lunes, 25 de diciembre de 2017

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Z. La ciudad perdida: Cine, selva y quimeras

“Z. La ciudad perdida”
Título original: “The Lost City of Z”
Director: James Gray
EEUU
2016

Sinopsis (Página Oficial):

Tras participar en una expedición topográfica de la Royal Society a Bolivia, el soldado Percy Fawcett (Charlie Hunnam) queda fascinado por la jungla y accede a participar en una expedición más remota, a pesar de alejarle de su mujer, Nina (Sienna Miller), y sus hijos durante varios años. En la selva amazónica, Percy descubre vestigios de antiguas civilizaciones perdidas, y vuelve a Inglaterra convencido de la existencia de una metrópolis hundida, la misteriosa ciudad de Z. Aunque sus argumentos son ridiculizados por la comunidad científica, Fawcett se embarca en un último viaje a la selva brasileña junto con su hijo Jack (Tom Holland) para demostrar sus teorías. 

Crítica Bastarda:

La vida está llena de misterios, hijo mío. Sabemos muy poco de este mundo. Pero tú y yo hicimos un viaje que ningún otro hombre imaginaría. Y dotó de entendimiento nuestros corazones. 

Por encima de sus proyecciones existenciales rememorando al final de “2001: Una odisea del espacio”, James Gray siempre ha reimaginado el clasicismo norteamericano con referencias europeas y consiguiendo pequeñas proezas cinematográficas en el proceso. “Z. La ciudad perdida” es toda una inmersión en el pasado al profundizar en un periodo de tiempo que nos lleva desde los comienzos del siglo XX hasta el epílogo y las consecuencias de la Primera Guerra Mundial. El director de “La noche es nuestra” desea bascular entre una historia basada en hechos reales con los ecos de un relato basado el obsesión humana por el descubrimiento. ¿Qué es aquello que ha movido los grandes logros y avances de la humanidad? En cierto modo, el filme desea sintetizar un material desconocido para unos espectadores que ni van a encontrar una prototípica cinta de aventuras —o una percepción bélica clásica en algunos compases— en tiempos de inmediatez y efervescencia de los blockbusters. “Z. La ciudad perdida”, por lo tanto, bebe tanto de la obra de Werner Herzog como de otras cintas desconocidas para el gran público como parte de una rara avis en las actuales carteleras internacionales. La idea de Gray es ir a contracorriente empapándose de todo tipo de vínculos históricos que van desde el drama familiar victoriano hasta esa aventura a través de los misterios de los ríos del Amazonas. Olvídense de cualquier concepto artificial para trazar la vida y milagros de Percival Fawcett y sus intentos de descubrir una mítica ciudad que parece una quimera para todos aquellos que se trataron de resolver su misterio o localizar su ubicación. He aquí un relato que encadena la perdición con la obsesión, que abre también una vía para acercarse a todo prejuicio social y político de cada época sobre el misticismo y lo que representan sus propias leyendas. Quizás Gray desee honrar los sueños de Fawcett y el motivo por el que sacrificó su vida y, al mismo tiempo, plantee que hasta nuestro evolucionado presente no pudimos dar una respuesta satisfactoria a El Dorado o lo que podría ser la ciudad perdida de Z. ¿Estamos condenados a incomprensión respecto a los visionarios de cada época? 


El filme de James Gray no es para todos los públicos y su género podría convertirse con su percepción. “Z. La ciudad perdida” habla sobre un leitmotiv clásico del cine norteamericano como la reinvención e uno mismo pero, sin embargo, el autor extrapola ese concepto a un inglés como Fawcett. Es evidente que el conflicto del héroe es su familia: cuanto más se acerca a sus sueños, más se aleja de su mujer e hijos. Seguramente la propia solución a la dicotomía del personaje que interpreta Charlie Hunnam sea su perdición. O, sin embargo, aquello que engrandeció su leyenda y mito. Esos contrates son explorados por Gray, como si quisiera traer el clasicismo de Ford o Huston (e incluso el imaginario de los cineastas europeos) a un entorno fílmico contemporáneo. En cierta medida, el director de “Cuestión de sangre” da la impresión de asimilar el conflicto de su héroe en esa sociedad incapaz de comprender su obsesión por todo ese cine que supone un tesoro a descubrir. Gray también parece decirnos que las grandes civilizaciones pueden desvanecerse por avanzadas que pudieran ser y, tal noción, podría situarse en paralelo a esos cineastas que técnicamente sentaron las bases del séptimo arte y cada vez son menos reivindicados por sus descendientes. Todo está condenado al olvido. En cierta medida, la historia plantea un relevo generacional por la obsesión respecto al mismo sueño, como si el propio autor deseara tomar la permuta a través de esas conexiones y guiños a “Fitzcarraldo” o “Aguirre, la cólera de Dios” en sus primeros compases pero, contrariamente, desea ir cada vez más lejos en el tiempo en cada uno de sus nuevos actos y viajes. No obstante, “Z. La ciudad perdida” trata de sacar rédito a sus elipsis como evolución del personaje y el propio tiempo antes y después de la Primera Guerra Mundial. Quizás el cine sea un propio desafío tanto para los espectadores y los cineastas y Gray desee someter la imagen a una metáfora que representa su esencia, dejando el poso de la relación de un padre y un hijo por el precio a pagar por adentrarse en esos misterios de los que está llena la vida. Sobre tal melancólico discurso, queda el descubrimiento tanto de ciudades perdidas como de aquello que simbolizan y representas las películas para los espectadores. Siempre ha existido ese impulso en todo ser humano por cambiar su fortuna o trascender, dejando un legado que bien pudiera costar la propia vida de aquellos que se adentren en una obsesión. La selva que representa ese manto que cubre aquello que finalmente es una quimera y alucinación repleta de sacrificios personales. Nadie regresa de la búsqueda de un grial y todo dese espiritual que conlleva ejercer como explorador. ¿Nos quiere decir Gray que también nosotros hemos quedado atrapados en el propio cine con el que deseamos dotar de entendimiento nuestros corazones? ¿Es el final de nuestro viaje o el comienzo de otro imaginario y mucho mayor? El enigma quedará siempre como parte del alma de esta magnífica película. 

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