Tratemos el regreso (y resurrección) de “The X Files (Expediente X)” como la décima temporada de una serie de culto que quiere reivindicar su legado como si el tiempo no hubiera pasado. Ese anacronismo implícito ha sido su mejor virtud, como si Chris Carter nos recordara que los clásicos nunca pasan de moda, que los engranajes y mecánicas de su show encajan a la perfección en el actual universo (real) contemporáneo de conspiraciones gubernamentales que lo ponen en relieve y paralelo a uno surgido de la pluma de George Orwell. Vivimos en la era de internet, de la trascendencia a golpe de trendig topic con fecha de caducidad y donde incluso Edward Snowden o Wikileaks dan la impresión de ser noticias del siglo pasado. Puede que esa virtud sea divisada por otros como un defecto en el actual reino televisivo, donde el género ‘detectivesco’ ha pasado por la metafísica de la primera temporada de “True Detective” y en el que los platillos volantes no desentonan en absoluto en la segunda temporada de “Fargo”. Tal vez los procedimentales —con o sin tintes de ciencia ficción— hayan sumido a los espectadores en un cíclico déjà vu y la vuelta de “Expediente X” nos confirme que el tiempo es relativo, que 2002 no está a tanta distancia como pensáramos y que todo el arsenal tecnológico no nos ha hecho evolucionar tanto como creíamos. Seguimos siendo los mismos. Si “My Struggle” (10x01) fue una carta de presentación y declaración de intenciones que formará con el cierre de la temporada [“My Struggle II” (10x06)] un díptico, una vía argumental de integrar el concepto de la serie a un gran complot que explique en cierto modo todo lo vivido por Mulder y Ambrosia Scully a través de más de 200 episodios y dos largometrajes. Ha sido noticia el cambio de orden de los capítulos para integrarlos mejor en la dinámica actual y “Founder's Mutation” (10x02) encajaba correctamente en ese tránsito de experimentos gubernamentales con ADN alienígena y que posiblemente muchas de las criaturas y monstruos —amén de los fenómenos inexplicables— que vimos en el pasado del show formaban un gran todo. “Mulder & Scully Meet the Were-Monster”, tercer episodio de esa ‘décima’ temporada de “Expediente X”, aterriza como una pequeña obra maestra dentro del universo de Chris Carter con el objetivo primordial de que Fox Mulder vuelva a creer… que la verdad está ahí fuera.
“Mulder & Scully Meet the Were-Monster” es un capítulo que sintetiza y justifica el regreso de “The X Files (Expediente X)” a nuestras pantallas y televisores pero su concepto va más allá, ya que desea traernos de regreso al Fox Mulder de siempre, activar la chispa que necesitaba su alma para retornar. En los episodios anteriores el personaje resultaba tan apático como depresivo y excesivamente paranoico, rompiendo el corazón de muchos fans cuando pateó el póster mítico e icónico de «I WANT TO BELIEVE». Ahora le veremos utilizar el mismo (ya colgado en su lugar) como diana ante sus afilados lapiceros. Sí, Mulder ha dejado de creer y Ambrosia Scully no es el contrapunto que necesita sino reencontrarse con esa verdad que está ahí fuera. De momento su depresión va en aumento al comprobar que sus investigaciones del pasado (o casos sin resolver) son carne de un ‘bloj’ para magufos, fácilmente explicables o desacreditados por la era de internet, la misma ciencia en sí o simples bromas de fraternidad. «Mulder, ¿has estado tomando tus medicamentos?», espeta acertadamente Ambrosia Scully al ver el estado actual de su compañero, complemente alejado de aquel que conoció, como si se hubiera establecido un cambio de roles o todo fuera producto de una crisis de la mediana edad. El prólogo de “Mulder y Scully conocen al Hombre Monstruo” (identifiquemos a partir de ahora con su título traducido) nos remite a elementos clásicos del género de terror amparado en monstruos y reminiscencias de la propia serie: un bosque, luna llena… Aunque aquí llega ese tono impuesto melancólico, algo tonto y cómico y, por supuesto, sardónico a unos extremos de hiriente ironía. Que a nadie le extrañe que el Mulder tenga como tono de su móvil el tema de Mark Snow tanto a modo de metareferencia como concepto alegórico al estar integrada tal secuencia en un cementerio, que sirve de homenaje a aquellos miembros del equipo de la serie fallecidos. El libreto de Darin Morgan considera a la audiencia suficientemente inteligente para que capte todo ese amasijo de ‘easter eggs’ y conexiones con el show de culto, como si esas capas un tanto cómicas estuvieran escondiendo un profundo discurso sobre lo absurdo y monstruoso que es el ser humano.
El caso —y los misteriosos sucesos que ocurrieron en Shawam, Oregón— nos muestran a una criatura en medio del bosque ‘atacando’ a un Oficial de Control de Animales y dándose a la fuga dejando un cadáver a su paso. ¿Tenía tres ojos? ¿Solamente uno? Y es que si tus dos principales testigos son una pareja de drogadictos que estaban poniéndose con pintura de aerosol… y que además trataban de recuperar sus viejos papeles de la serie… apañados vamos. Aquello que ratifica el capítulo es el fichaje de actores cómicos para los personajes secundarios como Kumail Nanjiani o Rhys Darby tras el paso de Joel McHale y, en realidad, el concepto es sumamente interesante cuando la tragicomedia se entromete en el argumento. Fox Mulder considera que el caso tiene una fácil explicación pudiendo ser obra de un león de montaña o lobos grises… pero el misterio se activa al descubrir tres nuevas víctimas (una desnuda) siendo todos ellos mutilados de la misma manera, mordidos en su cuello implicando un elemento humano. Digamos que en “Mulder y Scully conocen al Hombre Monstruo” el espectador cuenta con un punto de vista diferente al de los investigadores del FBI, aunque existe un componente moral en la fábula. Independientemente de lo ‘sobrenatural’ del caso, hay actuales víctimas y futuras de ese asesino que anda suelto en la zona. Se van a producir más ataques y descripciones de ese retrato robot de un hombre-lagarto suelto (y con calzoncillos) en Oregón. ¿Tenía cuernos en la parte posterior de su cabeza? Pero, de nuevo, el testigo no es de fiar (no por ser una prostituta transexual choni sino por afirmar que está drogada). No obstante, vamos a tener tanto a una nueva víctima como un encuentro de Mulder (y su cámara de su smartphone) con ese monstruo que acecha el lugar y escupe sangre por sus ojos. Pero, nuevamente, lo sobrenatural se transforma en algo humano al ‘evaporarse’ ese lagarto andante en un baño portátil y estar allí un hombre haciendo sus necesidades. Para colmo, la app de Mulder no funcionó correctamente (o él no tenía ni idea de cómo hacerla funcionar) y apenas grabó a la misteriosa y homicida criatura, simplemente una extraña señal en su piel que explicará el caso en la recta final del capítulo. «Mulder, Internet no es bueno para ti». La caza de ese lagarto cornudo de tamaño y dientes humanos va trasladarnos a todo tipo de descacharrantes sucesos en un (Bates) Motel de carretera con un dueño voyeur que se pondrá las botas con un cuasi-desnudo agente del FBI… ¿Quién quiere un monstruo cuando un hombre oculta el paquete en unos slips rojos? ¿Se los recomendó también esa transexual que vio arruinado su bolso conjuntado con la ropa interior del investigador? Aquello que sí va descubrir Mulder es que la verdad está más cerca de lo que pensaba y que la criatura es, en realidad, un ser humano que se alojaba en el motel. Pero, ¿quién puede creerlo cuando él mismo no se lo cree y opta por auto-responderse a través del rol de Ambrosia Scully? Unas pastillas prescritas le llevaran una versión descacharrante, vía psiquiatra, de Van Helsing para dar forma a la leyenda y también a parte del discurso del capítulo: todo depende del punto de vista. O, lo que es lo mismo, que el monstruo tome concepto de su humanidad y viceversa. En cierto modo, “Mulder y Scully conocen al Hombre Monstruo” quiere ser un episodio que desacredite a los monstruos a través de la propia humanidad, amparándose en un concepto tan psicológico como fantástico y ficcional. Vampiros, hombres lobo… todos ellos esconden una obsesión del ser humano respecto a la impotencia y ese moraleja: es más fácil creer en monstruos ahí afuera en el mundo que aceptar que los verdaderos monstruos habitan dentro de nosotros. Antipsicótico tomados como lacasitos y consejos para visitar el cementerio aparte, el sospechoso se llama Guy Mann pero irónicamente su nombre es tan irreal como el concepto de aquello que se considera locura. ¿La muerte y su perspectiva lo solucionan todo? ¿Quién es el que necesita más de un antipsicótico, un hombre que se cree que es un hombre lagarto o un hombre que le cree a ese hombre? Queda claro que el camino para que Mulder vuelva a creer pasa por que Ambrosia Scully se ponga en un inexistente peligro, para que los mecanismos de tensión manipulen irónicamente el suspense y que el propio agente del FBI se encuentre en ese cementerio con la humana criatura. Pese a todo, nada es lo que parece ser y el libreto de Darin Morgan, que también dirige el capítulo, nos ofrece una excelente vuelta de tuerca para asentar el discurso: el ser humano es el auténtico monstruo. Y no hay nada mejor que otro monstruo para darse cuenta de tal jugoso concepto.
Guy Mann es un hombre inocente o, mejor dicho, un lagarto gigante (aunque su especie considere racista tal etiqueta) que vivía feliz en el bosque hasta que fue atacado y mordido por un monstruo (Pasha, el Oficial de Control de Animales). He ahí el punto de giro y tragicomedia de la historia, en la que una inocente criatura que se alimentaba de insectos es transformada a la luz de la luna llena en un hombre… descubriendo la dureza de la humanidad. Hallando esa imperiosa necesidad de tener ropa, necesitando un trabajo para poder subsistir (sin saber lo que uno dice a unos clientes que no comprenden nada), convirtiéndose en un indeseable depredador carnívoro (de hamburguesas), curando sus traumas gracias a un médico brujo y, por supuesto, conociendo el precio de la soledad. «La única manera de ser feliz como humano era pasar todo tu tiempo en compañía de los no-humanos». En realidad, todo es desconcertante en esa historia que pasa por la tragedia a través de la desaparición de su perro lovecraftiano (?), que se transforma en un acto de venganza y, al mismo tiempo, en el descubrimiento de ese espejo para revelar el monstruo que esconde el ser humano: pura brutalidad sin sentido. “Mulder y Scully conocen al Hombre Monstruo” moldea bien la hondura del discurso a través del humor con una imaginativa secuencia erótica y deseo (humano) de esa criatura respecto a Ambrosia Scully o la explicación del cambio de sexo por parte de Mulder a un lagarto que no desea perder sus genitales. Tal vez descubrir la verdad sea demasiado fantástico y nadie entienda el matiz de la diferencia entre un hombre que se convierte en lagarto o un lagarto que se convierte en hombre. Ambrosia Scully se enfrentará al villano en Refugio de Animales, arrestará a ese oficial y conseguirá rescatar a Daggoo para que la meta-referencia vuelva a activarse dentro de los márgenes de la propia serie. «Me había olvidado lo divertido que podrían ser estos casos». Una ‘inmortal’ Ambrosia Scully (referencia a Clyde Bruckman) se posicionará en paralelo a la agradecida audiencia que verá con excelentes ojos un capítulo tan sobresaliente y divertido, aunque el epílogo desentrañará el conflicto de Mulder: volver a creer. Su encuentro final con la criatura, que espera una hibernación de unos escasos 10.000 años cure su enfermedad y transformación, activa por fin a ese agente del FBI que ya está dispuesto a creer… al igual que nosotros que “The X Files (Expediente X)” ha vuelto por la puerta grande con un gran episodio.
P.D.: Mulder tiene que comprar un nuevo póster YA. ¡ASESINO! ¡MONSTRUO!
P.D.: Mulder tiene que comprar un nuevo póster YA. ¡ASESINO! ¡MONSTRUO!
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Vimos este tercer capítulo entre risas nerviosas y de vergüenza ajena, ha sido una total tomadura de pelo, una autoparodia cuya única finalidad era, como bien apuntas -y es lo único en lo que creo que coincidimos esta vez- que Mulder volviese a ser un creyente.
ResponderEliminarNos ha costado un huevo y parte del otro terminar de ver el capítulo. Por la acera de enfrente, tampoco es que nos motivase gran cosa el momento "sessi" de Scully.