“El Bulli: Cooking in Progress”
(2011)
Alemania
Director: Gereon
Wetzel
Sinopsis (Página
oficial):
Se
descuelgan los cuadros, y la cubertería se envuelve en celofán, mientras se
cargan máquinas y cajas en una furgoneta de reparto. En la pequeña Cala
Montjoi, abajo, las olas arremeten contra la playa. Nos hallamos en El Bulli,
donde somos testigos del cierre del restaurante probablemente más famoso del
mundo. Pero no, no se cierra para siempre, tan sólo hasta la próxima temporada.
Al llegar el invierno, se cierra el restaurante, y Ferran Adrià, Oriol
Castro y Eduard Xatruch se enclaustran durante medio año en su
cocina experimental de Barcelona con miras a crear su nuevo menú para la
próxima temporada.
De la reseña para Cinemaad hoc.
En una rueda de prensa le preguntaron a Tom
Tykwer, director de “El
perfume: historia de un asesino”, cómo podía adaptar la novela
de Patrick Süskind con un material tan olorosamente inadaptable… La
respuesta fue clara y contundente: «El libro tampoco huele». La duda es saber
cómo hacer un documental sobre la experimentación culinaria en busca de su lado
creativo y no morir gástricamente en el intento. Tenemos que comer con los
ojos…. pero, ¿es que uno es capaz de ‘comer’ con la nouvelle cuisine y
la gastronomía molecular? Siempre se ha dicho, como marcado y redundante
cliché, que en este tipo de restaurantes, convites en acontecimientos y
exquisiteces tan moleculares (en tamaño, textura y sabor) uno se queda con más
hambre que el perro de un ciego (la Frikipedia hábilmente añadió una
extensión a la exageración popular: «Tienes más hambre que el perro de Chocapic»).
Se dice y se cuenta que lo normal es pasar después por el burger más
cercano para poder dar algo auténtico al indignado estómago. Al fin y al cabo
no se come del aire y menos con cuatro moléculas muy sabrosas pero esmirriadas.
Experimentación |
El caso del documental de Gereon Wetzel sobre
El Bulli y por extensión sobre la figura Ferran Adrià, al
que se considera unos de los chefs más innovadores del mundo y que encumbró las
listas del mejor cocinero durante algunos años, debe ser analizado desde todos
sus ángulos. El primer recoveco sería saber qué aporta ante la ya constada y
previa sobredosis de canales de cocina o la era Arguiñano y similares
que se han afianzado en las parrillas televisivas desde principios de los
noventa hasta nuestros días. La segunda esquina y posiblemente la correcta
orientación podría ser el prestigio internacional alcanzado y el cierre de El
Bulli (algunas versiones apuntan a que como el Guadiana volverá a aparecer
aunque sea en forma de Fundación). Tal vez “El
Bulli: Cooking in Progress” llegue en un momento oportuno a nuestras
carteleras. Se estrena el 30 de marzo y mientras tanto y como avanzadilla
tendremos una exposición durante un año en el Palau Robert a la figura
de Ferran Adriá y su reputado restaurante. Se quiera o no, Adriá
es siempre noticia, y un público se puede acercar al documental de Gereon
Wetzel para descubrir los trucos del éxito de nuestro más internacional
chef. Un documento que representa un año de trabajo dividido en seis meses de
búsqueda de nuevos y exquisitos platos y otro semestre en plena faena dentro de
El Bulli.
Soy leyenda... en la cocina |
Otro de los clichés referentes al creativo
cocinero es que su mente es un inentendible objeto de genialidad que no llegan
a comprender ni sus más cercanos trabajadores y compañeros de aventuras
culinarias. El propio Adrià quiere crear una Bullipedia y sería
mucho más aclaratoria que lo que expone el documental de Gereon Wetzel.
Si alguien piensa que los misterios serán resueltos con “El Bulli: Cooking in Progress”,
quedará notablemente defraudado. Descubrirá, eso sí, que se utiliza el invento
del siglo en la cocina contemporánea burguesa, o sea, la Thermomix… aparte de
olla express, liofilizadora, minipimer… y se lava con Fairy. El nitrógeno
liquido podría deparar anécdotas de cocineros haciendo un homenaje a T-1000 de “Terminator 2: el juicio final” o explicarnos más y mejor cómo
utilizan a los novatos y/o becarios para colocar el empedrado hacía el
restaurante, hacer trabajos de jardinería o de mozos de almacén. A mí se me
vino a la cabeza aquella mítica frase de «Queréis la fama, pero la fama cuesta
y aquí es donde vais a empezar a pagar. Con sudor», en versión ‘Con las manos en la masa’,
claro. Aparte de la perfección que busca el revelador creador: «¡No me deis cosas
que no estén bien!». También observamos que el ‘cuerpo técnico’ se mete entre
pecho y espalda unos buenos trozos de pollo asado y pescadito frito mientras
dan a su clientela la raspa y el hueso envueltas en miel fosilizada con un
trozo de pino (seguramente excedente del trabajo de jardinería mencionado
anteriormente). Bueno, es un decir, aunque parece que aquí se aprovecha todo
(en ese ‘todo vale’). Para sudores, eso sí, los que echa el propio Adrià y sus
alumnos aventajados cada vez que el prestigioso chef mete la lengua y le da al
paladar. Eso sin no está hablando por el móvil (¿metáfora de desconexión con el
mundo-mundano?) o echando la bronca por no hacer back-up de los discos duros a
sus discípulos (pese a que no le vemos utilizar un ordenador en todo el
documental y no separarse de su lapicero y bloc de notas). El potencial cómico
de “El
Bulli: Cooking in Progress” es lo más destacado en ese eterno ‘WTF!’
cada vez que aparece un plato nuevo en escena. Por momentos pensaba que era una
versión española del último episodio de la genial e imprescindible “The IT Crowd”, ‘Reynholm
vs Reynholm’, donde se hizo una parodia de Heston
Blumenthal y su The Fat Duck Restaurant, con platos de diseño
como radios, trozos de césped, platos con forma de cabeza o velas o postres
invisibles. ¡Incluso en el episodio se comen la propia cubertería!
Fogón y Ordenador |
Lo que no sé es dónde ubicar
cinematográficamente un documental como “El
Bulli: Cooking in Progress”. No utiliza voz en off ni narrador,
la música parece una cara b instrumental de un single de Björk y se
busca la humanización de esos platos tan exquisitos, sabrosos y originales y el
trabajo que conllevan. La innovación parte de un trabajo de equipo donde los
primeros cocineros experimentan y llegan a un gran y valioso número de
posibilidades. Gereon Wetzel parece buscar y centrarse reiteradamente en
los contraplanos que propician la aprobación y la necesidad de sorprender al
maestro por parte de sus discípulos. Aunque las similitudes con Papá Noel y sus
duendecillos trabajadores y sacrificados por la causa son más cercanas. Es tal
vez incoherente que una cocina tan innovadora, repleta de riesgo y trabajo sea
representada de una manera tan simplista y poco experimental. Si fueran
equiparables lo que representa a la representación “El Bulli: Cooking in Progress” debería
estar dirigido por James Benning o Michael Snow. Como mínimo por Matthew
Barney y ahí la presencia y temas de Björk actuando sobre una mesa
de platos indescriptibles que cobran vida en un musical a lo Busby Berkeley
sería más consecuente. Al final del documental, no obstante, se nos muestran
unas bellas fotografías de todos los nuevos platos que compusieron esa
temporada. Lo que no sé es qué opinará la FACUA por no incluir el
precio del menú degustación. Al menos se entiende que el precio de la entrada
hace que la proporción de ‘ver’ a ‘degustar’ sea proporcional.
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