“Okja”
Director: Bong Joon-ho
Corea del Sur / EEUU
2017
Sinopsis (Página Oficial):
Un gigante dócil y la niña que lo ha criado son el objetivo de la lucha entre el activismo animal, la codicia de una corporación y la ética científica.
La última película de Bong Joon-ho se ha transformado en el gran ‘filme debate’ de 2017 por méritos propios. La primera polémica que generó fue en el Festival de Cannes bajo esa disputa centrada en las declaraciones de Pedro Almodóvar. ¿Dónde tiene que ser visto el cine? ¿La pantalla de cine puede ser parte de nuestro mobiliario? En realidad, la controversia podría retomar la discusión iniciada con la distribución internacional por parte de Netflix de la vencedora en el último Festival de Sundance. ¿De verdad que alguien podía pensar que “Ya no me siento a gusto en este mundo” hubiera tenido la misma repercusión en su estreno y llegada a millones de espectadores si se limitara su comercialización a salas de cine para una propuesta condenada por su bajo presupuesto? La cuestión se bifurca evidentemente entre las intenciones de los directores y las del propio gigante del streaming. Michael Haneke justificó, en su momento, su remake/plagio de “Funny Games” desde la percepción de que su discurso/mensaje llegara a más personas. Por su parte, el debate también debería centrarse en si las leyes que protegen la cinematografía de diversos países han quedado obsoletas para los nuevos tiempos que corren. La lid, no obstante, se encuentra al otro lado de la pantalla ya que en el otro reverso surgen otras líneas argumentales interesantes para la sociedad contemporánea. Y es que “Okja” habla sobre corrientes de plena actualidad como la animalista y la vegana junto a un claro alegato en contra de los alimentos transgénicos y el corporativismo amoral de la industria de la alimentación. Todos esos temas se rigen desde una mirada del propio Bong Joon-ho respecto a su filmografía, buscando espacios que hagan coincidir la ‘monster movie’ de “The Host” con un tono distópico a lo “Rompenieves (Snowpiercer)”. El filme de Netflix, por su parte, se recrea en lo naif bajo una concepción de fábula que introduzca en una coctelera los temas anteriormente planteados y desarrolle el viaje de crecimiento de una niña a través de un mundo grotesco, despiadado y bastante maniqueo.
Que nadie espere en “Okja” un gran clásico moderno ya que el director coreano parece más preocupado en trasladar el debate al otro de la pantalla que de dar respuestas a los temas que plantea. Caricaturizando a los villanos de la historia —hasta límites ridículos en los que parecen caricaturas de un ‘cartoon’ de Tex Avery—, en la película subyace una sátira sobre las distintas modalidades de marketing de la industria alimentaria que sintetiza el doble papel de Tilda Swinton. Quizás engañar a la sociedad con una gran farsa sobre aquello que significa ser carnívoro o consumir transgénicos no sea culpa de esas monstruosas corporaciones, sino que la propia sociedad tiene su responsabilidad por demonizar —de un modo irracional— a todo producto modificado mediante ingeniería genética sin datos científicos en sus argumentos. Amén de autoengañarse con la procedencia de carnes procesadas que consume ávidamente… Georges Franju ya nos mostró en “La sangre de las bestias” aquello que es un matadero sin ninguna clase de aspaviento dramático o emotivo que valiera sino que la cámara filmaba los hechos que allí se producían. En el cortometraje documental también subyacían implícitamente esos contrastes de una sociedad apacible y moderna que, al mismo tiempo, se alimentaba del ‘horror’ y la crueldad sobre los animales. Obviamente en “Okja” existe un contrapunto crítico sobre las actividades —dudosamente pacíficas y generalmente hipócritas, desmedidas y egoístas— por parte de los activistas animalistas y la irracionalidad latente sobre el pensamiento vegano consumiendo ‘tomates’ madurados con etileno y transportado en camiones. «Toda producción de alimentos es explotadora», nos recuerdan, y el libreto de Bong Joon-ho deja implícito que la industria alimentaria será capaz de adaptarse a la perfección a las necesidades de cualquier mercado y demanda. “Okja” vive en esas contradicciones, enfrentando un filme ecológico infantil con un tercer acto que rememora a la Soah y que representa el conflicto en el rostro de la pequeña Mija (Seo-Hyun Ahn): la capacidad del ser humano de sobrevivir al horror y volver a sonreír. Y es que la historia de una pequeña que creció junto a una supercerda, que acabará con el hambre en el planeta, esconde una lectura más oscura cuando Mija —e implícitamente Okja— descubren la imposibilidad manifiesta de que el hombre y los animales puedan convivir en un armónico entorno. Ese paraíso, que se conforma en el prólogo de la obra, se nutre de un tono claramente infantil y naif, como si Bong Joon-ho se burlara en cierto modo de un retrato que no es más que mera ciencia ficción en un mundo real más cercano a la distopía. Esas secuencias inaugurales se pliegan sobre el desenlace y epílogo de la cinta en la que el rostro de Mija remarca ese viaje de crecimiento ante el terror vivido pero, no obstante, el autor desea ofrecer una resolución esperanzadora en la comunión spielbergiana entre una niña y su amiga animal; ambas rescatándose la una a la otra continuamente en el largometraje para seguir juntas adelante. La escena de postcréditos también se suma a esa reincorporación a la alegría de la comedia bajo esos tintes de una banda sonora sacada de un filme de Kusturica.
Seguramente la reflexión que nos deje “Okja” es que el corporativismo quizás sea aquello que esté matando a la naturaleza y hagamos lo que hagamos (y comamos lo que comamos) seamos incapaces de salirnos de un mercado y modelo de negocio que nos rodea por completo. Evidentemente la lectura metacinematográfica sea aquella en la que Netflix también se esté adaptado a los intereses ‘carnívoros’ de la audiencia y el manifiesto anticapitalista del filme no sea más que una de sus muchas contradicciones expuestas. ¿O no resulta discordante que el proyecto más crítico del autor con el sistema económico predominante sea el que cuente con mayor presupuesto? Esas paradojas también quedan disfrazadas, como la empresa dirigida por Lucy y Nancy Mirando, en esos seres digitales que no existen realmente. Al mundo le guste que le cuenten mentiras y farsas. Y realmente nos alimentamos de una de tantas… La alegoría perpetúa y sintetiza la propuesta junto a esa demoledora frase corporativa: «Del cerdo todo es comestible. Todo, menos los chillidos… Y solamente podemos venderlos muertos». Tal vez deberíamos plantearnos que devorar criaturas que no puedan gritar y especies vegetales aunque, sobre este punto, podemos evocar la anterior cinta de Bong Joon-ho cuando los protagonistas descubrían que su sustento se basaba en un alimento realizado mediante insectos. La verdad no es agradable y disfrutar de sabrosas barritas de cecina, sabiendo que supuestamente van a acabar con el hambre en el mundo (siempre y cuando tengan que dinero para pagarlas), supone un cuestionamiento inteligente para ratificar esa burla sobre los transgénicos y la despiadada realidad que esconden los mataderos. ¿El fin justifica los medios o somos víctimas del marxismo cultural? Habitamos un planeta en el que el marketing y las relaciones públicas han conformado una fantasía para una sociedad amparada en la imagen y la popularidad. La película no desea ofrecer soluciones sino servir sus debates ‘alimenticios’ en bandeja de plata. ¿Tienen que tener los animales derechos o únicamente se debe condenar su maltrato desde un punto de vista moral? ¿Debe considerarse una abominación la alimentación racional? ¿Se han planteado los veganos y los animalistas qué ocurría si despareciera la ganadera de la faz de la tierra? ¿Pondrían los veganos y animalistas ‘los cerdos de oro’ sobre la mesa para su sustento o implícitamente abogarían por la desaparición de numerosas especies y la inexistencia de animales para que éstos no sufrieran? ¿No nacer es lo mismo que existir y ser masacrado para servir de alimento a otros? ¿El único lenguaje de entendimiento que entiende el corporativismo es el capitalismo? ¿Estarían dispuestos a pagar los animalistas millones de estatuas de oro macizo para salvar a los animales que hace cola en los mataderos de todo el mundo chillando y gritando ante el infortunio que les espera? ¿Son el veganismo militante y el ambientalismo radical la solución o parte del problema? ¿En qué punto la industria alimenticia deja de tratar a un animal como un valor objetivo (del que se obtiene un valor tangible con su muerte) y se transforma en una maquinaria amoral y sádica? Considero que la confusión general de “Okja” respecto a sus ideas y elementos es el perfecto caldo de cultivo que ha encontrado Bong Joon-ho para servirnos un debate entre contradicciones o excesos. La respuesta, no obstante y siguiendo la paradoja expuesta, podría alcanzarse por una pregunta: ¿pudo “Babe, el cerdito valiente” acabar con las hamburguesas con beicon y los bocadillos de panceta?
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Excelentes reflexiones mí estimado, sobre la pelicula debo decir que la pasé como chancho, me entretuvo.
ResponderEliminarPero no me la tomo muy en serio porque el tono no me lo permite, creo que es clave la anteultima escena, donde ella utiliza su cerdo de oro para salvar la vida de su mascota, y ese intercambio si funciona, la dueña del imperio no respeta nada SALVO una transaccion justa.
Entonces, si los grandes ricos del mundo quisieran, esto se acabaria de un dia para el otro, el hambre y las ganas de matar, la pregunta sería: ¿Alguna vez harán lo que la humanidad demanda?