Durante la recta final de la proyección del preestreno al que asistí ocurrió una desgracia. La imagen quedó desencuadrada y tan sólo veíamos los dos tercios inferiores. Delante de nosotros había bocas parlantes que eran dobladas. Se chilló, se silbó y se pataleó hasta que la imagen volvió a su sitio pero durante los instantes previos el engaño era obvio: sin los rostros completos de Robert De Niro y Ben Stiller “Ahora los padres son ellos” no valía nada. Un Anti-Efecto Kuleshov en toda su extensión.
La siempre confusión idiomática transformó a la continuación de “Los padres de ella” (“Meet the Parents”) en la consecuente “Los padres de él”. Olvidó el pequeño detalle de traducir el apellido de la familia de Ben Stiller que aparecía manifiesto hasta en el título original de los ‘mojigatos’ EEUU: “Meet the Fockers”. Vergüenza que no pasa por ninguna de las frases que aparecen en el guión al respecto del apellido Follen, hábil traducción de Focker. “Ahora los padres son ellos” pone de manifiesto que “Little Fockers” tiene de nuevo poco de Fockers. Ya vimos que el nombre de Teri Polo era obviado en el cartel publicitario del primer filme. Siempre el centro de toda la acción lo han sido De Niro y Stiller y sus disfuncionales hijos gemelos, que siguen caminos cromosómicamente diferentes, acaban convirtiéndose en meros puntos de encuentro para tramas y sketches.
La poca predisposición, que tengamos los menos convencidos de sus propuestas anteriores, se ve mermada con un arranque bastante digno y divertido que recurre a una revisión-familiar de “El padrino” follenizado para la ocasión. La tentativa de muerte y el debilitamiento de un patriarca por fallos coronarios, que busca tener aferrado su pasado (y futuro) del legado de la familia Byrnes, parece una trastienda interesante pero, al parecer, ni los guionistas ni el director se quieren asomar allí salvo por necesidades del servicio. Sí es utilizado el recurso del vodevil para mostrar cierta inestabilidad en las relaciones de pareja con tentaciones pecaminosas incitadoras del divorcio.
La sombra de la separación y de nuevos caminos parece banalizada como la efectividad que pretende crear con el ‘vomito’ de vomito, del pedo del pedo, del empalme inyectado de empalme o desde una sonda rectal hasta un geiser de sangre. Los celos son conducidos por Owen Wilson y Jessica Alba como reclamo y cameo pero ni la divinidad parsimoniosa de la beneficencia del millonario banquero ni los nudillos y ‘Superestrella’ de la representante farmacéutica provocadora de erecciones acaban siendo explotados convenientemente. Streisand es un sencillo y funcional catalizador bondadoso que parece un hada madrina y las apariciones de Harvey Keitel o Laura Dern parecen casi anecdóticas por no decir que irrelevantes.
Se podría fijar en esa descripción del amigo de J.C., llamado Kevin Rawley, que tiene todo pero no tiene nada (y mucho menos amor propio o receptivo) para simbolizar la ‘crisis’ mundial que afecta a la burguesía a través de una vertiginosa screwball, o ese colegio que busca la reencarnación aria (con foto subliminal de Obama) a través de una revisión de “El pueblo de los malditos”. Incluso sus iníciales acercamientos a la parodia de clásicos como “Tiburón” o referencias al thriller parecían avanzar hacía algo más maduro. “Ahora los padres son ellos” podría ser muchas películas pero se decanta por la obvia: la de una nueva revisión de la comedia romántica en su vertiente de crisis y aspiración a un trono familiar.
Tampoco el Sustengo es una nueva Viagra, ni siquiera esta tercera parte de la franquicia que recaudó con sus dos primeras partes cerca de 850 millones de dólares en todo el mundo. Pero esta nueva dosis diez años después del último capítulo esconde de nuevo las oscuras intenciones de hacer caja en fechas señaladas con síntomas aparentes de debilidad. El fichaje y sustitución de Jay Roach por Paul Weitz provocó el desplante de Dustin Hoffman con una vuelta que se entiende que ha sido por ánimo de lucro. Detalle que se refleja en su práctica desaparición del libreto formando un componente meramente secundario y trivial. Sus clases de flamenco en una Sevilla mejicanizada parece una costura en un guión cerrado. Hasta su inserto navideño final parecía rodado posteriormente y añadido al montaje como un epílogo a modo de christmas con un aguinaldo sin villancico y pandereta. Como mucho tres cuartos de pedorreta.
Esta buena la pagina y tus comentarios, a veces demasiado "americanos" pero siempre interesantes.
ResponderEliminarSaludos.
Hola Mercenaria!
ResponderEliminarNo sabía mis orígenes... Era un bastardo sin rumbo ni pasado como buen bastardo... Hasta que llegó la película de Quentin Tarantino y me enseñó por qué un día hace muchos años empecé a ser maldito y bastardo. Esa puede ser la explicación para mi afiliación por Norteamérica. Un padre americano que no conozco tiene la culpa.
Gracias por el comentario y saludos!