Especial Oscars 2011: Review (I)

8 aciertos... y eso que me guié por el corazón...

La noche comenzó en el instante en el que decidí abrochar el pantalón del traje… y no se cerraba. Lo intenté y me herí y despellejé dos dedos intentando atorar lo inabarcable. Entonces, me pregunté… si podría ir a la fiesta que se celebraba en el Círculo de Bellas Artes. Pedían rigurosa etiqueta (para no famosos, que si eres diseñador puedes ir sin afeitar y llevar una camisa de leñador de los deshechos del Carrefour) y el otro traje que tenía a mi mano me hacía parecer un extra de los sumos de “Humor Amarillo”. Semejante barbarie ocasionó un ataque almodovoriano de nervios y llamada inmediata. Iba preocupado con unos pantalones de vestir a rallas pero al llegar allí el nivel de famoseo se fomentaba en el patetismo incultural. Comprendí en ese instante que nada cuadraba ni iba a hacerlo a lo largo de toda la noche: ¡iba a ganar “El discurso del rey”! Y ganó, claro.

Mejor antes que después

En este punto se inicia la crónica de lo que ocurrió al otro lado de la pantalla frente a lo que se vivía en su contraplano en el Círculo de Bellas Artes. Ese conjunto de degeneración sexual, vicios menores, medios y mayores, famosetes de tercer pelo y patetismo de la mala educación e incultura vendrá en una segunda parte de de este post. Ahora toca ver lo que vi proyectado en alta resolución y pantalla gigante… aquello que nos toca vivir una vez al año… aunque eso de disfrutarlo sea otro nominar.

Injusticia inglesa

Si uno mira la quiniela que ha acompañado a los Oscars en este blog entenderá que el pronóstico habitual de la ceremonia se repitió nuevamente. La tónica, por lo tanto, fue de absoluta coherencia sobre el pronóstico previo… y si éste explotaba era para recalar en su segunda opción en el escalón siguiente. Sin novedad en el frente. Eso es que de los catorce premios  principales, once fueron a parar a aquellos que TODOS conocíamos y que las casas de apuestas habían apuntado como ganadores. Ese salto de escalón sucedió en la  fotografía de “Inception”, en la muchas veces sorprendente mejor película de habla no inglesa que recaló en “En un mundo mejor” y la desagradable noticia que muchos nos esperábamos si querían hinchar el número de premios de “El discurso del rey”: Tom Hooper recogía el premio como mejor director frente David Fincher. Ni siquiera en los BAFTA, pura tierra hostil favorable a los intereses monárquicos, se habían atrevido a tal aberración. No sólo la academia da un paso para atrás que vuelve a dar otra bofetada a uno de sus directores más convincentes. Semejante desfachatez volvía a poner en el punto de mira unos premios que parecen querer ir de cara a la galería. Si uno lo piensa tiene su lógica: “Inception”, cuatro Oscars; “La red social” otros cuatro si la academia hubiera hecho sus deberes premiando el trabajo de Fincher… y… ¡la gran ganadora de la noche! ¿Gran ganadora con sólo tres Oscars (película, actor y guión)? Fin del cuento y al parecer fin del criterio de una academia que parece ser formada por actores y premiar a películas de actores… ¿Recuerda alguien “Crash”?

Lord Sith 

El auténtico ‘crash’ fue una insípida ceremonia conducida por los insustanciales James Franco y Anne Hathaway de los que se esperaba más y ofrecieron menos que cero. El primero por poner una cara acartonada efecto del deslumbramiento porrero o mal despertar y la segunda lo intentó por activa, pasiva, cante y cambio de modeli consiguiendo únicamente el beneplácito de su madre. Un tal Billy Crystal, que nadie sabe que se ha puesto en la cara para parecer un extra de “Encuentros en la tercera fase”, pasaba por allí y les dio dos millones de vueltas en medio mili segundo. También sacaron del sarcófago a Kirk Douglas que abrió y destrozó la velada junto a Melissa Leo. El primero por hacer su rol perfectamente del viejo de las batallitas y la segunda por hacer sus batallitas viejas por el tiempo en contarlas. No entiendo cómo una persona puede tardar tanto en dedicarle un premio hasta a las pulgas de su perro.

Con Franco y a lo LOCO

Ni siquiera los palabras de honor, los tonos empolvados y el exceso de polvos fueron la tónica general en la alfombra roja-putón. Como rojo (y Plutón) fue el regreso de PE: esperemos que no le hayan liposuccionado su cerebro y que su neurona siga viva. Su traje llamas choriceras manchegas con un pelín de lorza, homenaje a la manteca siciliana, completaron los espasmos previos a una gran siesta: números musicales melosos y paupérrimos, escaso humor y mucho menos sorpresas como si todo estuviera tan guionizado que invitaba al sopor. Ricky Gervais dedicaba en su blog el verdadero discurso que tenían que haber soltado Hathaway y Franco… Genial y bestia, como siempre y ahora intento una traducción. El que soltaron la que llamó cínico a Gervais  y su amigo drogado en la gala fue un chusco vocacional de la nimiedad y la falta de talento de ambos. Eso sí, los vídeos-montajes de entrada y salida indicaban que “Inception” y “El discurso del rey” eran las ganadoras de la noche. 
Claro y alto, pero uno se pregunta si esos nuevos desplantes cobran forma en una dedicatoria final a actores y directores, entre otros artistas del gremio, donde que no se incluya a Berlanga es normal, teniendo en cuenta su incultura cinematográfica (demostrada en premiar a Tom Hooper). Pero que se meta a Chabrol y Monicelli y se olviden de Rohmer entra en lo anales del desprecio. Como el que les hizo Godard al rechazar su Oscar honorífico (y de segunda) que le hubiera valido, como a Coppola, para salir dos mili-segundos al escenario y ser exhibido como una momia andante antes de que rápidamente cayese el telón. Esa falta de respeto fue invocada mediante la inclusión del poder afroamericano al darse cuenta que no había ningún nominado de color salvo la barba de Christian Bale. No pudo faltar Oprah, claro.

La peor gala de la historia, según Roger Ebert, se finalizó con pornografía infantil y decenas de niños (muchos obesos) cantando canciones pornográficas de la industria del cine porno-musical yanki rodeados de los ganadores. Yo no entendí el guiñó, no el chiste y si éste existía. Creo que tampoco nadie.