[AVISO SPOILERS] “Homeland” es una serie que nunca lo ha puesto fácil a la audiencia. Ya sea bajo sus decisiones creativas o sus planteamientos morales, la ficción creada por Alex Gansa y Howard Gordon ha ido creciendo a través de sus primeras cinco temporadas para encontrarse un nuevo futuro que alargará su legado hasta 2019. Tal vez la propuesta de Showtime sea conocedora de que todavía tiene mucho que contar o, por el contrario, las intenciones sean cerrar un ciclo respecto a aquello que nos llevó a los espectadores a engancharnos a unos personajes que ahora encontrarán un oscuro reverso hacia un destino impuesto. No es en absoluto casualidad que “America First” (6x12) decida contraponer con un plano calcado al de su piloto donde, irónicamente, Carrie Mathison da la impresión de tomar el relevo de Nicholas Brody frente al Capitolio. Resulta descabellado pensar en que nuestra antiheroína vaya a convertirse en una terrorista pero, no obstante, “Homeland” desea manosear esos reflejos y guiños respecto a su propio pasado y orígenes para cerrar un círculo que nos plantee si ha merecido la pena el camino escogido por los protagonistas. Todo tenía un significado dentro de una evolución y la vuelta a casa, para formalizar el juego de palabras del título de la serie, debía tener contrastes y consecuencias. Carrie va a encontrarse ya sola en su lucha y seguramente piense en los sacrificios que sus seres cercanos han cometido previamente y, ahora, se instaura una idea similar a la que llevó a Brody a plantearse traicionar a su país: algo no está funcionando en su país ante un gran injusticia que se está perpetrando y consumando. Es obvio que el espectáculo de Showtime siempre ha funcionado a la perfección como una vertiente de inconsciente de la realidad y el mapa sociopolítico actual con sus muchos añadidos fantasiosos. Alex Gansa y Howard Gordon no van a perder la oportunidad de incluir el malestar social y mediático frente a Donald Trump, dotando simultáneamente de otro matiz y oscuro lado tenebroso que descoloque a los televidentes. La idea es transportarnos hacia ese cosmos polarizado en el que todo pueda estallar por los aires en cualquier momento dentro de esa política aislacionista estadounidense tan recurrente en los noticiarios internacionales. La vuelta de tuerca ácida y sibilina ya está aquí y el debate dispuesto sobre esa mesa que conforma nuestras pantallas. ¿Qué ha ocurrido en la sexta temporada de “Homeland” para que estemos obligados a hablar de su controversia?
El recorrido de “Homeland” siempre ha sido amplio y la polémica ha cambiado de foco. Si bien Dana Brody y “Long Time Coming” (4x12) fueron grandes puntos de controversia, la idea actual de la serie es que sus planteamientos éticos/sociales/políticos/morales actuales enmarquen ese nueva capa de polémica junto a sus decisiones argumentales. Podemos entender el conjunto hasta el momento como un díptico de seis temporadas divididas y dedicadas en su mitad a dos personajes fundamentales en la vida de Carrie Mathison: Nocholas Brody y Peter Quinn. La autodestrucción de ambos también nos traslada al gran sacrificio final que hicieron por causas mayores. ¿Ha merecido la pena? Posible ese plano que ata el piloto a este fin de un ciclo nos dé respuesta o, por el contrario, nos deja ante un mar de dudas. Antes de llegar al ‘América First’ como ácida sátira política, muchos de los planteamientos para esta sexta temporada de “Homeland” han pasado por dar sentido a personajes como Peter Quinn o Dar Adal. También y, al mismo tiempo, la idea servirse de todo el recopilatorio de tramas pasadas para encarar una especie de reciclaje bajo el mandato de la economía narrativa. Otra lectura más ácida es la actriz escogida (Elizabeth Marvel) ya que interpretó a la candidata a la que vimos postularse para el cargo en “House of Cards” siendo frenada en el seno de su propio partido por el pérfido e implacable Francis Underwood. Ese juego al cambio de roles también parece transmutar todo el cosmos de la serie de Showtime en la que las intenciones evidentes son cerrar ese círculo impuesto en Nueva York desde el 11-S. Sekou Bah (J. Mallory McCree) nos introducía también un componente histórico con el atentando en 1993 sobre el World Trade Center e incluso antes con la ejecución y asesinato del fundador de la Liga de Defensa Judía. Él mismo va ser uno de los muchos títeres y marionetas dispuestos para una batalla interna por la supremacía y control de una potencia mundial. Hay demasiado en juego y las elecciones democráticas siempre son puestas en evidencia cuando un gran espectro de la población no comparte su resultado. ¿Nos está además contando “Homeland” que la propia ciudadanía son pantomimas al servicio de la era de los bots de internet y de las habituales manipulaciones del cuarto poder?
Los márgenes siempre han sido difusos e incómodos en “Homeland”: demasiado liberal para los conservadores y, al mismo tiempo, excesivamente conservadora para los liberales. Más que una equidistancia, no obstante, el espectáculo siempre ha tratado de iluminar ciertos espacios oscuros y en esta temporada surge una variación extraña del patriotismo y la cobardía. EEUU no es un país para idealistas ni tampoco para políticos ya que, al final, utilizan su propio egoísmo y temor para tomar decisiones injustas y/o exageradas. En esta sexta temporada comenzamos con un debate respecto a los límites de la libertad de expresión para adentrarnos en ese cosmos de conspiparanoia tan habitual en “Homeland” y centrarnos en las maniobras de Dar Adal para que la Casa Blanca no sea un incordio a sus muchas estratagemas en el mapa sociopolítico internacional. La serie no necesita introducir ningún villano al contar con un diablillo al que le encanta ese juego de poder y espionaje. La presidenta electa, Elizabeth Keane, no está demasiado de acuerdo con la política exterior estadounidense planteando un regreso de las tropas e indagando en todas las operaciones con drones y paramilitares que no requieren una firma del presidente. Ahí también aparece la figura de Majid Javadi, un programa nuclear encubierto de Irán e Israel por medio. Todas esas piezas dan la impresión de ser una gran cortina de humo para las maquinaciones de Dar Adal y nuevos intérpretes, donde Carrie Mathison vuelve a ser el eje debido a que asesora a Keane en secreto. Rápidamente todo comienza a encajar: Peter Quinn es acogido por Carrie en su propio domicilio para que no acabe internado en un ‘manicomio’ y Sekou es utilizado como chivo expiatorio como parte de una hábil jugada de Dar Adal en la que piensa utilizar a Frannie para contrarrestar de nuevo a esa rubia antagonista metomentodo todavía encantada de seguir en ese juego de tiralíneas, posibilidades y conexiones entre muchos hilos. Dentro del habitual juego de piezas en movimiento y juguetes rotos (como Carrie o Quinn), veremos que Dar Adal está dispuesto a sacrificar a Saul con tal de dar forma y sentido a la conspiración contra Keane gracias a Elliott O'Keefe (Jake Weber), una estrella mediática del alt-right que ha construido su propia oscura organización secreta de inteligencia. Como suele ocurrir en “Homeland”, la temporada va curvándose apropiadamente hasta revelar muchos de sus golpes de efecto. Quinn es también gran parte del eje central debido a las intenciones de Dar Adal para salvarlo a toda costa (trayendo de nuevo a la palestra a Astrid) mientras el ‘sicario’ al servicio de O'Keefe desea ir acabando con todos los cabos sueltos. En cierta medidas, los escritores aquí también juegan un rol de traer todos los elementos de su creación para hacer una completa depuración de la serie de cara a las nuevas dos temporadas firmadas con la cadena. Y aquí la única intocable da la impresión de ser Claire Danes... Es incluso irónico que dos planteamientos de los arcos argumentales de la recta final de la temporada son tanto la cobardía como los remordimientos ante las decisiones pasadas que han llevado a cabo los personajes (y los propios guionistas). No obstante, todo sirve y vale para reciclar y desechar. Era evidente que Quinn tenía que enfrentarse a Carrie por su decisión de ‘salvarlo’ y, al mismo tiempo, causarle su condición actual. Por parte de Keane, ésta sufrirá un ‘inception’ para que utilice a su hijo caído en el frente como moneda mediática siendo un arma de doble filo al tener material O'Keefe que lo convierte en un cobarde y vergüenza nacional. La conspiración se prepara un brutal y un tanto previsible golpe de efecto final que nos posiciona en la debilidad de un sistema tan aparentemente sólido como la democracia. También existe una vuelta de tuerca y reverso del destino en la política exterior estadounidense, como si ellos mismos vivieran lo que sus agencias provocaron en otros países para derrocar y desestabilizar gobiernos elegidos legalmente por sus ciudadanos. ¿Se está acercando acaso EEUU, según los productores del espectáculo, hacia una distopía y neodictadura?
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Me gustó más la temporada cinco que la seis, no me convence la presidenta electa y me supo mal la muerte de Peter aunque estaba claro que era inevitable. Veremos qué no aguarda a partir de ahora, quedan cabos sueltos interesantes y Carrie no pierde su carisma. Un gran hallazgo seriéfilo, sin duda.
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