martes, 23 de agosto de 2016

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The A Word: Tenemos que hablar de Joe

Serie de TV
“The A Word”
Reino Unido
2016

Sinopsis (Página Oficial):

Drama familiar con un niño con autismo en su núcleo. “The A Word” es una serie dramática que invita a la reflexión y con un tono sutil, captando un retrato auténtico de una familia después de que se le diagnostica autismo a su hijo.

Crítica Bastarda:
Cantar es otra forma de alejar a todo el mundo. Para protegerse de lo que encuentra difícil. Comunicación, emociones…
Hablemos de esa palabra que comienza por ‘A’ y cómo unos padres —y por extensión toda la familia a su alrededor— tienen que hacer frente al diagnóstico de autismo sobre el más pequeño miembro familiar. Rápidamente nos indican que no es una única condición y tampoco se trata de una enfermedad. En realidad, “The A Word” pretende articular un retrato veraz del autismo respecto a las modulaciones de un drama familiar para acercar al espectador una realidad que muchas veces se ha convertido en un tabú para la sociedad con algunas aproximaciones puntuales en el universo cinematográfico. ¿Es correcto poner una etiqueta a todo, encasillando aquello que es un tema que no desea ser nombrado salvo como un simple capricho de los escritores? Renovada por BBC para una segunda temporada, los seis primeros episodios sirven para introducir a una familia con sus propios problemas que ha de lidiar con esa gran ‘A’ que posiciona a todos a enfrentarse a sus demonios personales. Aquí se une el inconveniente de comunicación de los Hughes a la condición del pequeño Joe, como si hablar de todo aquello que resulta un impedimento o se trata de un tema intocable fuera la mejor forma de alcanzar una catarsis conjunta dentro de la estructura familiar, con otros problemas que se encuentran enterrados y que van a salir a flote siendo exhumados. Desde los primeros compases comprobamos que Alison y Paul se niegan a aceptar la condición de su hijo, aceptando finalmente que éste tiene un problema que ha de ser tratado y, a partir del segundo capítulo, el matrimonio comienza a lidiar con el autismo de Joe desde distintos prismas. Esas intenciones de que la familia se comunique con Joe y, al mismo tiempo, con ellos mismos, es el germen dramático de la serie escrita por Peter Bowker. Sobre tal material, “The A Word” utiliza la música (y una impecable banda sonora) y el humor como elementos para bascular su propio lenguaje y conexión con la audiencia. Pero aquí evidentemente existe un retrato sobre la paternidad al que suma el punto de vista de Joe como reflejo de una infancia enmarañada en un trastorno psicológico como el autismo, añadiendo las dinámicas familiares y el retrato vital de los habitantes de una localidad.


La idea es que los Hughes hablen de Joe y, por extensión, de esa ‘A’ que va conformando el espectro del autismo y ese mundo interior del más pequeño miembro de la familia pero sin olvidar un abanico dramático propio para cada personaje. La lucha personal de todos los protagonistas pasa desde la viudedad (y la pérdida) e incluso las infidelidades de la esposa de uno de los miembros de la familia. Los Hughes tienen que seguir adelante con sus vidas y tratar de materializar sus aspiraciones y la llegada de esa palabra que empieza por ‘A’ da la impresión de ser parte de un catalizador para ese torrente de sentimientos, que van de la risa a las lágrimas, siempre bajo el mandato de una banda sonora que parece exteriorizar las emociones de los protagonistas en las letras de las canciones seleccionadas (por el pequeño Joe). La serie, además, desea desarrollar a todos los miembros de la familia bajo el espectro de sus conflictos y necesidades: la pérdida de la virginidad para la adolescente, la disfunción eréctil para el patriarca viudo, la infidelidad como sombra del otro matrimonio y, por supuesto, Joe y su ‘A’ para desestabilizar a sus padres. Esos seis capítulos que conforman la primera temporada de “The A Word” son el tránsito de la negación a la aceptación de esa palabra que nadie quiere nombrar, siendo el conjunto un cúmulo de tensiones ante la vergüenza de confesar a la comunidad la condición de Joe. Y aquí llega el cambio de perspectiva para los Hughes, aunque la serie trata de identificarse con sus dinámicas y estructuras como sus créditos iniciales. El problema de los Hughes es tanto su intensidad como la comunicación y cómo afronta Joe esas preguntas incómodas que reflejan tensiones sin resolver. Para Joe la música no es comunicación sino supervivencia y una brillante logopeda hará ver a la familia que realmente no se comunica satisfactoriamente y que toda esa tensión que se adentra en las mecánicas familiares potencian que Joe ‘escape’ a su mundo interior o utilice las canciones como escudo. Y las armas dramáticas de Peter Bowker quedan sintetizadas en la obra de teatro donde Rebecca Hughes tiene el papel principal (‘Antígona’) y en el que su punto de vista nos revela esa familia rota, donde la matriarca esconde su egoísmo y los celos ante la falta de conexión con su hijo. En el cuarto episodio se rompe esas mecánicas adheridas en sus créditos iniciales, como si las grietas conformadas en el matrimonio también quedaran concretadas en las sensaciones y roces de Joe con ese mundo y personas que lo habitan. La idea es que ese comienzo sea una modulación que vaya posicionando a Joe ante una caída sin paracaídas 


Y la evolución de esos créditos nos lleva a un lugar sin adornos ni melodías, solamente Joe y su silencio y condición, donde también el matrimonio ha quedado dividido por la decisión de Alison de no querer tener más hijos. En ese sexto y último capítulo de la temporada todos los personajes van a tener que lidiar con sus conflictos y tensión, apareciendo el gran clímax focalizado en Joe para que la aceptación aparezca en esa familia fragmentada a modo de catarsis y punto en giro en sus vidas con toda clase de consecuencias. “The A Word”, en realidad, en esas últimas líneas a modo de secuencia de montaje plantea el material con el que está lidiando mientras Joe nos mira directo a nuestro corazón: un drama familiar y emocional orbitando alrededor de esa ‘A’ que ya no puede ser contenida ni enmascarada. 
Corazón secreto, sal y comparte… la soledad que pocos pueden soportar.
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