(2011)
Cánada
Director: Philippe
Falardeau
Título
original: Monsieur Lazhar
Sinopsis (Página Oficial):
En Montreal, una profesora de educación primaria muere
repentinamente y de manera trágica. Habiéndose enterado del suceso en el
periódico, Bachir Lazhar, un inmigrante argelino de 55 años, se presenta
en la escuela y ofrece sus servicios como un profesor sustituto.
Rápidamente es contratado para remplazar a la fallecida, pero se encuentra a sí mismo en un ambiente establecido de crisis, mientras atraviesa él mismo por su propia tragedia personal.
Rápidamente es contratado para remplazar a la fallecida, pero se encuentra a sí mismo en un ambiente establecido de crisis, mientras atraviesa él mismo por su propia tragedia personal.
El mayor defecto de una cinta tan meritoria y
estupenda como “Profesor
Lazhar” es que
quedan todavía muy recientes las olas con las que emergió la indispensable “La clase” de Laurent Cantet. El
territorio dramático, no obstante, en el que se mueve la película de Philippe
Falardeau es completamente distinto posiblemente a lo visto y vivido en las
aulas en las que tantas veces hemos estado atrapados en la ficción. La película
me parece la rival más importante y directa de “Nader y Simin, una separación” para alzarse con el Oscar a la Mejor
película de habla no inglesa. Y, precisamente, lo hace con una historia que en
realidad es una fábula sobre la educación y la sanación interior de las
personas frente a una tragedia que son capaces de comprender.
Perdidos... sin maestra |
Difícil separación de la pedagogía, psicología
y educación; que parecen ir por tres caminos totalmente separados en la
sociedad. En “Polisse” de Maïwenn Le Besco, uno de los
policías de la unidad del Departamento de Policía de París especializada en
menores lava a su hija pequeña en la distancia, por miedo a tocarla, dándole
indicaciones de cómo tiene que enjabonarse sus partes íntimas. Me gustaría
saber cómo los profesores tienen que educar a sus hijos dentro de esas otras
cuatro paredes que conforman su hogar. Actualmente el menor es sobreprotegido
desde todas sus perspectivas y desde su base primordial: su enseñanza y
supuesta educación. El detonante de “Profesor
Lazhar” es el
suicidio, en la propia aula donde imparte clase, de una profesora. Sus alumnos
que no superan los doce años son incapaces de entender esa decisión y dos de
ellos ven su cuerpo inerte colgado. Precisamente son ambos los que establecen
el dialogo y conexión con el profesor sustituto, un inmigrante argelino que se
ofrece para el puesto al leer la noticia en un periódico. Pero esa capa de
suave thriller sobre el secreto de una muerte se convierte en el reflejo del
misterio que envuelve el pasado de ese ‘profesor Lazhar’. La película, adaptación
de la obra de teatro de Évelyne de la Chenelière, trata sobre la
imposibilidad de sanación del individuo y más de un joven traumatizado si no
existe un contacto físico, propio de nuestra condición y la naturaleza del ser
humano.
Lazhar y la curación |
El fin justifica los medios, y el sentido pedagógico clásico de Lazhar
contrasta con los métodos modernos mientras que la sanación de su tragedia
personal y familiar cicatriza paralelamente a la de esos pequeños que no
entienden por qué la maestra a la que querían decidió abandonarles sin
despedirse. No obstante, la película no está exenta de clichés: padres ausentes
o antagónicos a los intereses del maestro, confrontación de culturas de Oriente
y Occidente y, sobre todo, que la falta de educación y cultura provoca muchas veces
la soledad, la ira, el fundamentalismo y las escisiones violentas del ser
humano. La puesta en escena está plasmada desde el transcurso y paso del tiempo
y las estaciones. Del duro y gélido invierno al sol primaveral que derrite esa
endurecida y enraizada capa de hielo que se había clavado en el corazón de
todos los protagonistas. Esta la historia realmente de un triángulo compuesto
por Lazhar, el profesor, y sus dos alumnos, Simon y Alice,
que son los únicos capaces de restablecer el equilibrio del resto de compañeros
de aula.
Los paralelismos entre dos profesoras difuntas,
la mujer de Lazhar y la profesora que se ahorcó en una esquina del aula
durante el recreo de sus alumnos, parecen construir un relato sobre las bases
del recuerdo y la memoria. Ambas dejan un paquete con el material didáctico que
utilizaban con sus alumnos al protagonista del filme como relevo, como esos
libros que comparten el profesor y su alumna preferida y aventajada. Es cierto
que la película de Falardeau parece buscar la catarsis grupal
como clímax que marque el cambio de todos sus personajes, pero nada de lo que
ocurre en “Profesor Lazhar” me parece
impostado sino sincero y parido desde el interior del alma y sensibilidad
humana.
Posiblemente sea una película fundamental para maestros por esa separación entre la psicología, pedagogía y educación del individuo. La separación de las anteriores ramas también acaba separando al ser… tal vez por eso la bellísima fábula que cuenta “Profesor Lazhar” sea que únicamente un ser humano predispuesto y no un profesor ni un psicólogo es aquel que puede curar a esas pequeñas criaturas perdidas y con pesadas losas en su conciencia. La película de Falardeau habla de abrazos y despedidas, de honestidad y de continuar el camino pese a las rutas quebradas por las que pasamos en la vida. Un bellísimo y sencillo cuento, plasmado gracias a unas grandes interpretaciones, y un sentido de la sensibilidad y la emoción. Merece la pena, merece la pena dejarse emocionar y enseñar a otros el camino a la catarsis y la paz interior en esa lección de la vida dentro de un(a) aula.
Mirando al pasado traumático |
Posiblemente sea una película fundamental para maestros por esa separación entre la psicología, pedagogía y educación del individuo. La separación de las anteriores ramas también acaba separando al ser… tal vez por eso la bellísima fábula que cuenta “Profesor Lazhar” sea que únicamente un ser humano predispuesto y no un profesor ni un psicólogo es aquel que puede curar a esas pequeñas criaturas perdidas y con pesadas losas en su conciencia. La película de Falardeau habla de abrazos y despedidas, de honestidad y de continuar el camino pese a las rutas quebradas por las que pasamos en la vida. Un bellísimo y sencillo cuento, plasmado gracias a unas grandes interpretaciones, y un sentido de la sensibilidad y la emoción. Merece la pena, merece la pena dejarse emocionar y enseñar a otros el camino a la catarsis y la paz interior en esa lección de la vida dentro de un(a) aula.
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