domingo, 2 de mayo de 2010

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El principito

¿Cuándo desaparece de la memoria un libro?

Un compañero de trabajo tenía esta tarde en sus manos un ejemplar del libro de Antoine de Saint-Exupéry. Comentaba que era parte de la filosofía de vida de su pareja: por los valores de respeto y solidaridad que representaba. Su plan no puede ser revelado en este momento por política de confidencialidad pero se trata de un acto de amor. Sentí en ese instante inmediato rememorar su lectura y sentir sus páginas en mis manos.
Flash-back: es curioso que un día antes en los plasmas de mi trabajo de diario se estuviese pasando la predecible “The Reader” por uno de los canales.

Flash-forward: al día siguiente descubrí que mi hermano inmediatamente mayor, como buena urraca usurpadora y ladrona, había dejado en el dulce hogar únicamente la copia en francés. ¡No se saldrá con la suya! [Alzando el puño cerrado al cielo]


Precisamente recordar un libro y poco a poco re-construirlo sea el acto de belleza sobre la literatura. Significa recordar lo ‘importante que ese libro era para ti”. En “¡Olvídate de mí!” con su más acertado título original “Eternal Sunshine of the Spotless Mind se borran los recuerdos sobre una persona pero finalmente el amor escapa a semejante e infame goma de borrar de la ciencia para regenerarse y aparecer frente a la adversidad: el destino se impone a la tragedia. Reconstruir lo arrebatado, al parecer, es lo que tiene que realizar 
el cerebro. Esa memoria biológica regenera aquello que se encuentra oculto, olvidado y enterrado. Y si no lo hace es que no había nada que recordar o mereciese la pena.

Diseccionemos todo lo anterior: un libro ‘olvidable’, de consumo poco nada aportará salvo el goce y disfrute pasajero de una rápida lectura pero aquellas páginas impresas que vuelven y recuerdas se volcarán y se agarrarán como aquellos temibles árboles y sus raíces del planeta del principito. Y ayer, en aquel instante, mi cerebro empezó a regenerar las ilustraciones que acompañaban la lectura de aquel libro perdido en mis recuerdos. Algunos borrosos y otros certeros. O aquello de ver un sombrero o una serpiente ‘digiriendo’ a un elefante. Yo diría que un elefante vestido con burka de marca y hecho de piel de serpiente carísima.





Es curioso también esa asimilación de un CD de música: ¿se vuelve a él por una canción o para disfrutarlo en plenitud? O esos DVD o CD como efigies, con su carátula original como entidad manifiesta de arte y acto de fetichismo barroco al ser una DVDteca o CDteca en actualidad un amasijo de coyuntural e incluso de grandeza abstracta donde se da cita la ornamentación caraturil y el artificio arty. Incluso una pornoteca sería puramente barroca al quedar reducidos los DVD apilados y sus títulos y reducidas fotos de senos a un mosaico multicolor. Desde luego, sí que sería recordable aunque en tiempos del e-book y parafilia del lector parece ser el paso de la tradicional suma y recuerdo de la matemática básica en papel a la calculadora y el mundo digital.


¿Nos pondrán un chip en el cerebro en el futuro para que la memoria sea libro?

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