lunes, 15 de agosto de 2016

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Outcast: Primera temporada


[AVISO SPOILERS] Tras la emisión de “This Little Light” (1x10) no me gustaría dejar Outcast sin dedicar algunas palabras a su primera temporada sin estar bajo la posesión de un demonio de alto rango. Les recuerdo que aunque normalmente las críticas dedicadas a películas y espectáculos del subgénero de posesiones suelen salir en este bastardo blog de la pluma de una criatura superior y ente sobrenatural, esta vez considero que interesa más una aportación terrenal. Es cierto que la nueva producción de Robert Kirkman se anunció a bombo y platillo con todo tipo de respuestas después de su estreno. Resulta, por el contrario, mucho más sugerente el arco que se establece desde “A Darkness Surrounds Him” (1x01) hasta el desenlace de su season finale, donde comprobamos que la jugada va más allá de rentabilizar una proyección habitual de las misteriosas fuerzas oscuras que persiguen al protagonista. Una de las principales bazas de la propuesta de Cinemax es mantener ese halo de suspense en las maquinaciones de entidades supuestamente diabólicas que están haciéndose con el control de una parcela de la población. Y ese tanto argumental nos lleva a la presentación de otro tipo de espectáculo con el que no contábamos. Desde el comienzo de la nueva creación de Robert Kirkman los estereotipos sobre las posesiones florecieron entre momentos «WTF!?» como exorcismos a puñetazos y obligar a esas descontroladas y violentas entidades a abandonar los cuerpos que ocupan gracias a la sangre del protagonista a modo de Santo Grial. Esa parcela de tópicos ya venía acentuada con otras novedades como el imán que supone Kyle Barnes (Patrick Fugit) para esos demonios que están llegando a nuestro mundo y su incansable búsqueda de la succión del aliento/energía que se encuentra en el interior del mismo. Del chapapote negro asesino mejor no hablar… Las reglas tampoco se establecen rápidamente ya que incluso en una conversación entre el Reverendo Anderson apenas pueden concretar cómo afecta a las personas librarse de esa entidad que les poseyó. Tras diferentes casos y experiencias la pareja se da cuenta de que a algunos pueden ayudarlos pero a otros no dependiendo posiblemente del tiempo que ha estado dentro de su huésped la presencia sobrenatural. Pero también hay excepciones… Demasiadas para establecer una regla… A ambos les queda claro que existe un momento de la posesión en el que la entidad desgarra algo de la persona a la que poseía y ésta no vuelve a quedar igual. Un ejemplo es la madre del propio Kyle. ¿Y cómo podemos encajar todas esas piezas?

Hasta el décimo episodio y último de la primera temporada no van a darnos demasiadas pistas salvo confirmar que los demonios que vienen llegan de otro mundo del que también procede Kyle. La idea es revelar que los exorcismos que realiza la iglesia católica son una simple mascarada de algo mayor sin que tampoco podamos concretar si habita en la divinidad alguna clase de ‘antídoto’ o si sus elementos (luz, crucifijos, palabras sagradas, agua bendita, etc.) son una simple coincidencia al estado de esos cuerpos adaptándose a sus nuevas condiciones. Los ‘demonios’ que llegan a nuestro mundo y aterrizan (literalmente) en un cuerpo humano se enfrentan a un complicadísimo periodo de adaptación en su nacimiento, donde encajan los elementos del subgénero de posesiones pero, una vez acomodados en su nuevo cuerpo, pueden continuar su camino dando la impresión de que las acciones de los ‘enviados de Dios’ dieron sus frutos y la sanación se produjo. En “Outcast”, no obstante, existe una comunión entre el material fantástico con su segmento religioso, como si ambas percepciones fueran simples vías para explicar exactamente lo mismo. Sidney podría ser considerado un falso profeta, para que el diablo reine por mil años desde un punto de vista religioso, o un simple embajador de las criaturas de ese mundo interesadas también en Kyle, el marginado. El título de la serie, por lo tanto, es el apodo que aquellos de la misma clase de Sidney han otorgado al ser que necesitan dentro de su plan. Kyle también procede de ese mundo (o dimensión) sin que conozcamos cómo se fusionó dentro del cuerpo humano que supuestamente habita y por qué es distinto a sus otros… ¿hermanos? ¿Se trata de una bengala y luz para que aquellos similares a él lleguen a nuestro planeta? ¿Es el fin al que todos ellos desean llegar? Esos demonios están llegando a nuestro reino ya que no pueden quedarse en el suyo y sobre tal premisa encaja una variación de un relato similar a uno articulado por Stephen King. ¿Son alienígenas? ¿Proceden de otra dimensión? ¿Descartamos la parte religiosa o nos desvelarán que Jesucristo era otro ‘outcast’? 



En realidad, de la irregular y predecible serie de Cinemax interesa su jugada argumental para cambiar y modular el subgénero de posesiones hacia otros más jugosos horizontes. Si bien Jaume Balagueró y Paco Plaza lanzaron el órdago de integrar en el cine dedicado a zombies/infectados al mismísimo diablo vía parásito o simbionte, en “Outcast” tendremos en su cierre un planteamiento que ya nos avanzaba el descubrimiento de los protagonistas respecto a una sociedad plagada de seres humanos poseídos que viven normalmente y con toda tranquilidad. Esa ‘humanización’ de los seres sobrenaturales viene de la mano de distintos casos en los que el propio Sidney dejaba claro que ellos también son parte de una purga frente al mal que puede desplegar la humanidad. ¿O cómo denominaría al acto en el que un asesino en serie de niños deja de cometer sus abominables crímenes gracias a una posesión de una entidad con otros intereses menos diabólicos? Tampoco los ‘demonios’ son hermanitas de la caridad ya que tienen un plan del que Kyle es parte y podríamos establecer un debate un tanto superficial como el que se planteaba en ese bodrio dirigido por Andrew Niccol que adaptaba una novela de Stephenie Meyer. En La huéspedla pérdida de la identidad humana se colocaba como frente del discurso y en la serie de Cinemax aterrizan también las consecuencias que conlleva todo exorcismo y toma masiva de cuerpos a modo de invasión. Tanto la esposa de Kyle como su hermana Megan van a ser víctimas de unas posesiones que dejarán terribles huellas sobre sus almas y el peso de los actos que cometieron. Del mismo modo, las acciones que comete el Reverendo Anderson para combatir al fuego con fuego (literalmente) le dejarán frente a un dilema moral sobre un posible crimen de un inocente (aunque Aaron fuera todo un hijo de fruta), que encima es el hijo de la mujer con la que tuvo una relación romántica. Otro de los descubrimientos de “This Little Light” (1x10) es que la hija de Kyle, Amber, tiene los mismos dones de su padre explicando algunos misterios del porqué Allison fue liberada aunque, ya dispuesta a elegir superpoderes, la mocosa hubiera preferido volar o hacerse invisible. La idea tanto de padre e hija es escapar de todo ese nuevo orden que se ha personado a su alrededor y buscar un lugar donde puedan vivir y recuperar tanto a la figura materna como a Megan y Holly. Pero esa reconstrucción familiar queda suspendida por el punto de giro que propone el desenlace de la primera temporada de “Outcast”. En realidad, no nos encontramos ante una serie de ‘posesiones’ al uso sino ante una modulación de “La invasión de los ultracuerpos” donde una creciente porcentaje de la población va a ser víctima de posesiones y aquellos ‘demonios’ que habitan entre nosotros están preparando las infraestructuras necesarias para que su presencia y llegada pase lo más inadvertida posible. Da la impresión de que Kyle y Amber no van a poder tan fácilmente de una gran conspiración de la que forman parte. La pregunta bien podría ser distinta: ¿de verdad que nos importa o sus episodios finales animan a mantener alguna esperanza en una serie bastante alejada de su mejor versión? De momento únicamente puedo confirmar que a los demonios la propuesta de Robert Kirkman les ha parecido una auténtica basura. Creo que se pasan, aunque tampoco la serie ha demostrado ser ninguna maravilla. 

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