[Sacado de la Nevera Bastarda para que no se ponga malo]
[Hace tiempo, mucho tiempo, exactamente a finales de Abril]
A veces uno no entiende el adorno de esas representaciones. ¿Para qué ese lazo, representativo de la avant-garde y arte contemporáneo, que envuelve el regalo si realmente lo que cuenta es el regalo en sí? El hombre orquesta, Jules Beckman, hijo bastardo de Willy de Ville, Tom Waits y Trent Reznor, tocó toda clase de variopintos e improvisados instrumentos. Pero realmente él ni su voz no era la estrella. Cojeaba e iba con bastón. Yo pensaba que era parte de su personaje pero al parecer sufrió un accidente. Tampoco esa representación sobre la represión, manipulación del comportamiento de una sociedad alienada con tendencia escapista. El verdadero protagonista, al fin y al cabo, eran los artistas y el espectáculo circense. Yo, bastardo de mí, me imaginaba una representación slasher en todo su concepto. Puede que meterme en un par de días las cuatro películas de la saga Scream haya provocado esa reacción alienada y conductista.
El señor de la barra americana podría haber quedado empalado, la señora de la cuerda podría haberse ahorcado en una de sus continuadas caídas, el señor de la colchoneta podría haberse viviseccionado con una de esas afiladas cristaleras que rodeaban su área de salto, la señora que cortaba la col se podría haber cortado una mano, la señora que lanzaba los cuchillos podría haber atravesado el cráneo de su compañero por el ojo y, finalmente, la pareja trapecista podría haberse desparramado, junto con sus vísceras, por todo el público. Fin del slasher circense.
No fue el caso ya que, pese a las interferencias en las indicaciones conflictivas de una de las tuteadoras empleadas del Teatro Circo Price, el bastardo que escribe fue invitado por su eterna acompañante a esto tipo de eventos. Invitado (repito) a ver el espectáculo circense de Collectif AOC. “Autoch-tone” es el nombre de su espectáculo y se define por ellos así:
“En una sociedad manipuladora, el individuo debe enfrentarse con lo que ésta le impone. Se siente por un lado desamparado y por otro en rebelión. Su cuerpo se expresa de diferentes maneras en lo que le queda de territorio, si es que ese territorio existe todavía. Lucha, se opone y se protege por todos los medios, una veces con poesía, otras con humor.
Contagiados de este estado de urgencia, los nueve artistas se enfrentan a sus elementos. Buscan recrear ese día a día inquietante y a menudo frágil donde cada rastro se ve amenazado.Bajo la dirección artística de la coreógrafa Karin Vyncke, presentan un trabajo donde la energía crea emoción y donde toda imagen tiene sentido.
Zanahorieando espero |
El Collectif AOC explica en el programa que ya lleva 11 años en su iniciativa tomada por varios artistas para formar una compañía de circo. Su destino es el mestizaje de las técnicas de circo y técnicas pluridisciplinares mezclando estilos. E indica: «Que nos califiquen como nuevo, contemporáneo o actual poco importa, pues al final la base de todo es el circo en su tradición.»
¿Una comida de zanahoria? |
La otra representación frente a mi imaginario slasher se produjo ante un matrimonio de avanzada edad en primer fila (flipando) y cierto y visible comadreo entre muchos asistentes. ¿Habrían quedado allí miembros de una escuela? (Frase robada a mi acompañante). “Autoch-tone” iba de señoras con bolsas infladas de basura en la cabeza, aplastadores mecanizados, basura por doquier en el escenario y una apología de la zanahoria que encantó y conmocionó a muchos. Tanto, que finalmente los aplausos nos dejaron también a nosotros tan enclaustrados como a los protagonistas. Les contaré una terrible historia llamada aplauso final de la platea. Me encontraba junto a mi acompañante esquinado sin posibilidad de escape. Tenía que levantar a dos filas para poder escapar. No había salida. Y ellos no paraban de aplaudir… una y otra vez para que los artistas volvieran a salir al escenario a recibir su merecida recompensa. ¿Con dos salidas y ensordecedores aplausos estaba bien? Pues va a ser que no… Fueron más aplausos enloquecedores que, una y otra vez, repetían el mismo felliniano ciclo. Yo, por supuesto, atrapado allí. Me imaginaba teniendo un duro ataque cardíaco y pidiendo ayuda pero debido a sus aplausos y al estar atrapado allí nadie me socorría. Fin y mi fin, claro. Grité ‘Zanahorias, Zanahorias’ y mi anónima acompañante me dijo que nos iban a echar. ¡Eso, es lo que esperaba! ¡Que me echasen después de acabar! ¡Que pudiera salir cuando yo quisiera y no que me le impusieran otros! ¡El sistema atrapándonos y manipulándonos! ¿No iba de eso “Autoch-tone”?
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