¿Plata o plomo? La tercera de “Narcos” ha llegado para sentar las bases de una nueva serie que sea capaz de sobrevivir Pablo Escobar. Pensemos, sin embargo, en un concepto de ‘legado’ aunque pudiera bien ser un arma de doble filo para las intenciones del espectáculo creado por Chris Brancato, Carlo Bernard, Doug Miro y Paul Eckstein. La razón es que Wagner Moura hizo suyo al icónico personaje y sentó las bases para generar un nuevo mito entre la cultura popular gracias al representativo narcotraficante. La pregunta siempre ha sido la misma y es bastante clara y directa: ¿podrá la producción de Netflix escapar de ese poderoso influjo y establecer los márgenes de una ficción duradera? Podemos entender, por lo tanto, esta nueva entrega como una especie de spin-off gracias a Javier Peña y el cartel de Cali y, al mismo tiempo, como las estructuras de otro tipo de serial que tenga algunas constantes del pasado pero, no obstante, se ciña a distintos recursos y planteamientos. Quizás “Narcos” podía escapar de sus fragmentos y esencias más cuestionadas gracias a la figura y carisma impuesta por Moura. Se trataba de un personaje que podía soltar su recital de insultos para ganarse el respecto al otro lado de la pantalla. Desde el «coma mierda» al ya clásico «plata o plomo» pasando por sus manidos «gonorreas» e «hijoeputas», Pablo Escobar halló en la ficción una vía para atemorizarnos e, irónicamente, divertirnos y entretenernos con sus viles actos como si fuera una modulación regional de Tony Soprano bajo el mandato histórico y biográfico del personaje. En esta tercera temporada es obvio que los escritores no cuentan con el magnánimo antihéroe y la cuestión (en lo que adictiva maldad se refiere) se puede quedar aparentemente corta con Gilberto Rodríguez Orejuela. Sobre todo si el espectador busca lo mismo… Considero que, sin embargo, esta nueva “Narcos” va a gustar más a aquellos que no se vieron atraídos por el influjo de Escobar ya que se trata, evidentemente, de otro tipo de ficción sujeta por unos mecánicos de tensión y suspense clásicos que no tienen pudor en acaparar todo lo que desean del cine de género de Scorsese. Pero, no obstante, volvemos a la pregunta esencial: ¿ha merecido la pena el viaje desde “The Kingpin Strategy (La estrategia del cabecilla)” (3x01) a “Going Back to Cali (De vuelta a Cali)” (3x10)? ¿Plata o plomo? Repasemos brevemente las sensaciones que nos ha dejado la tercera temporada de “Narcos”.
No hace falta más allá que ‘googlear’ «Cartel de Cali» para darse cuenta del contexto histórico real y que el tipo de narración ha de ser diferente a todo lo ofrecido previamente. Los hermanos Rodríguez Orejuela, Pacho Herrera y Chepe Santacruz Londoño permiten que los focos argumentales puedan diversificarse en cuatro frentes a los que suman numerosas ramificaciones. Incluso vamos a México o Nueva York. ¿El pasado y futuro del espectáculo a través de su presente? En esta actual “Narcos” vamos a tener tramas que incluyen desde contables a blanqueadores de dinero. E incluso toda organización criminal ha de ser perseguida y, asimismo, tener sus traiciones/disputas internas y externas con otros carteles. De este modo, los agentes de la DEA se van a enfrentar a esos peligrosos narcotraficantes que van a desvelar una nueva forma de construir su negocio. La idea es que veamos todo ese entramado que construyó Gilberto Rodríguez Orejuela a base de sobornos y un férreo control de todos a su alrededor interceptando comunicaciones y adelantándose, de este modo, a sus enemigos. Es evidente que “Narcos” se inspira en hechos reales y condimenta muchas tramas con giros dramáticos y modificaciones efectistas o funcionales. Precisamente aquello que nos revela esta tercera temporada es que el cartel de Cali no hubiera caído si no llegan a ser por las acciones de Jorge Salcedo. Y es que el Ajedrecista había sofisticado tanto sus métodos y negocio que se había convertido en un personaje intocable que tenía hasta pensada su forma de redimir sus pecados en prisión, con un pacto con el gobierno, y poder tener una vida placentera con sus infinitas ganancias a partir de entonces. Es obvio que todo su plan se vio truncado cuando la DEA halló una vía para detenerlo por una azarosa casualidad del destino.
Los escritores han ideado también una manera para que Jorge Salcedo cambie de bando y trate de salvar a su familia de esos monstruos. El plan es tan arriesgado como suicida y peligroso… Esa articulación curiosamente se ampara en una secuencia que el propio personaje real ha declarado que no se produjo delante de él pero, sin embargo, funciona a la perfección como parte de esos márgenes ficticios y artimañas dramáticas. A partir de entonces, las ínfulas de Scorsese fluyen y en absoluto se disimulan. Pensemos en que podemos ser ajenos al horror hasta que éste se entromete delante de nuestras mismísimas narices y las acciones del Cartel de Cali, evidentemente, desarrollaban un hábil limpieza de las calles y de sus enemigos sin dejar rastro de sus terribles crímenes y acciones. Incluso su red de sobornos y su predisposición a no matar policías convertían a la organización mafiosa en algo cercano a un concepto invisible que, no obstante, era palpable para la sociedad. Todo eso acabó… Esta tercera temporada de “Narcos” se mueve en esas premisas y mecanismos de tensión para ir desplegando una nueva concepción de serie que atraiga al gran público y nos invite a quedarnos. ¿Es suficiente con el carisma de Javier Peña (Pedro Pascal) o aquí hay más plomo que plata?
Tal vez el concepto de interés sea ese choque de real y ficción que propone el espectáculo de Netflix y la reciente noticia del asesinato de un miembro del equipo encargado de buscar localizaciones en México —para la próxima temporada— nos haya dejado tan impactados como dubitativos. ¿Fue un crimen ‘circunstancial’ o alguien no quiere que se conozcan las cloacas de sus turbios y monstruosos negocios? Considero, sin embargo, que la parte más sugerente de “Narcos” es la propia torsión de verdad/mentira que utilizan sus escritores y las réplicas que se producen al otro lado de la pantalla por los personajes reales (a modo de comentario extra). Chris Brancato, Carlo Bernard, Doug Miro y Paul Eckstein se han ceñido al policíaco para sobrevivir y lidiar con la verosimilitud y entramado ficticio que facilite la digestión a los telespectadores. Nada es igual y todo ha cambiado y, pese a que Escobar sigue dejando su sombra y huella, esta “Narcos” trata de sobrevivir con viejas y nuevas caras a ese «plata o plomo» que dictamina la audiencia. Y aquí ha habido opiniones para todos los gustos. La mía es que la tercera temporada de “Narcos” es la más floja de las tres y que no está a la mejor altura de lo que podría estar a la altura del espectáculo de Netflix. Bastante plomo y algo de plata. Pese a todo, sigue siendo una serie entretenida con algunos buenos momentos pero persiste en esa necesidad de un narrador como una credencial incorrecta de estilo. Siempre pensé que los apuntes de Steve Murphy (Boyd Holbrook), más que aportar un necesario contexto histórico, venían encaminados para hacer más digestible al espectador anglófono esa sobredosis de subtítulos y español que iba pasar por sus oídos y retiñas. Javier Peña, ahora, pretende ‘hispanizar’ ese concepto aunque el inglés sigue siendo una vía para comunicarse con esos espectadores que disfrutarán un variado entramado de subtramas y referencias reales. La serie sigue teniendo miedo a todo su potencial en pos de construir un clásico televisivo popular. Quizás cierto drama persona resultaba forzoso e incluso su desenlace, vía secuencia de montaje, quede lejos del mejor ‘punch’ made in Scorsese y deje huérfanas muchas incógnitas respecto al destino de algunos protagonistas. ¿Por qué pasar de pies juntillas por la extradición de los hermanos Rodríguez Orejuela cuando fue un proceso más complejo de lo que se muestra? Asimismo, la forma de rodar los destinos finales de Pacho Herrera o Chepe Santacruz da la impresión de ser tan gratuitos como acelerados. Hay mucho más historia/realidad que quedó alejada de esa ficción mínima y reducida a una expresión que incluso podríamos calificar de insultante al dejar toda una realidad a merced de unos segundos. Mientras que todo el arco argumental alrededor del Navegante y Jorge Salcedo fue notablemente escrito y desarrollado, se echó en falta el mismo mimo y certeza creativa para otros fragmentos de la narración. Quizás “Narcos” trate sobre historias entrecruzadas y aquella que dictamina la de Javier Peña sea, como bien señala los actos de su padre (Edward James Olmos) arreglar cercas antes de que llegue una gran tormenta. ¿El próximo destino es México? ¿Está condenado el personaje que interpreta Pedro Pascal a enfrentarse a esos monstruos del narcotráfico? Alguien lo tiene que hacer. Así es la vida… Y nosotros, desde luego, lo seguiremos viendo y disfrutando. Pese al plomo y la plata.
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