miércoles, 15 de diciembre de 2010

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Winter's Bone: Cuento de invierno

Érase una vez un sueño de una doncella maltratada por la vida que nunca deseó ser princesa. Con doncella le bastaba y sobraba. Nunca pidió más de lo que el destino le tenía que ofrecer. Vivía en un reino tan gélido como desmigajado habitado por gente que decía ser de su misma sangre pero eran absolutamente desconocidos, desagradables y vengativos.  Su madre estaba loca y tenía que cuidar de sus hermanos pequeños hasta que terribles noticias sobre su padre vinieron desde la más profunda oscuridad y ley del Reino. 
Tendría que realizar una peligrosa partida de su humilde casa y cruzar un frondoso y gélido bosque repleto de lobos que querían devorarla. Allí, en ese bosque inaccesible, se escondían terribles secretos que los lobos no querían que fueran revelados ya que traerían terribles maldiciones. Pero lo más difícil de sobrellevar sería que aquellas aterradoras fieras eran seres conocidos y de su condición. Entones, soñó.


Parece existir un gélido lazo de unión entre dos de los recientes éxitos de Sundance. Me refiero a  “Winter's Bone” y “Frozen River”. Ambos hermanados por la poderosa interpretación de sus protagonistas y situaciones cotidianas petrificadas hasta límites de vigorexia dramática: Ray Eddy y Ree Dolly (nuevamente parecidos razonables en sus nombres) deben ejercer de heroínas ante la ausencia viril para no perder sus hogares. En el filme de Debra Granik también hay un río helado aunque esconde terribles secretos que no tiene que ser contados.

Habitualmente el cine independiente americano ha mostrado una crudeza poco característica en territorios comerciales y paradisíacos. Los temas familiares y costumbristas en paisajes poco favorecedores y esclarecedores. “Winter’s bone” parece seguir esa línea anterior en su frialdad y suciedad con esos paisajes paridos de lo más recóndito de la civilización. Choque y contraste  que emerge desde el neorrealismo capital hasta el documental más naturalista. Se describe a esa América profunda, viejas y arraigadas deudas y disputas familiares bajo un fondo de nerviosismo emocional surgido del thriller.


La cámara en mano, el retrato costumbrista, la descripción tenue ensombrecida por una tragedia que enreda en sus lazos glaciales a sus personajes. Cruda y negra desde su arranque: madre loca apartada de la realidad, hija mayor de 17 años que tiene hacerse cargo del hogar y dos hermanos pequeños de 12 y 6. El padre ausente es el motor de la historia.  Su fianza y huida de la justicia va a provocar que se queden sin casa y terreno. Es momento de madurar e incluso olvidar un hipotético bebé como modo de subsistencia o una carrera en el ejército como vida futura y escapista a la cruda realidad.
Pocas veces en la frialdad de un argumento y sus consecuentes acciones se ha visto tanta fragilidad y tensión dramática. No hay apenas lágrimas ni sentimentalismo barato. Vemos como la hermana mayor e instaurada matriarca enseña a sus hermanos, que son apenas uno niños, a defenderse, cocinar y cazar a modo de testamento por la peligrosa misión que tiene que llevar a cabo.


Al igual que la exploración y reinserción del noir de otra elevación del cine independiente americano, “Brick”, aquí la simbiosis entre thriller, paradigmas del cine negro y ambiente rural es notable. Hay dinero, un misterio y un desaparecido pero todo se desarrolla según el libreto. No hay club pero sí cumpleaños familiar entre folk y guitarras, los grandes mafiosos y criminales no hacen ostentaciones y viven en lugares alejados de cualquier humanidad. Sí, “Winter's Bone” es un thriller invernal rural con aires shakesperianos, descubrimientos de personas cercanas que son desconocidas, sobre padres y transformaciones. Hay reglas y códigos que desconocemos pero que sumergen la entidad familiar en un nuevo dolor y venganza.
Se despunta el thriller como arma de caos e incertidumbre. Los pasajes son tremendamente aterradores: perros ladrando hundidos en la miseria humana y abandono de la nada. Pero los propios enemigos de la protagonista son de su propia sangre. El drama familiar florece con espinas gélidas, punzantes y espasmódicas. Es un cuento oscuro y siniestro. Las mujeres parecen ejercer de simples mayordomos que cuidan a los hijos pero son las que toman el mando en las situaciones complicadas.


Hay mucha tensión  helada que se resquebraja a cada paso que da la protagonista. Pero parece que la imposición del rumor y la habladuría se imponen en un universo de seres distantes. La cobardía de un policía o un asesinato puede ser armas más letales que un tiroteo. Es una película de miradas, gestos e imposiciones por poder y temor. Vemos unos inocentes y preparatorios disparos por unos niños a modo de aprendizaje y el destripamiento de una ardilla con cierta dureza para lo que la veracidad esconde. Ni siquiera un sueño y parte onírica es motivo de descanso y ensoñación. Lo macabro y tétrico se sumerge de nuevo entre la piel del espectador. El único momento de descanso para su protagonista y público es un fragmento onírico y monocromático. Terriblemente angustioso. Las ardillas van a perder su hogar sin que nadie pueda hacer nada.
Pero lo que provoca mayor pánico y terror en “Winter’s Bone”  es la excelente interpretación de Jennifer Lawrence.

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