“Hold Me in Paradise” es el octavo episodio de “Boardwalk Empire” que confirma nuevamente que la serie de Terence Winter es una apuesta fuerte, segura y prácticamente redonda de cara a convertirse en una de las series de este 2010. Puede que al principio se le criticase esa lentitud en la puesta a punto necesaria para perfilar y moldear personajes de cara a cierta perpetuidad. Ahora queda confirmado que todo aquello que rodea a Nucky Thompson es una trituradora capaz de aplastar nuestra voluntad para engancharnos a una nueva droga dura y adictiva que nos creíamos olvidada. La HBO ha vuelto y la ley seca parece tener fin.
Nueva York. Arnold Rothstein permanece en un standby en más preocupado de un juicio por las acusaciones de manipular la liga de beisbol para enriquecerse con apuestas millonarias. De momento, no nos interesa mucho esta trama secundaria que ya se confirma de temporada sino que sus pupilos comienzan a declarar la guerra a Nucky en su propio territorio.
Qué he hecho para merecer esto? |
Atlantic City. Eli se encuentra trajeado en el escritorio de su hermano Nucky. Escuchamos voces en el exterior. Intenta mantener todo colocado en un perfecto orden sobre su mesa de escritorio. Falsa alarma. La ciudad está cerrada para hacer negocios. Eli no entiende por qué no puede hacer el trabajo de su hermano. ¿Le falta cerebro? Contradictoriamente ambos desean lo que no tienen. Eli no tiene la capacidad política-plática de su hermano. Sabe que no podrá hablar como él en público y más si cabe después de su fiasco intentando discernir la oratoria, vía manual de dos dólares, en “Nights in Ballygran”. Por su parte, Nucky carece de aquello que posee Eli y no se ha percatado: mujer e hijos y un padre que le quiere y le respeta. Nucky Thompson parece desear esa familia que tiene destartalada y hueca. Una difunta mujer que iconiza en un retrato, concubinas con fecha de caducidad y un hijo bastardo, por confirmar, que no quiere seguir sus pasos. De nuevo esos fantasmas aparecen en “Hold Me in Paradise”. Aparecen bebés y mamás, hijos difuntos que vuelven a la vida, mamás que quieren serlo, padres que no y futuras relaciones extra-matrimoniales que parecen afianzarse en la distancia.
Leche y bebés... |
Neary era el sustituto de uno de los concejales de Nucky, O'Neill, pero se encuentra acusado por los federales y entre algodones. Eli se siente con poder de dar el día libre por cuestiones familiares y decide ponerse en su lugar para recolectar el viernes el dinero del Casino. Me encanta que cada detalle del guión, por sutil que parezca, genere en una serie de cadenas que hagan caer numerosas piezas de dominó. Aquí existe un nuevo ejemplo de anteriores piezas deslizándose sobre otras y generando un clímax a base de consecuencias. Eli eligió un mal día para intentar ser su hermano. Un disparo en el estomago es la recompensa por meterse en el atraco orquestado por Lucky Luciano.
¡Morosa! |
También eligió Margaret Schroeder un mal día pare enseñar joyas que no sabe sin son seleccionadas por Nucky o un asesor personal. ¿¡ Kessler!? Parece que hay mucha complicidad con otra de las concubinas y malas consejeras, Anabelle. Lucy sigue liando y liándola. Eso es que los numeritos de señoritas se suceden en público. Margaret sabe abofetear y salir con la cabeza bien alta pero en una aparentemente insustancial secuencia se da cuenta de dos cosas: uno, está sola porque Anabelle no es realmente una amiga y, dos, no tiene el poder que ansiaría. Poder que llega de la mano del disparo en el estómago de Eli. Nucky confía en ella como protectora de sus intereses. Eso es que tiene que ir a su despacho en el hotel con los niños y proteger el libro de contabilidad con todas las notas y cuentas que en manos equivocadas supondrían prisión inmediata. Atrapada por el deseo de abrir y empezar a conocer a Nucky y asegurándose que el teléfono no la vuelva a molestar… Margaret abre el cuaderno para ver números… No es “Matrix” sino…
Cerebros pensantes mirando futura marioneta |
Las tramas de Chicago y Atlantic City parecen entrecruzarse en “Hold Me in Paradise”. No es ninguna casualidad porque simplemente el episodio ejerce de anticlímax de temporada. Eso es que al ser el octavo capítulo de los doce que se presentan en la primera temporada de “Boardwalk Empire” se necesita de un futuro empujón al desenlace de la misma. Parece que todo se va a cerrar en la ciudad que nos presentó en el piloto Scorsese. Atlantic City parece el destino de todos y ejercer como imán. Para empezar Angela Damody no tiene ni dinero ni trabajo y vive de sus pasiones bohemias. No es de extrañar que su atractiva suegra, Gillian, cace las tendencias lésbicas con su amiga en cuestión de dos frases. Respecto al dinero Angela no recibe ningún billete ensobrado en una linda carta del padre de su hijo, Jimmy Darmody. Eso es debido a que el agente federal Nelson Van Alden abre, inspecciona y requisa toda la correspondencia de Jimmy. Las piezas de dominó vuelven a resonar entre ellas y derrumbarse mientas se entremezclan con otras filas. Todo parece resolverse con criterio respetando a los personajes y futuras tramas venideras: la mujer de Nelson Van Alden quiere someterse a un tratamiento de fertilidad pero necesita dinero, dinero que el agente federal puede coger ‘prestado’ tan sólo abriendo un cajón, del cajón que tiene cerca mientras abre una carta de su mujer con el recorte del anuncio aparecido en el periódico informando de la cirugía salvadora. Las tentaciones vuelven a la carga en el corazón del inflexible, rígido del insobornable agente. Coge el dinero, lo mete en un sobre y se lo envía a… ¡Angela! Su mujer recibe una carta informándola que nada puede contradecir al plan de Dios.
Nuevo encuentro... y respeto a un traje y clavel |
Chicago. Uno de los temas principales que retrata “Boardwalk Empire” son las relaciones políticas. Hay elecciones (nos lo ha remarcado desde el piloto) y un nuevo presidente llegará a la Casa Blanca. Nucky Thompson quiere una carretera y una suite presidencial. Cosas de estilo. Y todo se consigue en EEUU con dinero. No vale ser un candidato a presidente para tener el control de las cosas sino que los políticos más influyentes parecen permanecer en la sombre enriqueciéndose. El General Wood, aspirante a presidente, héroe de guerra, ex-jefe de Estado Mayor del ejército es otra marioneta que guardar en una caja si se dejan buenas propinas. La ley de la oferta y la demanda hace el resto. El Senador Walter Edge está en Chicago por la convención del partido republicano que elegirá su candidato y tiene planes para Nucky: Harry Daugherty es el anfitrión de la recepción. Warren Harding es el administrador de la campaña y también tendrá que conocerlo aunque Daugherty es y no parece el objetivo. Nucky traga porque es listo y tiene calado al Senador Edge: quiere su carretera. Es curioso que la voz cantante de la campaña y cerebro sea Daugherty, que no es el candidato. Warren Harding tiene opciones de llegar a la Casa Blanca. Su mujer parece desequilibrada pero visita a un buen adivino y él es un peligro con las mujeres y hasta una madre con su bebé se persona en la recepción. Me encanta como la puesta en escena le rodea de mujeres en su aparición en un plano más corto. También me encanta la predisposición de la historia porque Warren Gamaliel Harding, tirando de wikipedia, fue presidente de los Estados Unidos de América y murió de un infarto en un despacho, tal y como le indica un adivino a su mujer. Parece que se ha leído un libro de historia o la wikipedia para salir del paso. Al igual que Nucky, que ha encontrado su caballo ganador… pero tendrá que resolver las taras que incluyen a un bebé a bordo y sus conflictos personales con su ‘hijo muerto’.
El bebé también bota |
Es un momento para un inteligente parón que lleva a Nucky al burdel de Mr. Torrio. Sale inmediatamente las aptitudes para el crimen organizado de Jimmy y que no hay alcohol en Chicago a la espera de un nuevo cargamento que traiga. Hay respeto entre ambos pero la economía narrativa precede y Nucky ha acudido para recalar información de Harry Daugherty y el Senador de Ohio. Así conoce brevemente a un juez, adicto a las mulatas, y llamado Graves. Si algo caracteriza a Nucky es que sabe, con una frase, hacerse amigo de cualquiera. Detrás de Harding hay gente de Cleveland, intereses e historia. Cinco presidentes después de la guerra civil sacados de Ohio no es coincidencia. Es hora de que Nucky y Jimmy conozcan sus demonios pero no es lo mismo conocerlos con una bala dentro o fuera del estomago de tu hermano. El primer encuentro no es bueno, el segundo es claro: Nucky quiere a su ‘hijo perdido’ de vuelta a Atlantic City. Porcentaje incluido y con la palabrería que le hace ver que un irlandés y un italiano sólo van juntos en los chistes. Promesas de futuro y sangre. Nucky no puede demostrar debilidad ante esa caída de piezas de dominó: primero contra Chalky, segundo con el robo a O´neill en el paseo principal y ahora un nuevo golpe mayor con el sheriff a punto de palmarla. El chico tiene que pensárselo… pero una llamada maternal informándole de uno de sus enemigos y ver que no ha aprendido italiano parece indicar que sus pensamientos pasarán a ser efectivos en el próximo episodio.
Buena secuencia de contapicados |
Es momento de retomar la trama y guerra política y de jugar las cartas sobre un tablón llamado interés: Nucky no quiere que el General Wood sea presidente y el Senador Edge vicepresidente. Cuestión de venganza: el dinero de la carretera fue a parar a Frank Hague. La traición se paga con traición y Nucky propone ayudar llevándose a la chica y al bebé de Walter Edge a Atlantic City. Por supuesto le queda dejar claro al Senador Wally Edge, antes de abandonar el hotel e ir a un tren con madre soltera y bebé para enterarse por telégrafo que su plan ha salido bien, que verá la Casa Blanca en visita guiada. Chúpate esa.
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