y su venganza diaria sobre ella en cada uno de sus encuentros. Al parecer, tuvo que finalmente dar todo por salvar a su hijo por ese sentimiento de culpabilidad y de condena auto-impuesta, pese a ser ese pecado originario que aniquiló todo aquello que amaba a su alrededor como acto extremo de venganza o, tal vez, como único acto comunicativo entre ambos. Quizás, el filme de Lynne Ramsay funcione perfectamente con sus trazos de comedia negra pero, en cuanto a la emoción que puede sacar del drama, queda congelada por la fría relación y sentimientos de sus personajes principales. Para algunos será coherente, para otros… una pena.

3 comentarios:

  1. no se si quien escribe esto, no es capaz de leer entre lineas o tiene muy poco bagaje analítico desde el método que contiene el mismo nombre, por mi , pese a algunos elementos cinematográficos que pudieron ser mejor aprovechados, esta cinta contiene los suficientes elementos para entender claramente el objeto de la misma "las imágenes son esclarecedoras y contundentes para la realidad de la historia"... nos explica claramente el por que del nombre de la película.

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    1. Explíquese mejor porque no sabe escribir ¿entre líneas? y tiene poco bagaje analítico plasmando comentarios con veladas intenciones. Es un troll con nombre, ¿verdad?

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  2. Acabo de ver la pelicula, y concuerdo con tu critica porque me dejo la misma sensacion, ademas no entiendo la victimizacion que esta madre hace de si misma, su idea de sacrificio su "soy su madre hasta el final", el unico cuarto que conserva como un santuario es precisamente el de su hijo sicopata, se queda en esa ciudad donde es reconocida diariamente, vilipendiada y humillada al máximo por....¿amor maternal sin limites?, no hay balance, no hay una busqueda de equilibrio, es posible que no la haya en la vida real....yo soy madre y en realidad el desenlace es tan opuesto al que yo viviria si fuera la protagonista....una mujer que teniendo un niño "especial" jamás pidio ayuda.....tal vez ese sea su unico pecado.

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