sábado, 21 de enero de 2017

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Una serie de catastróficas desdichas: Deja de mirar, deja de mirar…

Serie de TV
“Una serie de catastróficas desdichas”
Título original: “A Series of Unfortunate Events”
EEUU
2017

Sinopsis (Página Oficial):

Los huérfanos Baudelaire encaran toda suerte de retos y peligros, además de al malvado conde Olaf, en su afán por descubrir los secretos de la familia.

Crítica Bastarda:

¿Por qué nos odias tanto?
× Porque es divertido.

La nueva adaptación de Daniel Handler, tras “Una serie de catastróficas desdichas de Lemony Snicket” de Brad Silberling, nos invita de sus créditos a que dejemos de ver la serie y no miremos más, ya que solamente encontraremos horrores y desgracias y un montón de gente mala. Tal vez la fórmula que invite a los espectadores para disfrutar del mal forme parte de ese sentimiento y dicotomía que nos instigue tanto a no perder de vista las acciones de sus villanos como a repudiar las mismas moralmente. No obstante, ya no podemos apartar la mirada por mucho que nos advirtieran. Nos hemos asomado ante la oscuridad, es demasiado tarde. En tal contradicción, un narrador (Patrick Warburton) trata de espantarnos de la infortunada historia de los huérfanos Baudelaire como parte de un efecto de psicología inversa y, al mismo tiempo, sirviendo de recapitulación a ese leitmotiv planteado en el que el odio y maldad puedan resultar entretenidos e incluso oscuramente divertidos. “Una serie de catastróficas desdichas” trata de recrearse tanto en su lúgubre atmósfera y su humor negro para facilitarnos la digestión de los trágicos sucesos y miserias alrededor de sus protagonistas. En la historia habita una evolución y crecimiento a pasos agigantados respecto a esas duras e implacables pruebas que se suceden, como si al mismo tiempo la audiencia también se viera sometida a tal examen en cada zancada que da la narración. Cambiando secuencias por páginas, es obvio que uno de los grandes alicientes para disfrutar de la nueva propuesta de Netflix es Neil Patrick Harris. El actor ha cumplido sobradamente con las expectativas y ha hecho suyo el papel del maléfico y desagradable Conde Olaf, haciéndonos olvidar completamente la interpretación previa de Jim Carrey. En ese juego de torturas, nuevas caras, situaciones surrealistas y disfraces, la serie trata de utilizar el formato para confeccionar una adaptación sumamente fiel del material original, dejando la puerta abierta a nuevas temporadas e incluso posibilidades en su futuro dentro del portal de entretenimiento.



En los primero ocho episodios, el trasfondo oscuro contrasta con los rostros de los jóvenes intérpretes y sus esperanzas de dar sentido al trágico suceso que supuestamente se llevó la vida de sus padres dejando un sinfín de secretos. “Una serie de catastróficas desdichas” trata también de sumarnos a ese canto de ilusión utilizando las figuras de Will Arnett y Cobie Smulders para impactarnos con un golpe de efecto al cierre de la temporada. Otra de las cuestiones fundamentales del espectáculo es recrearse en las maquinaciones de Olaf y sus esbirros para hacerse con la fortuna de los Baudelaire como parte de sus muchas piruetas argumentales y diferentes tonalidades narrativas. Aunque el propio autor se alejaba de cualquier moraleja podemos entender la serie como una alegoría respecto a esa sociedad que no suele escuchar a los inocentes niños y los silencia hasta que es demasiado tarde. Los monstruos están ahí afuera acechando, con distintas caras, regodeándose ante la farsa, ante la permisividad de un mundo frío, ignorante y cruel que no ve la risible máscara de la que debe protegerlos. Solamente los niños (en su papel de héroes de la ficción dentro de toda fábula y cuento) pueden exponer a los monstruos y su maldad… si consiguen sobrevivir en todo ese catastrófico proceso. Dentro de su combinación de belleza y demencia, plagada de estrellas invitadas, “Una serie de catastróficas desdichas”, juguetea con la ironía, veracidad y, sobre todo, papel de su narrador. ¿Quién es realmente Lemony Snicket? ¿Cuál es su relación con el Conde Olaf? ¿Cuál es el papel (real) de ambos en la historia? ¿Y por qué Olaf está tan obsesionado (hasta niveles delirantes) con la fortuna familiar de los Baudelaire? Las pistas y secretos se van sucediendo mientras se instauran numerosas capas visuales y guiños quebrando constantemente la cuarta pared. ¿Nos da la bienvenida Neil Patrick Harris al reinado de las series de televisión (en lo que adaptaciones se refiere) respecto al universo cinematográfico? Tal vez el sentido de esta propuesta de Netflix sea las posibilidades que ofrece respecto a la artificialidad de todo cuento y las oscuras connotaciones que engendra su relato. Todo es teatro, al fin y al cabo. Y aquí el secreto para seguir adelante y continuar mirando la pantalla sea precisamente el halo burlesco que esconde toda maldad y fechoría, como si el acto ‘infantil’ dotado de sentido y perpetrado por un adulto tuviera consecuencias claramente peligrosas y desesperantes. Ya no existen los juegos de niños… Ni el universo de Daniel Handler ni evidentemente en nuestro más catastrófico y desdichado mundo.



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1 comentario:

  1. La vimos completa la serie con nuestros hijos... esperamos una segunda temporada... gracias por la crítica, muy buena.

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