Gotham (1x18) Everyone Has a Cobblepot: Mi chocho sí que huele a Cobblepot

“Gotham” se prepara para encarar la recta final de su primera temporada y todavía a muchos no nos queda claro qué quiere ser la serie de FOX… porque es una comedia, ¿verdad? Tremendamente irregular y constantemente auto-parodiándose se desconoce si la maniobra de Bruno Heller es conceptual o metareferencial dentro del cosmos humorístico televisivo. En “Everyone Has a Cobblepot”, decimoctavo episodio de la primera entrega de la precuela de Batman, se nos había anunciado la llegada de Dollmaker (Francis Dulmacher para los amigos de HYDRA) para dar sentido al nuevo destino de Fish Mooney. ¿Por qué desea tener tanta materia prima el supervillano del universo DC? ¿Dónde se encuentra esa mansión tim-burtoniana en la que nuestra protagonista se halla presa? ¿Es Fish, en realidad, la versión pasada de Nick Fury antes de someterse a un cambio de sexo por el mismo cirujano que Renée Zellweger? “Everyone Has a Cobblepot”, de este modo, se convierte en un capítulo fundamental para la historia de la televisión. O eso nos habían anunciado… claro. Es momento de repasarlo. 

Solamente nos importa qué paso con Mooney y ese condón de trapo que se puso en la cabeza antes de iniciar la toma definitiva de La Bastardilla. Sabemos que conoció al Doctor Herbert West de “Re-Animator” y le trolleó sacándose un globo ocular antes de pisarlo con cinco tirabuzones previos. ¿Qué paso? De momento, vayamos al resto de sub-tramas: 

—Alfred vive. ¡Qué sorpresa! ¡No me lo esperaba! ¡Qué sorpresa! Alfred encubre a Reggie ante Gordon y desvela a Bruce sus planes para conectarlo con los artífices de la conspiración. Como la investigación de Mini Batman es un FAIL y Alfred está más tieso que la rodilla de un clic de playmobil, por allí aparece Selina Kyle para abrazar a su amigo y causarle una erección. Selina quiere ayudar y Bruce simplemente darle a la zambomba y hacer de Ethan Hunt. Drama a la vista. 

—Edward Nygma también vive el desamor de la señorita Kringle, que sale con un policía al que también le gustan los acertijos. Más drama a la vista. 

—Harvey Dent vuelve. No nos importa salvo que seamos chinos ‘haters’ armados pidiendo su cabeza. Lo dicho: no nos importa. Paso palabra. 

—Jim descubre la conspiración real del cuerpo de policía al ser el detective Arnold Flass liberado. ¿Y quién es ese? No nos importa. A Gordon le crecen los enanos y Loeb le descubre un vídeo de Harvey Bullock en el que confiesa que presentó pruebas falsas en el caso de Flass. Y es que resulta que Loeb tiene pruebas en contra de todos los policías de la comisaria de Gotham. Todo el mundo allí tiene su Cobblepot, un cadáver de un mafioso a sus espaldas y su olor en la entrepierna. Ay, mi chichi, ay mi chichi... que huele a Cobblepot. ¡Mi chocho sí que huele a Cobblepot cada vez que un episodio de esta serie! Gordon rompió esa dinámica porque utiliza toallitas para sus partes íntimas con olor a limón. Precisamente será El Pingüino el que ayude a la investigación al descubrir que Loeb y Falcone conspiran juntos… Obviamente pondrá un precio sexual para Gordon y la abstinencia del uso de toallitas. Nada nuevo. Ellos piensan que van a descubrir una habitación repleta de archivos policiales para extorsionar a la red de contactos de la mafia, pero se encuentran con una pareja de ancianos bipolares que lo mismo te sirven una tarta que inician un tiroteo en pleno salón. En realidad, el tesoro oculto de lugar era la hija de Loeb, Miriam, que está más loca que la cabra que vimos en “Spirit of the Goat” (1x06). GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOAT!

Aquí huele a Cobbleplot...

A Miriam le encanta romper los cuellos de las aves y asesinó a su mamá, siendo el motivo de su encierro por parte de su papá. Miriam conoce a El Pingüino y el amor surge a primera vista. Clack-clack-clack… ¡Corre Cobblepot, corre! Al final y después de tontear 40 minutos de episodio la cosa queda así: Loeb se queda donde está, Gordon consigue el archivo de su compañero Harvey y ser el jefe del sindicato de policías para trollear a Flass y, finalmente, El Pingüino se venga de la pareja de ancianos haciendo sus maldades habituales. ¿Qué pasará con el culito de Gordon y la nariz de Cobblepot? ¿Le acabará oliendo también a Gordon el chichi a Cobblepot? La verdad: no nos importa ni queremos saberlo.

Ciertamente aquello que nos importa es conocer al famoso (en el mundo entero de Mordor) Dr. Francis Dulmacher. Fish quiere ser la mano derecha del villano y cirujano de famosas de Hollywood y éste puso un nuevo ojo azul brillante élfico en esa cuenca vaciada cual tarro de Häagen-Dazs en el capítulo anterior… 

Dulmacher le revela sus intenciones: quiere que vuelva al sótano, que recupere su guardia en fianza y que mantenga el tráfico de mercancía y órganos de nuevo en activo. Dollmaker le enseñará qué pasa con aquellos que no logran sus objetivos y la política de incentivos en toda empresa y multinacional de Mordor que se precie. 

Fish baja al sótano y hace lo que le pidió Dulmacher en menos de dos pestañeos. Y no digan que era pescado vendido… ¡Es ofensivo! Dulmacher, con su nueva directiva fichada, tiene grandes planes como:

a) Poner una noche de salsa a la semana para sus invitados. 

b) Contratar a más personal como pacientes de psiquiátricos, manicomios y clínicas de desintoxicación para hacerlos pasar por los guionistas que escribirán esta trama vital hasta el season finale de “Gotham”. 

c) Y, por supuesto, enseñar a Fish Mooney las preciosas vistas que tienen allí:

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