Que cada uno se quede con lo que quiera de “Biutiful” aunque aquí aparecerán dos tipos de detractores: los totales, que son aquellos que siempre han defecado sobre la filmografía del cineasta mejicano y ahora encima pedorrearan el doble por deméritos obvios de una propuesta fea y sin belleza (o la mutilada del título), y los horriblemente defraudados, que somos aquellos que seguíamos a un cineasta, que pese a no superar su mejor película hasta el momento —“Amores perros” —,seguía consolidando posiciones entre los mejores cineastas con vocación de drama, polémica por la vía social y poética. Tal vez los segundos detractores salvemos de la quema la actuación de Bardem, tres planos y un par de secuencias contadas. El resto feo, feo y un millón de veces feo. Perdón, ‘agli’, ‘agli’y un millón de veces ‘agli’. Desde el arranque, al aparecer los nombres de las productoras, existió cierta confusión idiomática por parte de una espectadora que leyó en voz alta ‘Ménage à Trois’ en vez de ‘Menage Atroz’. Claro, no es lo mismo, como escribir Biutiful en vez de Beautiful. Y precisamente esa diferencia de intenciones y resultados, entre lo que uno ve, piensa y dice, entre lo que parece bello pero finalmente no es bonito, entre lo que es cine social y lo nunca debería ser es el gran resumen y fracaso de la propuesta del director de “Babel”.
Sin la pluma de Guillermo Arriaga (aunque con pluma made in China) el director Alejandro González Iñárritu demuestra ser un despojo que camina deambulando por pasaje que prometió no cruzar. Flashback. La idea. Una fría mañana de otoño. Un desayuno para sus hijos y un CD del Concierto en Sol Mayor para Piano de Ravel. Un enlace con una escucha pasada y emoción en lágrimas. Sus hijos se acordaban del impacto que les había causado la música y pidieron a su padre que la quitara. Esa anécdota, que da origen a “Biutiful”, se deforma en una auténtica chabacanería sonora elevada al enésimo pedo-limonero en la que no se escuchan a los personajes y en las que no se entiende nada de lo que hablan. ¿Merecía la pena? Creo que poco o nada. Nada porque el director nos indicaba con bellas frases y un discurso insuflado de poesía que deseaba apartarse de historias diversificadas en multitud de personajes y diferentes espacios planetarios. Entonces, ¿qué acaba siendo precisamente “Biutiful” sino aquello que pretendía eludir? Contradictoriamente a sus pensamientos, “Biutiful” acaba siendo una lluvia de tropezones sanguinolentos en un orín llamado cine social de pacotilla porque el filme de Iñárritu es tan comprometido como un anuncio de compresas low-cost. Mención especial para la hija de Uxbal, con madre argentina y padre charnego y la niña habla… ¡mejicano! ¿Volvemos a la intercultura intrínseca?
El problema de Iñarritu es que sus intenciones quedan difuminadas por pretendidas expansiones anteriores. Si el germen es válido y se pretende ofrecer un único punto de vista…, ¿a qué viene a cuento ‘chinatizar’ el argumento con historias que ni están convenientemente desarrolladas o no dan en ‘chiana’? Que un ‘empresario’ explotador y su adjunto sean gays y estén enrollados ni viene al cuento ni debería estar en el cuento. Tres cuarto de hora de metraje gracias a colear el cine social ortopédico y tríplemente cancerígeno.
La profilaxis social que suele acometer el cineasta queda de nuevo en evidencia por querer hablar de temas que le interesan por recortes de periódicos pero a los que no sabe dotar de entidad ni voz apropiada. La inmigración vista desde un punto de vista visto y requetevisto está vista para sentencia. Ni una tremendista y falsificada persecución policial al top manta digna de un filme americano de los ochenta (falta únicamente un puesto de fruta arrasado por una ‘lechera’) ni esa intranscendente conversación que mantiene Uxbal con un policía sobornado ayudan nada. Nada es lo que parece porque lo que parece es lo que tiene que parecer: su personaje principal es un hipócrita que nos vende lo buen samaritano que es mientras ayuda explotar a inmigrantes y cobra por su don. De Biutiful nada, oigan.
Bardem lleva pañales para no mearse encima aunque era para no echar ni una gota ya que participa en una película donde aparecen grabadoras de CD o DVD ¡con copias ilegales en su interior! Así vemos como su personaje vive del top-manta y el chanchullo y que nunca apoyaría al club de la pancarta ni a la SGAE más pragmática. Semejante desfachatez sería equiparable a ver como un actor vegetariano, que promulga hasta límites insospechados e insospechables su condición y modo ‘verde’ de vida, pasa después a interpretar a un zombi que devora demoledoras y abusivas cantidades cárnicas a bocados. Y no me gusta criticar por criticar y mucho menos valorar un trabajo (como puede ser cualquiera) por el énfasis, conciencia política o intención ideológica pero es que tendría biutifuls ver, por ejemplo, a Mel Gibson interpretando a un gay ateo y lanzando un discurso a cámara sobre la tolerancia y la mala fe. ¿O no?
Para colmo el don del protagonista tiene que ser ofrecido gratuitamente y ‘sin ánimo de lucro’, pero la necesidad hace que la promiscuidad artística se convierta en cobro ‘porque lo necesito y mis hijos tiene que comer’. ¿Será una metáfora del artista y su arte ofrecido al público con ánimo de lucro?
Para colmo el don del protagonista tiene que ser ofrecido gratuitamente y ‘sin ánimo de lucro’, pero la necesidad hace que la promiscuidad artística se convierta en cobro ‘porque lo necesito y mis hijos tiene que comer’. ¿Será una metáfora del artista y su arte ofrecido al público con ánimo de lucro?
Cierto es que la trama principal está ‘encoixetada’ al drama y tragedia de la enfermedad terminal y que su despedida recuerda al leitmotiv de “Mi vida sin mi”. Pero aquí, gracias al interesante don del personaje es que conoce de la vida después de la muerte. Roto el conflicto existencial queda el familiar. Al igual que Ann, Uxbal quiere dejar a su familia el legado de su existencia. Él será lo que sus hijos recuerden de él. Ese anillo que vemos dejar a una mano anónima, que en la penúltima secuencia toma rostro de hija, es la simbiosis de la herencia del recuerdo como modo de sobrevivir a la muerte. Somos y seremos lo que recuerden los que abandonamos en vida. Lamentable para el cine social y con escarceo trágico por la vía de la saturación del buen bipolar samaritano. Tiene más vocación un episodio de “Entre fantasmas” que toda la pedantería con ínfulas de poesía lírica cubierta de basura que nos muestra Iñárritu.
Quiero ser mejor que Marlon Brando y estanisláskicamente me dejo el pelo largo y grasiento a más no poder . Soy el propio Olivier de la Mancha y a veces salgo con flequillo ortopédico y otras calvo . Soy un gran Histrión por los pelos ... Micciono rojo , hablo muy bajito y ando encorvaete porque mi director , a la sazón el nuevo Welles con apellido impronunciable ( seguro que es un alias y se llama Péres ) quiere dibujar un Quasimodo medio bueno medio malo , medio realista medio mágico , medio amigo medio explotador de chinos truchas ( totalmente de acuerdo , no pega ni con cola ) para redondear el cuento de la Cigarrera Escatológica más pesado que se pueda imaginar ...No ha incluido más tópicos porque si aparece un perro apaleado le quita protagonismo al de la peluca , como diría el otro ... Gasten los siete euros en la próxima comedia musical del Excelso Caricato , me han dicho que sale rubia y con rulos ...le hace los honores a Almodóvar , que ya no quiere ser mamá.
ResponderEliminarExcelente resumen y homenaje al peluquín, Pilar.
ResponderEliminarGracias por compartir tu Excelso Caricato, rulos y Almodóvar aquí.
Besos!