Esta mañana ha entrado un chico joven al Metro, ante la mirada atónita del resto de pasajeros, con una tabla de surf embutida y enfundada en papel-plata como si de un bocata de chorizo listo para el recreo (o descanso) se tratara. Sí, los anónimos y numerosos usuarios de ese medio de transporte nos dimos cuenta en ese preciso instante que nuestras vacaciones habían cobrado fin; éramos simples asientos y atrezo de aquel afortunado (e hijo de puta) que iba a empezar su periodo vacacional.
También se le acabaron las vacaciones... |
Algún Tolosa puede pensar que el chico en cuestión volvía y no partía pero, ¿saben una cosa? Una cara es el mayor espejo del alma y se notaba, se sentía y se sabía en ese vagón que aquel capullo iba a empezar lo que alguno ya habíamos dejado hace poco tiempo. Encima, estaba blancujo, síntoma claro de no haber pasado por una playa este verano; y es que el moreno es delator de la sintonía burguesa. En la época Feudal estar más blanco que el culo de Casper era sinónimo de ser noble o señor. En cambio, si estabas moreno eras un puto campesino de mierda. Pero en estos tiempos en los que las modas imponen tostados abrasadores, de vuelta y vuelta y riesgo de no embarazo que delatan un paso por la playa (o los rayos UVA), estar moreno es sinónimo de haber ido a la costa; requisito vacacional obligado para cualquier buen burgués que se precie o aspirante a parecerlo o serlo. Ahora ser campesino es lo más... y estar blanco (o sea, ser Noble) es sinónimo de ser un fracasado currito de mierda que no ha tenido vacaciones.
Nuevo moreno burgués |
Gracias a Dios hay un síndrome que han definido como invento del obrero para ampliar sus míseras vacaciones unos días e incluso una semana (o dos). Consiste en decir al mundo lo mal que estás trabajando y no en la playa a la bartola. Joder, pues claro que se está mejor… pero habrá que trabajar para que se produzca ese ‘milagro’ de final-inicio de mes llamado ingreso de salario o cobrar la nómina. En fin, la Sociedad Española de Psiquiatría lo ha definido de ‘cuento’ y que afecta a la mitad de los trabajadores. Aunque en el país del cuento y el escaqueo… y del chupoteo-mamoneo a la Seguridad Social resulta normal e incluso obligado.
Dame moreno...que estoy enferma... |
Lo que sí es normal, si las vacaciones son extensas (tres semanas o cuatro) sobre todo, es volver a la vida laboral en un permanente estado de ensueño, como si estuvieras ‘en-drogado’ por el café y no por ‘droja’ en el cola-cao a lo José Tojeiro. En ese estado hippie de inopia a la cruel realidad se vive estupendamente… hasta que pronto llega la hostia. Lo normal es que sea lanzada en formato daga o puñalada trapera por alguna sucia víbora de oficia que preguntará por tu pasado inmediato; éso es por el desarrollo de tus vacaciones. Un escaso puñado de personas preguntarán porque realmente les interesa tu vida y milagros, etc. Seamos sinceros, son un 2%. El otro 98% desea recordarte que se han acabado tus inmerecidas vacaciones y que, como ellos, te toca trabajar y que tu sucio moreno playero-burgués tendrá fin en dos lavados. Cosas del agua de Madrid...
Afectado del síndrome postvacacional y pérdida del moreno |
Ante los tocamientos de bolsas escrotales y síndrome postvacacional lo mejor es tener algún tipo de advertencia o plan H (por lo que a Hostias se refiere). Cuando llegas a la oficina el recibimiento es con besos y abrazos, al principio, pero después llega el momento “La matanza de Texas” y todo el mundo saca su motosierra para rebanar la piel morena que pilla a mano y a tiro. Para evitarlo se pueden hacer dos cosas bastante irónica-dignas en diferentes formatos visuales:
I) AVISO EN EL PUESTO:
Ante analfabetos lo mejor es un aviso. Word y una impresora son requisitos fundamentales. Lo puedes llevar de casa a todo color en caso de que la impresora del trabajo sólo imprima en blanco y negro (habitual en oficinas).
II) CORREO ELECTRÓNICO:
Lo normal es que te den la bienvenida en formato correo electrónico y te pregunten «¿Qué tal las vacaciones?». Hay que responder inmediatamente esto (es una versión masculino-lésbica aunque se puede reescribir una versión femenina):
“Lo he pasado fatal. He estado en el Caribe las cuatro semanas tomando mojitos, hablando con muchos famosos que estaban allí, yendo a saraos por la cara porque siempre te invitaban a todo, sin tener que madrugar (porque los días duran el doble allí) y, sobre todo, barnizándome con el Sol estupendo y maravilloso de allí… porque el moreno de allí (sí, repito allí mucho porque ALLÍ no es AQUÍ) es mucho mejor que el cutre de aquí. Todo eso (y mucho más) mientras aquí pringabais como campeones o eso creía porque esto está lleno de mierda cuando he vuelto y huele cantidad. Bueno, el Hotel era solamente mega-pijo y yo pensaba que era súper-mega-pijo. Un desastre, vamos. Estuve llorando diez segundos hasta que pasó algo que cambió mis desastrosas vacaciones.
Pero ahora viene lo peor. A los pocos días fui secuestrado por una organización de modelos del Playboy (ninfómanas todas ellas) y abusaron de mí (y de mi confianza) día y noche.
Cuando fui liberado me invitó una magnate a hacer un crucero en un mega-yate por las Bahamas para comprar mi silencio ya que una de esas modelos es hija suya. Me enseñó toda la Costa y me presentó a su hija. Muy guapa, atractiva, como buena modelo del Playboy. Además, era científica, con tres carreras, sabía hablar en público y ¡era rubia natural! Por supuesto, hubo sexo salvaje en ese mega-yate pero soy un caballero y no hablo de mi vida privada conputasvíboras como vosotras.
[[Esta mañana me caí de la cama, desperté y he venido a trabajar.]]
****ESTA ÚLTIMA PARTE QUEDA MUY BIEN PARA QUE NO TE DESPIDAN*****
Gracias por la bienvenida. Os quiero mucho y os he echado de menos.
Un saludo,”
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