miércoles, 14 de diciembre de 2011

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El Futuro: Intentar parar el tiempo

“El Futuro”
(2011)
EEUU
Director: Miranda July
Título original: “The Future

Sinopsis (Oficial):

Sophie y Jason son extraños de la misma forma que cualquier pareja es extraña cuando está sola. Viven en un pequeño piso en Los Ángeles; odian sus trabajos, y dentro de un mes adoptarán a un gato callejero llamado Paw Paw. Como si se tratara de un recién nacido, necesitará que le cuiden las 24 horas del día: puede que muera dentro de cinco meses o que viva seis años. A pesar de sus buenas intenciones, la idea de perder la libertad les aterra a ambos y por eso deciden dejar el trabajo, abandonar Internet, para lanzarse tras sus sueños. Sophie quiere crear un baile y Jason quiere dejarse guiar por el destino.
Pero a medida que pasan los días, Sophie se siente paralizada y humillada. En un momento de desesperación, llama a Marshall, un hombre de carácter firme de 50 años al que apenas conoce y que vive en el Valle. En este mundo aburguesado, no tiene que ser ella misma. Mientras siga allí, nunca volverá a verse obligada a intentarlo (y a fracasar). Sophie y Jason viven en dos realidades diferentes, vacías y aterradoras. Ahora deberán reencontrar el tiempo, el espacio y sus almas, si quieren volver a casa.

Crítica Bastarda:


¿Es meritorio ser capaz de encabezar la lista de lo mejor del año del New Yorker y aparecer en lo peor del año de la revista Time? “The Future” (con el título de “El futuro” en España) es una película de la que se ha dicho de todo debido a su paso por Berlín y Gijón: ridícula, vergonzosa, de diálogos bobalicones y estúpidos, absurda, incrédula, aburrida, tonta, fallida, sin gracia, alargada hasta el bostezo, excéntrica, pretendidamente esnob y patética… en definitiva, una película de gente rara a la que es mejor perder de vista. Con un futuro tan desalentador es curioso que desde New Yorker se nombre a la directora como la Marguerite Duras del 2011 por su predisposición de utilizar la literatura para buscar la verdad cinematográfica, hablar de la intimidad física y sus aspiraciones metafísicas. No creo que la autora de “Tú, yo y todos los demás” sea la nueva Marguerite Duras ni tampoco lo pretenda. Tal vez por ‘abstracción narrativa-visual’ acercaría más a Sofia Coppola o Claire Denis aunque la autora de “India Song” sea completamente inimitable. El mérito de Miranda July es otro y totalmente distinto: llevar lo arty, lo esnob y la perfomance cinematográfica al terreno del cine indie americano. Algunos confunden la ciencia ficción con licencias y digresiones temporales más cercanas a David Lynch que a “2001: Una odisea del espacio”. Aquí no hay una cuarta dimensión, como a la que se enfrenta Bowman en contraplanos que han marcado época (incluso en geniales parodias vistas en el arranque de la tercera temporada de “Community”), sino que se plantea la posibilidad de detener el tiempo para fingir y pretender una nueva realidad paralela. El tiempo sólo se detiene en el interior de los personajes para buscar proyecciones de ellos mismos.

Pareja estática
Realmente “El futuro” es la proyección de Miranda July donde plasmar sus frustraciones, temores, miedos, bloqueos artísticos y buscar soluciones futuras… y no las encuentra… aunque todo ese proceso es en sí mismo una obra, admirable o discutible, hiriente o profunda, ridícula o patética. Ella misma se ve incapaz de imitar a esas bailarinas que cuelgan sus vídeos en youtube como carta egocéntrica de presentación y vehículo perfecto para mostrar el ‘ombligo’ al resto del mundo. Ni siquiera encuentra su propio estilo, todo es ridículo e impostado. Lo fácil, como ejerce el personaje que interpreta ella misma, sería acabar siendo un objeto… ceder su independencia, no pensar y simplemente vivir el futuro en un barrio residencial y ser una ama de casa burguesa con marido e hija viendo pasar los años y el futuro de los demás. Y ‘pasada por la piedra’ del american way of life, claro. Me resulta curioso que los mismos planteamientos que llevó a la gran pantalla Sam Mendes en la adaptación de la novela de Richard Yates en “Revolutionary Road” sobre los desencantos, frustraciones y sueños rotos de parte de la generación de los años 50 sea tan actuales en esa generación pop, virtual, alternativa y, sí… digámoslo, bobalicona de la que habla July existente en nuestros días. Esa generación que de camino a los cuarenta se replantea su existencia e intenta dar un giro completo en el presente por miedo a ese futuro que ya es una realidad y que piensa en la adaptación social al acomodamiento burgués, al contrario que los personajes que interpretaban DiCaprio y Winslet, como un puente de salvación. “El futuro”, aunque utiliza préstamos de la comedia romántica, no acaba con la pareja unida entre algodones y arcoíris sentimentales y sensibleros sino que utiliza a dos personajes mucho más mayores para que Sophie y Jason busquen nexos de unión con su presente. Marshall es un cincuentón con hija que ofrece a Sophie dejar apartados sus instintos salvajes y creativos a cambio de pasar el futuro juntos sin preocupaciones. Pero en ese asentamiento burgués no hay ningún detalle (ni siquiera el dibujo de Gabriella que unió ambos mundos) que enlace con ese pasado que ha dejado atrás. Jason, por el contrario, encuentra en Joe parte de esa señal que buscaba como punto de creación para un futuro buscando algo nuevo y distinto… aunque tenga todo un camino por recorrer en una tarea (salvar el mundo) que ya está perdida hace tiempo y sólo queda disfrutar del momento que nos toca por vivir. Sería más fácil, como hace la propia Gabriella, fingir ser un árbol, volver a lo más básico y primogénito de la naturaleza y ver como ese tambaleante mundo terrenal se desmorona alrededor. ¿O los burgueses son los árboles de la sociedad para Miranda July?

Buscando un estilo
Pero “El futuro” también habla de una nueva generación que es incapaz de vivir sin redes sociales ni internet, que utiliza un mundo virtual alrededor de ellos para no tener que lidiar con ellos mismos… y si tuvieran que hacerlo se darían cuenta que el futuro que les espera es negro y aterrador. Lo mejor es tal vez no pensar y utilizar el inmovilismo creativo para que el tiempo pase sin darse cuenta y anestesiado. Como en todo relato sobre la vida es necesario que aparezca la muerte y es ahí donde el gato Paw-Paw (von voz de la Miranda July) que se estable como narrador desde el punto de vista de aquel que tiene un futuro mucho más desalentador que el de sus futuros amos. El tiempo y la vida, como siempre, son relativos y la cineasta parece humanizar y al mismo tiempo hacernos ver que Paw-Paw, con esas patitas tan visibles de peluche, no es más que otra proyección victimísta de ella misma. La película, además, funciona con muchos mecanismos cercanos al post-humor para hacer una autocrítica del mundo arty pero también una sátira hacía sus detractores, los mismos que han puesto a parir a “El futuro”. Da lo mismo que te perseguía una camiseta XXL bananera para que encuentres en tu interior una nueva manera de desarrollar tu creatividad aunque no te entienda nada ni nadie o que te rías de esos seres que se creen arty-stas contemporáneos, ya sean por sus vídeos que cuelgan en youtube o sus películas independientes. Tu futuro es simplemente el mismo que ellos: indeterminado, tal vez cruel e impuesto por el mundo que orbita alrededor (con pasada de piedra incluida)… por muchas señales que intentes buscar y retener… el tiempo corre para todos por igual. Asómate por la ventana y grita porque nadie en este mundo responderá a tu llamada. Bueno, tal vez Paw-Paw

¡Grita!

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