“Nymphomaniac. Volumen 2”
Título original: “Nymphomaniac”
Director: Lars von Trier
Dinamarca
2013
Sinopsis (Página Oficial):
“Nymphomaniac” es la loca y poética historia del recorrido de una mujer desde su nacimiento hasta los 50 años contada por su protagonista, Joe (Charlotte Gainsbourg), que se autodiagnostica como ninfómana.
Una fría noche de invierno, Seligman (Stellan Skarsgård), un viejo y encantador soltero, descubre a Joe tirada en un callejón después de que le hayan dado una paliza. La lleva a su casa, la cuida y le hace preguntas acerca de su vida.
La escucha con atención mientras ella le cuenta durante 8 capítulos la exuberante y multifacética historia de su vida, plagada de asociaciones e incidentes.
Si consideramos el primer volumen como un fálico tren en el que el ‘enfant terrible’ del cine europeo pasó por todas esas paradas (y vulgares-comunes habituales del cine porno) para desmitificar y, al mismo tiempo, embellecer la vida de su ninfómana protagonista, ahora llegamos a un oscuro túnel antes de la última estación. “Nymphomaniac. Volumen 2” es mucho más lóbrega, cruel, psicóloga, dolorosa y con menos (inclusive) escenas de sexo explícito. A la espera de comprobar el resultado al completo y sin censura, la mutilación a conciencia para la distribución internacional de “Nymphomaniac” nos deja también un sorprendente díptico en el que el director danés revela sus intenciones sin engañar a nadie desde su póster, como en las desgastadas portadas de una cinta X de videoclub. El porno fue utilizado como herramienta provocativa (y comercial) y gancho enmarcado en un ejercicio de pesca en su primera entrega y, ahora con la segunda, toca sufrir. ¿Si usted odió “Nymphomaniac. Volumen 1”, qué hace aquí?, parece decirle Von Trier a sus haters mientras prepara su fusta de diseño y ornamental antes de arrearles en su desnudo pompis con otra nueva ración de su cine.
Al igual que plasmó en la imprescindible “Riget” respecto al cine de terror, el director se replantea la comedia negra como solución a los clichés que delimitan los géneros, de trazar una solución sexual como mero recurso dentro de un drama que debate los mecanismos que utiliza la pornografía y sus articulaciones de narración: gratuitas, desiguales, caóticas. Si nos quedamos en ese anticlímax, vacío existencial, absoluta soledad y también el infierno (y pérdida del placer dentro del relato interno) de nuestra antiheroína, continuamos con su ‘folletín’ y relato cuestionado por un cultivado (y más sabio) espectador. El juego de roles de Joe y Seligman prosigue y la reconstrucción a lo Keyser Söze es desmitificada y cuestionada por un anti-narrador. Nada nuevo, aunque “Nymphomaniac. Volumen 2” sigue dejando ese choque entre la coherencia y el caos con sus manifiestas interiorizaciones buñuelianas donde nada realmente encaja. La actual Joe (Charlotte Gainsbourg) es idealizada en las figuras antagónicas de Ananya Berg o Stacy Martin, así como su padre permanece inmortal (y joven) dentro del cuerpo de Christian Slater o Michael Pas desmitifica a Shia LaBeouf, por ejemplo. Gainsbourg demacra su personaje y los rasgos provectos de Willem Dafoe o Udo Kier junto con sketches fálicos sirven a ese plantemiento de anticine del director danés para que la razón y la locura choquen como si fueran dos grandes y mastodónticos trenes (con órganos sexuales).
Este segundo volumen (y conclusión) es más turbio y sucio, más amoral y oscuro. Dejamos la pesca o la polifonía y nos centremos en el nudo Prusik, Poe, Freud e incluso Ian Fleming junto a ‘El Decamerón’ y ‘Las mil y una noches’ para arremeter con un debate controvertido sobre los pedófilos pasivos o la hipocresía reinante en la sociedad y democracia. El filtro del relato lo ejercerán lo profano y blasfemo y el discurso psicológico y la perspectiva maternal desempeñarán una manipulación y abstracción mucho más cruel dentro de ese mosaico de referencias culturales. La asexualidad es la cura de la sobredosis de sexo pero, ¿podemos llegar a serlo? ¿Es posible llegar a convertirse en ese solitario e inclinado árbol sobre una colina perdida e inaccesible? El chiste queda como epílogo de la novelesca recitación y enmarca la moraleja de una coherente, agónica, mutilada y brutal obra: los seres humanos estamos atrapados dentro de nuestra propia sexualidad, dentro de nuestra propia mentira y máscara que disfrazados de raciocinio frente a la sociedad. Los dos volúmenes de “Nymphomaniac” realmente conjugan una gran burla que admite cuantiosas lecturas: todo es mentira y todo es real dentro de un gran espectro en el que el director de “Dogville” teatraliza y reinterpreta las cintas Gerard Damiano (“Memories Within Miss Aggie”, “Garganta Profunda”) para someterlas a su juego cinematográfico y a esa interrogación intelectual en su pornográfica visión de un drama existencial sobre la soledad, la vida y la muerte. ¿Es un troll cinematográfico Von Trier o un absoluto y controvertido genio? El tiempo dirá si ese árbol inclinado sobre una enigmática y solitaria cumbre se cae o prevalece a todos nosotros, series expectantes de una lubricidad superficial (y máscara) fílmica que esconde profundas y potentes reflexiones. Porque la incuestionable verdad es que nadie toma en serio al danés hasta que le volvemos a tomar en serio. He ahí su sádico truco y vuelta de tuerca: conseguir hacer que un supuesto chiste se deforme, como el sexo, en una tan oscura y profana como luminosa y mística revelación.
Versión redux de la reseña publicada en Cinema ad Hoc
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