[AVISO SPOILERS] La segunda temporada de “Por trece razones (13 Reasons Why)” es, evidentemente, una vía de Netflix para seguir explotando uno de sus espectáculos que más controversia y éxito ha generado. Pensar otra cosa es (auto)engañarse… Los escritores, por lo tanto, han tratado de dar sentido a una continuación para todos los personajes y la historia planteada en la novela de Jay Asher. Si bien la primera entrega podría sintetizarse como el testamento de Hannah Baker, en esta nueva colección de episodios la voz de Hannah pasa a un segundo plano. Aquí se trata de ver las perspectivas de cada uno de los personajes que fuimos viendo en esas cintas de Hannah. Es cierto que el suicidio de la gran protagonista se transformó en una bomba atómica para cada uno de aquellos orbitaban en su círculo vital y existencial. Ahora vamos a ver las secuelas de toda esa gran radiación, presente tanto en el instituto Liberty High como en su familia, sus antiguos amigos, compañeros y conocidos… Ese cúmulo de energía está encabezado por un juicio que sabíamos que se iba a producir y qué va a poner la suponer una vía para que todos los personajes puedan encontrarse consigo mismos y verse reflejados en ese espejo plástico de unas cintas de cassette. Una de las cuestiones para esta temporada, era saber si iba a ser igual de controvertida que la primera. Las secuencias preliminares con los actores y los constantes avisos ya dejan en evidencia que los escritores y productores desean lanzar un discurso bastante esperanzador. Siempre hay otra salida antes de cometer un suicidio, no hay necesidad de desaparecer de un mundo hostil. Precisamente, el desvanecimiento de Hannah provoca su transformación en una especie de fantasma que posibilite la presencia de Katherine Langford. ¿Qué más nos ha dejado esta segunda temporada de “Por trece razones (13 Reasons Why)” y por qué ha generado nuevamente polémica?
El regreso de Hannah Baker genera el reencuentro tanto con la audiencia como con el resto de personajes, ya sea en esos recuerdos que van protagonizando o explorando esa presencia que, en teoría, es terapéutica para sanar y recomponer a todos aquellos que quedaron rotos tras su suicidio. Aquí aparece también la representación de esa conexión con Clay Jensen, aquel chico que consideraba a Hannah como el gran amor de su vida. Clay va a descubrir que Hannah no era la chica perfecta que creía, que tenía muchas imperfecciones… tantas como cualquier otro ser humano. Ese contraste también se sintetiza en la estructura cambiante respecto a la primera temporada. En estos nuevos trece episodios aparece, asimismo, surge un tono tan fantasioso como irreal para seguir puliendo ese discurso sobre el acoso escolar que sufren los alumnos de Liberty High. ¿Alguien es capaz de creerse a estas alturas del relato —y en el país de las demandas— que la administración de un instituto norteamericano va a arriesgarse a cientos de nuevos juicios? Considero que estirar el chicle argumental tenía sus peligros y uno de los mismos ha sido transformar la historia en un relato de ciencia ficción. ¿De verdad que está justificada su continuación? No es que haya sido un fan acérrimo de la primera temporada de “Por trece razones” pero, sin embargo, la propuesta de Netflix tenía un sentido para bordear esa delicada y frágil línea entre la necesidad de que el suicidio infantil dejara de ser un tabú para la sociedad y la vía de retratarlo audiovisualmente para no caer en el sensacionalismo. Esa exploración sobre el punto de vista de una personaje que decide dejar el mundo y cometer ese acto, nos dejado una nueva entrega para ampliar el universo y plantear nuevas tramas con las que construir un espectáculo de futuro (?).Tyler Down se transforma en el personaje que supone la réplica de Hannah en la presente entrega. Ya nos quedamos en el cierre de la primera temporada con la posibilidad de que fuera a cometer una locura y se introdujera la controversia de las armas de fuego en el discurso. En estos nuevos episodios las pistolas se transforman en objetos terapéuticos (?) que trasladar al exterior un exorcismo de los males interiores que acechan a los personajes. Y nadie está a salvo.
Tyler va a pasar por todo tipo de pormenores hasta recuperarse y regresar a Liberty High. Los guionistas no van a tener piedad. Aquella que podría ser su novia encontró a otro. Aquel que iba a ser su amigo no quiere tener trato con él. Aquellos que lo acosaban… lo van a hacer de manera más brutal… Cometer un asesinato masivo por un tiroteo también es, en cierta forma, otra vía más oscura de cometer suicidio. Pero, no obstante, surge aquí esa tonalidad luminosa y positiva a todo el conjunto y hacernos ver que siempre hay una salida a todas aquellas cosas que podemos cometer que son, en cierta medida, evitables. Antes y previamente, vamos a tener una violación bastante explícita y cuestionada que, hasta cierto punto, aquí también se plantea la posibilidad de esa ese tono de ciencia ficción en el que los villanos son malísimos (ricos y sádicos violadores). ¿Es el pérfido Bryce Walker un maestro del crimen que tiene un esbirro —que también es despreciable— y que evidentemente va a ser su perro de presa para cometer todas sus fechorías? La última es violar a Tyler con el palo de una fregona y que veamos todo ese toque grotesco y sangrante, que podrían perfectamente haber evitado. Se trata de una de las secuencias más cuestionadas y controvertidas de la temporada, ya que no encaja demasiado que todas esas palizas con las que nadie ni nada para hacer nada en el instituto. Lo primero es lo primero: ¿exactamente es una denuncia u otra postal sensacionalista del tour de los horrores? ¿De verdad que existe alguna estadística de jóvenes norteamericanos que han sido objeto de este tipo de violaciones y no las han denunciado inmediatamente? ¿De verdad que alguien puede creerse que la opción a estas alturas del relato sea el silencio para que queden impunes los malvados cuando, por el contrario, subyace un claro alegato al ‘Me Too’ y a denunciar los crímenes sexuales? En esta temporada, parece ser que la dirección de Liberty High no desea corregir absolutamente nada y que se perpetúe el crimen y el acoso escolar allí, como si fuera un correccional sacado de un film explotation asiático. Todo parece un poco en manos de una futura entrega que no sabemos si se producirá —salvo por cuestiones lucrativas— porque está segunda ha bajado muchísimo el nivel, no convencido del todo al público y revelando la disconformidad de la crítica. Si el debate era saber si “Por trece razones (13 Reasons Why)” era necesaria, obviamente, dejar un final totalmente abierto (y algo absurdo) no deja de remarcar las actuales carencias del espectáculo. ¿Va a acabar todo con una revisión de “Bonnie y Clyde”? ¿De “Rebelde sin causa”? ¿Es que Clay es un imán para los problemas y las chicas con problemas? ¿La idea es dejar claro que la juventud estadounidense o está abocada al suicidio o tener antecedentes penales antes de abandonar el instituto? ¿Se cree alguien de todo lo anterior? Por mucho que nos vendan los productores de la serie que iban a tratar problemas supuestamente reales de la adolescencia, estamos ante una serie que puede ser calificada totalmente de ciencia ficción. Y ya completamente innecesaria a estas alturas.
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