domingo, 14 de noviembre de 2010

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Encolados

Era un tema que quería evitar pero, a veces, los asuntos del Estado Mayor de uno mismo vienen sin venir a cuento y que ni te cuento. Iba a escribir sobre algo distinto a todo esto pero muchas veces uno no escoge los temas sino que los temas le escogen. A mi no es que me hayan escogido, más bien cogido por una nuca y golpeado fuertemente en mi interior. Por circunstancias personales y laborales, que no me atañen directamente (pero atadas a mi tobillo), me enfrenté de nuevo, cara a cara, con la ignorancia y algo sobrevalorado llamado morro. Digo sobrevalorado porque es significativo y apestado por una gran mayoría de personas pero en realidad es algo vulgar, común y popular. Vamos, que en un país de morreros y retretes con morreras, es normal que todo el mundo tenga un grado de morro en sus venas. Ley de leyes y morro de morros. Mucha silicona y poca educación, vamos. Pero silicona inyectada en el cerebro. 

Cuento todo esto previamente porque, como comentaba y debido a ciertas circunstancias, ahora frecuento más que nunca el Intercambiador de Plaza Elíptica (aunque no sé por qué siempre le he llamado Plaza Epiléptica). Yo, hace un año, sólo lo ha había visto en fotos en planos largos y en visita virtual… pero tampoco sabría decirles. La historia, que pretendía narrar y no arranca, es que había cola para los autobuses. Puedo coger tres de ellos pero uno da ‘mucha vuelta’. Así que me decanto por dos. Uno sale antes… así que siempre, pese a ser los horarios transporte público una ciencia inexacta, me decanto por ese rectángulo metálico con muchas ruedas. Llegamos al clímax del asunto. Un chico calvo, sucio, viejo, feo y desagradable (no era así pero estoy utilizando la retórica descriptiva) coló a una canaria. Llevaba una carpeta donde permanecía inscrita ‘Universidad Carlos III’ por lo que entendí inmediatamente que se dirigía allí… pero no a clase sino a un máster debido a su provecta edad. Yo no sabía de su procedencia pero él la remarcó con la siguiente frase al mostrar ella cierta reticencia al ser colada:
Ven, ven… ¡Cómo sois los de Canarias! Que yo te cuelo a ti y nueve más si quiero.
¿A palabras necias oídos sordos?

Para nada. Estoy harto de gente ‘colona’ que se entremete con total impunidad al equilibrio del orden porque una cosa el colarse y otra guardar sitio. ¿La diferencia? Un colón o colador obviamente no lo sabrá pero la ‘sutil’ diferencia es que para guardar a uno el sitio tenía que estar allí. ¡No llegar después! Sólo admito el ‘colamiento’ si existe un grado de consaguinidad (de hasta segundo grado) o si se tienen entradas numeradas en mano. El resto… NO. NO, NO y un millón de veces NO. 


[Versión cuántica-bastarda]

Un halo de luz me acribilló el corazón, proyecté un chorro de voz y le dije a la señora que estaba delante del chico calvo, sucio, viejo, feo y desagradable colador junto a la canaria colada (¿o quedaría mejor colada canaria?):
Señora, ¿me puede colar?
La señora respondió que sí y me coloqué junto a ella. Inmediatamente me dirigí a las cuarenta personas que se encontraban detrás de la canaria y el ‘canario-colador’. Proyecté de nuevo con todas mis fuerzas mi voz que está vez en vez de chorro se transformó en sonoras cataratas.
Todos los que están detrás de ese chico calvo, sucio, viejo, feo y desagradable están colados inmediatamente por un servidor porque yo te cuelo a ti, a ti, a ti, a ti y a ti y nueve más si quiero.
Todas las personas dieron un paso adelante y vinieron conmigo. Algunas miraron con desprecio al calvo, sucio, viejo, feo y desagradable y a la canaria colona o colona canaria, pero colona al fin-y-pues. Todos se colocaron delante de ellos y fueron los últimos en pasar. No era ninguna ley ni venganza colectiva porque simplemente estábamos aplicando su propia ley. La que ellos habían inscrito bajo una astuta lectura de la moralidad, el escaqueo y la ‘ineducación’.

Cara que se te queda después de sufrir un colamiento
Hagan ustedes lo mismo cuando se les cuele alguien delante. No retrocedan ante la humillación moral de unos viles seres sacados del peor de los avernos. Porque en este mundo de gente ruin y ‘colona’ lo mejor es contestar con frialdad, alevosía y un lema atemporal: ‘donde las dan las toman’. 

2 comentarios:

  1. Excelete (diría Montgomeri Burns). Tengo que intentar esto también. Gracias por el tip.

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  2. De nada Alejo. Funciona si la cola es amplia y hay marujas renegadas que harán lo que sea para humillar al prójimo.

    ¡Saludos!

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Lea antes los Mandamientos de este blog.

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