“The Artist”
Director: Michel Hazanavicius
Francia
2011
Sinopsis (Página Oficial):
Hollywood, 1927. George Valentin (Jean Dujardin) es una estrella del cine mudo al que todo le sonríe.
La llegada del cine sonoro marca el final de su carrera y lo lleva a caer en el
olvido. Pero la joven extra Peppy Miller
(Bérénice Béjo) empieza a ser propulsada
hacia el firmamento de las estrellas. “The
Artist” cuenta la historia de estos dos destinos entrelazados.
El prestigio crítico
gafapastil y cinematográfico, Jonathan
Rosenbaum, dilapidó al filme de Michel Hazanavicius ya que su visión del final del cine mudo en Hollywood(land) le parecía totalmente
falsa, tanto estilísticamente como en lo que se refería a los detalles
históricos. Uno
de los recursos que definitivamente le apartó de la historia y le imposibilitó
tomarla en serio fue la utilización de la banda sonora de “Vértigo”, el mítico filme de Hitchcock
realizado casi treinta años después. Y
es que si alguien pretende tomar “The
Artist” como un filme mudo desenterrado en nuestra era como fue la
intención de “The Call of Cthulhu”, ese
intento de crear una película fósil que no vimos pero que pudo existir y se generaba
de las entrañas del pasado, quedará igual que un rígido historiador al visionar
“Malditos bastardos” de Quentin Tarantino. Tal vez tengamos que
malentender la historia y romper reglas para que pueda tener cabida en el
presente y precisamente es de lo que nos
habla “The Artist”.
La recreación sobre lo imposible |
Las intenciones de
Michel Hazanavicius son
completamente distintas a recrear simplemente y a tiralíneas el cine mudo, lo imposible, ya que parece respaldarse completamente en el sonoro. Ese cine que todavía monopoliza la cultura contemporánea donde queda enmarcada la propia “The Artist”,
para desde ahí generar un homenaje al pasado... en esa industria que clausuró ese cine mudo por una cuestión meramente económica. Las reglas que crea son sobre filmes
sonoros como “Ha nacido una estrella”, “Cantando
bajo la lluvia”, “Cautivos del mal”, “Ciudanao Kane”… sobre la estética y
sensibilidad silente de Murnau, Vidor, Stroheim, Niblo y un largo
etcétera. Pero más allá del juego de referencias brutal la película es prudente con las normas que
plantea, aparentemente inquebrantables, pero también es consciente de su posición y
perspectiva para tantear las posibilidades de romperlas. Tal vez cuando se
desplaza la historia la emoción queda malentendida hasta que uno se da cuenta
que es pura emoción, al fin y al cabo.
La historia de amor que cuenta Hazanavicius no es más que una excusa y metáfora para un cuento sobre la vida y el cine: no
podemos olvidar lo pasado porque no encaje en moldes presentes. Hay que
seguirlo y mantenerlo en un sepulcro aunque ese propio pasado quiera encender
una llama y pira funeraria que le haga desaparecer. Hay que amarlo en silencio
y en secreto pero amarlo, en definitiva. Seguir sus pasos para no perderlo y
protegerlo. Jugarse la propia vida para alcanzar ese momento en el que tenga un
espacio en nuestro presente y que sea aplaudido (sonoramente) por aquellos que lo enterraron. Un momento, ¿y qué pinta aquí ese maravilloso perro que tiene que tener más años que Matusalén y que se convierte en lo mejor del recital? Nadie es perfecto, aunque a partir de ahora no digan vintage,
digan “The Artist”.
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Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarThe Artist, The Artist, The Artist!
ResponderEliminarMe parece que iré a verla otra vez al cine, he dicho.
Psdt: Me siento más tranquila sabiendo que Jonathan Rosenbaum echó pestes de ella; no vaya a ser que a estas alturas se crucen nuestros caminos y tengamos un susto jajaja
Hola Sidhe!
ResponderEliminarNo te he contestado!! Qué FAIL! Pues ya ves, aunque Rosenbaum diga-digo... al final mandan los Oscars...
Saludos!