[AVISO SPOILERS] Hablar de la última temporada de “Homeland” es trasladarse al primer plano que sirve de final sobre el rostro de Carrie Mathison. En cierta medida, la protagonista del espectáculo de Showtime reflejaba el estado sociopolítico de una nación amparada en las conspiraciones y paranoias, reducida a un estado de shock y alerta debido a numerosos enemigos que se ha ido labrando desde la Guerra Fría. La cara de Carrie refleja, en esa secuencia conclusiva, el camino directo a la locura y la perdición en pos de una cadena de actos patriotas y sacrificios. ¿Y cuál ha sido el precio a pagar? En realidad, Carrie dio hasta su alma —y último aliento de cordura— para salvar la imagen de Estados Unidos y su presidenta de las pérfidas acciones del servicio de inteligencia ruso. ¿Y de qué sirvió? La presidenta Elizabeth Keane tuvo que presentar su dimisión ante un país polarizado, quebrado y dividido. Ya no hay rumbo salvo para el caos y la desconfianza… ¿Está todo perdido?
Quizás aquello que nos desee plantear el espectáculo de Alex Gansa es que no hay nación que pueda ser sometida a la voluntad de medios plagados de ‘fake news’ y redes sociales repletas de bots que mueven a rebaños en las calles. Todo está tan manipulado que la sociedad es un simple reducto de otros grandes poderes en tiempos supuestamente de acceso libre a la información. “Homeland” nos avisa que si la ‘primera’ potencia del mundo puede ser atacada fácilmente, en tiempos de confusión e incertidumbre política, significa que ya no existe lugar que no acabe bajo el influjo de otros grandes poderes. ¿Sirve, por lo tanto, la serie de Showtime como espejo realista de “Mr. Robot”? Otra cuestión es el leitmotiv de la temporada, cuyo tema principal parece ser la autodestrucción de los principales personajes. Brett O'Keefe pudiera servir de ejemplo para divisar esa sensación de que todos aquellos que tratan de alcanzar sus objetivos de manera un tanto desesperada se topan, sin embargo, con ser meras marionetas de otras conspiraciones puestas en marcha. En cierta medida, Carrie Mathison se ha convertido en un pelele para ser manipulada por una conspiración activada por los rusos. Asimismo, la idea es que el personaje principal de la ficción se vea sometida sobre el gran conflicto que le atañe: ¿seguirá sacrificando a todos a su alrededor por seguir protegiendo a su país y dedicándose en cuerpo y alma a la defensa de su país? Es cierto que Carrie siempre ha necesitado de un ‘Brody’ a su alrededor para poder progresar pero, por el contrario, el peso de su conciencia ya es insoportable. Todas esas réplicas tomarán forma en Dante Allen, siendo un nuevo sacrificio a pagar junto a la pérdida ‘maternal’ de Frannie. El colapso y el punto de decadencia y giro están servidos para servir en bandeja un punto de giro. La cuestión es que “Homeland” conduzca a su antiheróina a una caída libre en la dicotomía de su cordura o su misión de salvaguardar a su nación quede puesta a prueba. Carrie elegirá sacrificar lo poco que le queda y ni siquiera ese salvoconducto en el que se ha convertido Saul Berenson podrá llegar a tiempo. Todo ya parece perdido y la realidad es que Estados Unidos, protegiendo esos paralelismos de ficción/realidad, ha quedado sumida a unas dudas que sintetizan a la perfección ese personaje que interpreta una estrella invitada (Dylan Baker). Si un Senador puede traicionar a su patria con tal de salvar su reputación y no quedar expuesto como un tonto útil de una conspiración de un país ‘enemigo’… todo está perdido. El desprecio de Elizabeth Keane en forma de un escupitajo nos revela a Estados Unidos como un lugar dividido y polarizado en grandes frentes que se autodestruyen por permanecer en el poder. El sacrificio, nuevamente, parece la solución… aunque, no obstante, no se puede decir que nadie haya ganado nada a través de estos doce nuevos episodios de una serie que sigue ofreciendo un interesante espejo de la realidad sociopolítica mundial.
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