Con el fin de “Mad Men”, prorrogado en una división en su última temporada, llegamos a un debate múltiple en el que pudiéramos considerar el futuro de AMC sin una nueva serie con la suficiente calidad para conseguir la completa atención de seriéfilos, crítica y premios como Emmys o Globos de Oro. Mientras Showtime, HBO o Netflix está haciendo los deberes, un vació parece abrirse tras el adiós de Walter White y Don Draper, un terrible agujero negro en que no da la impresión de existir una escapatoria o alternativa. “A Day's Work”, segundo capítulo de su segunda entrega, va a seguir esa larga despedida de una serie que avanza tan lentamente como la vida sigue desarrollando a sus personajes… pero sabemos que Don Draper seguirá inamovible como Tony Soprano. Habitará el conflicto pero nunca la evolución. Seguirá estancado en su mentira, negándose a sí mismo y congelado en nuestros televisores… o tal vez no. Tal vez haya llegado el momento en el que Don se sincere con Dick y viceversa. Es el momento de repasar su último capítulo.
“A Day's Work”, centrado en San Valentín y sobre todo en un viernes que para anda es un casual day, es un episodio que funciona sobre sus confusiones que se vuelcan en una mentira por la omisión de verdad funcionado como espejo. “Mad Men” siempre ha sido una serie de secretos y tiempo atrás dejó de insistir en el peligro que pudiera suponer para Dick Whitman asumir la identidad Donald Draper o que exista un hijo de Peggy y Pete Campbell sin que éste lo conozca. La temporada pasada se hablo de la muerte de Megan como guiño a Sharon Tate e incluso Don llegó a asesinar a una de sus amantes dentro de una fantasía febril. Aunque Matthew Weiner haya confesado que su creación se acerca más a Claude Chabrol que a Douglas Sirk, nunca ha existido una vuelta de tuerca final similar a las protagonistas de “La ceremonia”. La criminalidad y el thriller ha quedado enterrada al preferirse y reafirmarse una vertiente más psicológica y emocional de cara al personaje que al melodrama basado en el propio conflicto por la revelación. Los protagonistas han quedado atrapados en esa otra mentira que es su trabajo para eludir enfrentarse consigo mismos. Hay demasiada suciedad en la soledad de Joan, Peggy, Don, Peter o Roger para no ceder a seguir esa caída que, en cierta medida, es el manejo dramático desde sus títulos de crédito. Incluso pudiéramos resumir todo lo anterior en la muerte de Lane Pryce y la infidelidad de Ted. Puedes tener tu mierda pero déjala fuera del trabajo si quieres sobrevivir en el mismo. ¿Algo parecido a la homosexualidad de Salvatore Romano? ¿Al alcoholismo de Fred Rumsen? Don Draper rompió la farsa y el teatro en la pasada temporada y su exilio se resume en la frase de Jim Cutler: «¿Qué Don? ¿Nuestra ex-mujer colectiva que sigue recibiendo pensión?»
Jueves, 7:30 de la mañana y el despertador de Don suena para mantenerle dentro de su rutina. Lo apaga y cuando vuelve a despertarse son las 12:34. La secuencia nos va a resumir la vida actual de Don Draper: comiendo galletas en albornoz, hojeando anuncios en revistas, marcando una botella de alcohol frente a su máquina de escribir o viendo a una cucaracha merodear por ahí. Me recuerda a la primera temporada de “House of Cards” cuando Zoe Barnes se da cuenta de que ha tocado fondo y que debe avanzar, pero aquí la diferencia la marca el propio espacio. Se trata de un apartamento lujoso y el hombre que vive allí lo tiene todo pero realmente es incapaz de conservar nada y por más que avanza y se reinventa sigue cayendo a su infierno personal. Dick Whitman se hizo Donald Draper para escapar de su pasado, siguió las pautas del american-way-of-life de los 50-60 teniendo su mujer ama de casa, familia y una casa perfecta en las afueras. Condenado a destruir todo, volvió a reinventarse con su matrimonio con Megan y la sofisticación de acabar casado con una actriz que comienza a ser famosa… pero ser infiel a sí mismo y ceder a la verdad (y la ansiada redención) le condenó en su trabajo. Pudiera haberse ido a California y reinventarse de nuevo con su mujer pero parece seguir atado a una mentira de la que no puede escapar. Una mentira que es simple fachada y teatro, como ese juego social de oficina. Suena el timbre y acicalado espera la visita de Dawn para desvelarnos que le sigue manteniendo al día y fingiendo que sigue allí en esa frase comentada anteriormente de Cutler. Hay un elefante en la habitación pero todos siguen mirando hacia otro lado siguiendo la propia farsa de la oficina y su universo.
Y en SC&P todo sigue su curso con una Peggy insatisfecha con su vida y cuya soledad en San Valentín provoca una confusión con las flores recibidas por su secretaria Shirley pensando que han sido enviadas por Ted Chaough. Digamos que Peggy queda de nuevo atrapada en esa mentira evitando y cortando que alguno de los implicados le revela una verdad que no quiere escuchar. Esta trama va a converger con el cambio de secretarias y evolución de Joan dentro de sus trabajos en la empresa. Sally y sus compañeras van a asistir al funeral de la madre de uno de sus compañeras de cuarto, Sarah. Ya sea por no hacer frente a la muerte o simplemente que es el primer funeral al que asiste Sally, las chicas van a ir de compras y veremos que también la hija de Don es adicta a crear una mentira diciendo que se dejó su bolso y visitando a su padre en una oficina ocupada por Lou Avery (Allan Havey) y con Dawn comprando un perfume para su mujer pudiendo evitar la confusión. Lou se va a perfilar como el villano de esta temporada y el sustituto de Don va a seguir sin protagonizar alguna secuencia que nos haga caer bien ese personaje. No sé si su escritura es en cierta medida una venganza sobre su rol o una lectura de los pensamientos de la audiencia: queremos que vuelva Don, odiemos a Lou. El ‘nuevo’ Don se desquitará de Sally, regañará a Dawn y no perdonará que ésta llame a Draper para informarle de la situación. Lou no quiere a Dawn como secretaria y Joan la moverá a la recepción, pasando a la recepcionista a ‘servir’ a Lou. A Burt no le convencerá el cambio y que una afroamericana sea parte de la bienvenida a las oficinas y Peggy liará definitivamente el asunto al pagar su propia vergüenza por enterarse de la verdad con Shirley. ¿Cómo resolver el entuerto? Gracias a que Jim Cutler se da cuenta de los dos trabajos de Joan, le ofrece que ocupe una oficina vacía de la planta de arriba mientras que Dawn será ascendida al puesto que antes ocupaba Joan, la recepcionista se queda como tal (tampoco daba para mucho más) y Shirley ejercerá de secretaria de Lou y se quitará del medio a la odiada Peggy. ¿Y Peggy? Lo suyo, al final, es masturbarse con tristeza. No todos están contentos con la llegada de Joan a la planta ‘de arriba’ ya que Roger, que envío flores en el Día de San Valentín ‘para’ Kevin, se sorprende de su decisión. El Sr. Sterling lleva su amargura con semblante aunque Lou no le siga sus bromas, no se entere ya de nada dentro de su empresa y que Jim se haya convertido en una especie de adversario que indica no ser tal.
Pete también quedará frustrado con la consecución de una cuenta de Chevy pero como concesionario, distinta a aquella que tienen como corporativa. En una secuencia cómica en plan tele-conferencia a finales de los 60 los socios, sobre todo Jim, prefieren que la cuenta se lleve en Detroit para evitar perder ambas. El único apoyo de Pete es precisamente Roger que al final entre gritos y escuchas en silencio se vuelve a quedar compuesto y sin novia. Que Roger ‘corte’ su rollo y lloriqueos parece la enésima secuencia calcada una y otra vez en la serie. Pete es invisible, incluso para Ted que parece pasar de todo el asunto. De momento, Pete en una de sus pataletas promete no hablar a Ted fingiendo que está en Nueva York mientras que Bonnie le da una lección de negocios y le habla de la emoción de coger sus fortunas que actualmente están en las manos de otras personas. ¿Veremos a Pete fundando una nueva compañía o simplemente está condenado a volver a repetirse una y otra vez? Algo parece pudiera ser el almuerzo de Don con otro publicista llamado Dave Wooster. Los rumores salen a flote y también la aparición de Jim Hobart de McCann Erickson. Parece que Don es la niña bonita, la novia que todos quieren pero su situación y exilio le confieren esa inmovilidad característica en el personaje. Su trama con Sally al mentirla en la cara sobre su trabajo y recibir la llamada de Dawn alertándole de que su hija sabe todo, nos llevará a uno de esos capítulos con road-movie incorporada. ¿Quién miente a un ladrón tendrá mil años de perdón? “A Day's Work” servirá para que Don vuelva a sincerarse con su hija y que ésta actúe como espejo a varios niveles, ya que miente sobre un funeral al que no asistió (o recurra a que todo era una excusa para ir de comprar) y hace que su padre le firme una nota que justifique su ausencia mientras sus compañeras de cuarto cubren la escapada. En un restaurante llegará la catarsis donde Don conseguirá romper el silencio de su hija y revelará sus emociones y por qué no se ha planteado mudarse definitivamente a California en su actual situación laboral. Don quiere arreglarlo pero no sabe cómo. Realmente la verdad de uno contrasta con las mentiras del otro en ese juego que nos deja otra revelación. Don ama a Megan pero su cita de San Valentín ha sido con su propia hija. ¿Mandó flores Don a California o no era consciente de la fecha hasta que su hija se despidió? Tal vez Don, por fin, se sienta aceptado por su hija con la verdad por delante y de aquí surja un ataque de sinceridad de protagonista de “Mad Men”. Veremos cómo avanzan los próximos capítulos con este material y nuevo a mor de Don Draper sonorizado por The Zombies. ¿Será éste nuestro año o Don sólo necesitaba un simple «Te quiero» para avanzar?
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Excelente Review
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