martes, 21 de agosto de 2018

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Sueño de invierno (Winter Sleep): De reinos y reyes

“Sueño de invierno (Winter Sleep)”
Título original: “Kis uykusu”
Director: Nuri Bilge Ceylan
Turquía
2014

Sinopsis (Página Oficial):

Aydin, un antiguo actor, regenta un pequeño hotel en Anatolia central con la ayuda de su joven esposa Nihal, de la que se ha distanciado sentimentalmente, y de su hermana Necla, que acaba de divorciarse. A medida que el invierno avanza y la nieve recubre la estepa, el hotel se convierte en un refugio, pero también en un lugar sin salida que sirve para avivar los resentimientos.

Crítica Bastarda:

—Mi reino es pequeño, pero al menos, soy rey.

׿Pero quién lee ese diario? ¿Quién lo compra?

Aunque Nuri Bilge Ceylan ganó la Palma de Oro en Cannes con la que pudiera ser su cinta más completa “Sueño de invierno (Winter Sleep)” me parece, por el contrario, la más floja de todas ellas. Todo ese gran conjunto y sumatorio de interesantes y sugerentes conceptos se reduce a un retrato de lo previsible y cinematográficamente efímero: 

Observamos la fiereza de un caballo salvaje, sabemos que será liberado…. 

Somos testigos de la entrega de un gran fajo de billetes, sabemos que serán quemados…

Puede que la vida sea tan predecible como nos revela el film del director de “Los climas”. Creamos capas de complejidad sobre actos previstos, que sabemos que encajar en los mecanismos de la normalidad. El enfoque de “Sueño de invierno (Winter Sleep)” es más amplio, bajo el punto de vista de un pequeño pueblo, regentado por el propietario de un hotel en la montaña como un Dios en el Olimpo, que utiliza a su capataz para amedrentar al pueblo ‘que gobierna’. Posiblemente esa diferenciación de clases y las reiteradas distancias e incomunicación sea propicias para que Nuri Bilge Ceylan nos narre la fábula de un provecto ser humano que se cree cultivado, honesto, justo, íntegro —y baluarte de la moral— pero resulta presuntuoso y ciertamente arrogante a vista de otros. Definido como un hombre insoportable, egoísta, despectivo, cínico y radiografiado por su joven esposa y su hermana:
En el conjunto, es cierto. No puedo decir nada en contra tuyo. Pero a veces, utilizas tus cualidades para ahogar a los otros, rebajarlos, humillarlos, aplastarlos. Tu gran moral te sirve para odiar a todo el mundo. Detestas a los creyentes porque para ti, creer es signo de arcaísmo y de ignorancia. Detestas a los no creyentes porque no tienen fe ni ideales. Los viejos te parecen reaccionarios, gastados, incapaces de pensar libremente. Los jóvenes para ti tienen un pensamiento demasiado libre y son iconoclastas. Elogias constantemente el bienestar general, pero sospechas que todo el mundo es un bandido, y de esa forma, odias al pueblo.

Nuri Bilge Ceylan, inspirado por tres historias cortas de Chéjov, nos va diseccionado esa revolución emocional en ese antihéroe que se enfrenta a esas cosas que no desea escuchar tanto de sus seres cercanos como de ese pueblo en el que se siente el rey. Una pedrada de un chiquillo va provocando una cadena de eventos, destruyendo a ese ser reflexivo y benévolo que se niega a escuchar todo aquello que se le dice a su alrededor. ¿Se trata de una alegoría sobre el poder? Aydin (Haluk Bilginer) trabaja en su obra maestra y definitiva sobre el teatro turco, como si el mundo se tuviera que detener ante la publicación de un actor que cambia de identidad como de camisa evitando vivir consigo mismo. Los debates éticos son constantes sobre el mundo que le rodea. La miseria, la pobreza, la generosidad, la caridad, la voluntad de Dios, el destino, el mal, la paz… Ese tono egocéntrico y metafórico no desea quedarse únicamente como una radiografía de la situación política de Turquía sino que desea ser algo más global. Esa universalidad y sus constantes referencias vitales (la llegada del invierno como recta final de la vida) es un juego de luz y oscuridad, de sus reflejos como ser iluminado que únicamente irradia tinieblas, que arrastra a una tumba en vida a todos aquellos que están a su alrededor, que se disuelven junto a él esa espiral de aburrimiento, miedo e inexistencia.


¿Y qué nos queda en ese reino con reyes? ¿Siempre nos quedará Shakespeare? 
La conciencia no es más que una palabra para uso de los cobardes, inventada en principio para sujetar a los fuertes. ¡El ímpetu de nuestros brazo sea nuestra conciencia, nuestras espadas, nuestra ley! 
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