lunes, 3 de mayo de 2010

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Acentos y decepciones


Recuerdo a la sangre-de-mi-sangre, a mi propia hermana decir «No va ir a un concurso…» Recuerdo esa frase en la boca de otras personas a lo largo de mi vida y es más mi hermana lo decía por sus pésimas maniobras para conseguir aparcar su coche al inicio de su carrera ‘delictiva’ al volante. Eso sí, recién sacado el carné y con licencia para matar transeúntes o copilotos molestos.
Efectivamente las cosas ‘mal’ hechas aportan nada si ‘bien’ hechas no aportan algo. ¿Qué gratificación personal tendríamos si atinamos con la llave en una cerradura a la primera, si cogemos un Metro antes de que sus puertas se cierren o si aparcamos dentro de la plaza quedando el coche en un imperfecto e indefendible ángulo no-recto?

Si no nos jugamos nada o no hay nada en juego no existe nada con lo que jugar. Otra cosa sería diferente si ese aparcamiento fuese revisado e inmortalizado por la televisión y la posterior humillación vecinal y mediática condenase al conductor de por vida al insulto más indignante. O que al acceder a ese Metro, cuyas puertas se están cerrando, se capture a un criminal que permanecía en el interior del vagón. O que un borracho durante largos y tensos minutos en la oscuridad intente atinar con la llave en la cerradura de un anónimo portal hasta darse cuenta que no es su portal sino el de al lado. Bueno, este último ejemplo no es muy bueno pero al menos es real.


Cuando algo ‘bien’ hecho no aporta algo sólo nos queda el triunfo personal y aquello de la realización como persona. ‘Semos’ mejores porque es la única manera de asimilar cierto éxito en algo que realmente no tiene valor.

Todo el rollo monumental anterior y sobre todo la frase «No va ir a un concurso…» resonaron en mi interior el pasado veintinueve de abril cuando observé horrorizado que faltaba un acento en el microrrelato que acaba de enviar al
III Concurso de Microrrelatos FNAC.es que sí y sí ¡iba ir a un concurso…! ¡H-o-r-r-o-r!




Cierto es que la releí, la revisé, la volví a examinar una y otra vez y no vi nada que pudiera ser objeto de un trauma visual pero faltaba algo, algo que por supuesto observé y se desveló en el mismo instante de iniciar mi caída a los abismos. Podría excusarme que decidí enviarla por la madrugada donde mi cerebro no coordinaba salvo para enviar sondas al resto del cuerpo e inmovilizarlo antes del sueño y que no se la di a leer a nadie previamente para pulir lo que allí se encontraba escrito. Iba de listo y acabé listo para ser fusilado aunque desde luego intenté subsanarlo con un correo electrónico a la propia Factoría Fnac:
«Buenas tardes,


Ayer al enviar mi microrrelato observé que tenía una falta de ortografía: ¡falta un acento!
El sistema no me permite modificarlo.
Me gustaría saber, ya que se encuentra pendiente de validación, como añadir el acento que falta antes de su publicación.


Mis datos de usuario son…»
La respuesta fue dos días después:
¡Felicidades **** *****!.


Tu obra con título ‘**** y ****', ha pasado el proceso de validación y participa en nuestro concurso III CONCURSO DE MICRORRELATOS. No olvides comentárselo a tus amigos y conocidos, para que ellos te puedan votar, y que las multitudes sepan de tu gran talento!.


Recuerda también que puedes disfrutar del resto de obras en concurso y votar por ellas desde el próximo día 01-05-2010 hasta el día 09-05-2010


¡Suerte y Gracias desde Factoría Fnac!.
Al recibirlo no sabía si la validación había corregido el entuerto pero al comprobar que el propio correo electrónico contenía otro fallo ortográfico, al colocar un punto posterior sobre el signo de exclamación final, conocía perfectamente el resultado final. Eso me hizo recordar otro momento del pasado: esos carteles publicitarios de la Gran Vía madrileña al estreno de “Resultado final”, testamento no cinematográfico de Juan Antonio Bardem, con un «PUTA» escrito debajo de la foto de Mar Flores y el título del cartel “RESULTADO FINAL… PUTA. Efectivamente me volví a sentir como una meretriz a la que encima no han pagado y la han llamado fea.

Puede ser que aquel ‘¿qué pasaría si todo fuera perfecto?’ resurja en esos momentos de crisis y me haga recordar que la imperfección del protagonista de “Un mundo feliz”, Bernard Marx, era síntoma de la propia e imperfecta sociedad que nos presentaba Aldous Huxley. Con o sin acento el microrrelato pasará sin pena ni gloria a las leyes básicas como la de la gravedad que retrata o la del tongazo que al parecer ha sigo protagonista del CONCURSO DE DISEÑO GRÁFICO, donde la ganadora tenía 4 votos frente a los casi trescientos de los ‘primeros’ clasificados por el propio público. La felicidad, efectivamente, es ese estado efímero al que se sólo se puede llegar mediante la desgracia y tal vez el origen de las caídas de la manzana de Newton y del acento de mi microrrelato sean dar pie e iniciar a la extensa entrada de este post.



acento. (Del lat. accentus, calco del gr. προσῳδία).

[...]

2. m. Tilde, rayita oblicua que en la ortografía española vigente baja de derecha a izquierda
de quien escribe o lee. Se usa para indicar en determinados casos la mayor fuerza espiratoria de la sílaba cuya vocal la lleva, p. ej., cámara, símbolo, útil, allá, salió; y también para distinguir una palabra o forma de otra escrita con iguales letras, p. ej., sólo, adverbio, frente a solo, adjetivo; o con ambos fines a la vez, p. ej., tomó frente a tomo; él, pronombre personal, frente a el, artículo.



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