Título original: “The Maze Runner”
Director: Wes Ball
EEUU
2014
Sinopsis (Página Oficial):
Cuando Thomas se despierta atrapado en un laberinto con un grupo de chicos, no puede recordar nada del mundo exterior más que unos extraños sueños sobre una misteriosa organización conocida como C.R.U.E.L. Sólo uniendo los fragmentos de su pasado, junto con pistas que descubre en el laberinto, Thomas podrá descubrir la forma de escapar.
Cuándo HISHE (How It Should Have Ended) habla suele dictar sentencia y su vídeo sobre cómo debería haber acabado “El corredor del laberinto” dejaba bastante en evidencia al blockbuster de 20th Century Fox:
Se podían escalar esos muros… Las enredaderas jugaron una mala pasada a los autores de CGI. Nada tenía sentido. Y no hacía falta más para que la película finalizara de otro modo y a sus primeros diez minutos de metraje.
Pero, en realidad, toda esa ruta alternativa respecto al material de James Dashner nos lleva a la obligación de las actuales adaptaciones de sagas distópicas… y otras tonterías y catástrofes del montón. Vivimos ante el ejército de los clones, pasando de la succión vampírica de la primera regla (Edward Cullen) al furor y calentón uterino y marujil (Christian Grey). Katniss Everdeen se nos esfume para mutar desde su crisálida en un gusano más rastrero y malhechor. Tris y Thomas son el futuro tras la revolución y las comparaciones ya no son con “Matrix” —uno de los pilares del mainstream del Siglo XXI— sino ya con las propias cintas comerciales entre sí. El cierre de “La serie Divergente: Insurgente” nos remite al propiciado por el “El corredor del laberinto”, como si la serpiente se enroscase sobre sí misma y nos costase ya diferenciar los roles de Patricia Clarkson y Janet McTeer entre esos experimentos cuyo único estudio y análisis interno es uno de mercado.
Todo es tópico: desde los argumentos, los conflictos, los personajes, el desarrollo argumental, los recursos de guión… y sus lagunas son incluso preocupantes. “El corredor del laberinto” es uno de los mayores sinsentidos cinematográficos que se ha visto en décadas y explicar su argumento partiendo desde el cierre de la cinta se convierte en un acto de fe del oyente. ¿Son o no inmunes al virus? ¿No están allí para eso? ¿Y aparece una moza y no ha ningún pajillero? ¿Alguien entiende que el planeta fuera asolado por grandes llamaradas y pongan a unos chiquillos al pleno sol? ¿Que un virus asesino infecte a la población y creen como respuesta a una agencia que se llame C.R.U.E.L.? ¿Cruel? ¿De verdad puede tomarse algo así en serio? Experimentan con seres humanos para buscar una cura y únicamente se les ocurre montar un pedazo laberinto en pleno cielo abierto y desierto para meter a unos chonis dentro y tortúralos con uno robots tróspidos y un laberinto de la hostia cuando cualquier ser inteligente hubiera utilizado las enredaderas de los muros para salir de allí. El mundo se volvió estudio y encima le dio una insolación del carajo para rematarlo. Solamente así se explica algo tan tonto como “El corredor del laberinto”. Pocos han entendido algo y la excusa es simple: tienes que ver (o leer) la trilogía para entender esos motivos que escapa al raciocinio humano. Para aquellos no interesados toca…
CORRER.
CORRER.
CORRER.
CORRER.
CORRER.
CORRER.
CORRER.
CORRER.
CORRER.
CORRER.
CORRER.
CORRER.
P.D.: Y que nadie menciona al “Señor de las moscas”.
Gracias.
Gracias.
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