miércoles, 5 de diciembre de 2012

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El dictador: Una dictadura llamada ficción

El dictador
(2012)
EEUU
Director: Larry Charles
Título Original: “The Dictator”

Sinopsis (Oficial):

“El dictador” nos cuenta la historia de un dictador que hace todo lo posible para que la democracia no llegue a su país. Sacha Baron Cohen se mete ahora en la autocrática piel del almirante general Haffaz Aladeen. Rico en petróleo y bastante aislado, el estado norteafricano de Wadiya lleva siendo gobernado por el vehementemente antioccidental Aladeen desde que éste tenía seis años, cuando fue nombrado líder supremo tras la desafortunada muerte de su padre, muerto por desgracia en un accidente de caza, alcanzado por 97 balas y una granada de mano. Desde que accedió al poder absoluto, el consejero de más confianza de Aladeen es su tío Tamir (Ben Kingsley), quien ejerce de jefe de la policía secreta, jefe de seguridad y proveedor de mujeres. Por desgracia para Aladeen y sus consejeros, el muy vilipendiado Occidente ha comenzado a meter las narices en los asuntos de Wadiya, y las Naciones Unidas han sancionado repetidas veces al país en la última década, pero el dictador no va a consentir que un inspector del Consejo de Seguridad entre en sus instalaciones secretas de armamento (¿es que acaso no saben lo que quiere decir ‘secreto’?). Pero después de que un intento de asesinarle le cueste la vida a otro de los acólitos del líder supremo, Tamir convence a Aladeen de que vaya a Nueva York a solucionar la cuestión de las Naciones Unidas. Y así, el general Aladeen, Tamir y su séquito llegan a Nueva York, donde no son muy bien recibidos, pues la ciudad está repleta de exiliados de Wadiya cuyo mayor deseo es ver a su país libre del despótico régimen de Aladeen. Pero en la tierra de la libertad, a Aladeen le esperan muchas más cosas que unos cuantos expatriados furiosos y algunas sanciones indeseadas (¡e injustificadas!).

Crítica Bastarda: 

Sacha Baron Cohen y Larry Charles, conscientes de que no pueden repetir el formato con el que catapultaron a personajes como Borat o Bruno, han decidido galopar sobre la ficción como única posibilidad actual de embestida. El personaje (y el homenaje a Kim Jong- Il) así lo merecía pero el conjunto está afectado por la necesidad de la inmediatez. Puede que “Operación Canadá” de Michael Moore mantenga las mismas cardinales que “Fahrenheit 9/11” pero una será defenestrada al mismo tiempo que otra encumbrada. Y es que el formato mockumentary y la exaltación del personaje sobre un referente real y cotidiano se pierde en esa falta de interacción con bases reales. “El dictador” funciona mejor sobre su marketing y campaña promocional que girando sobre los mecanismos que propone en la ficción. A nadie se le va a olvidar la imagen del General Aladeen cuando se presentó en la alfombra roja de los Oscars con las cenizas de Kim Jong-il con un previo polémico en el que inicialmente no estaba invitado. Antes de que la seguridad muy vigilante le invitase a ‘desfilar’ arrebatándole la urna, logró esparcir parte por el lugar ‘sacralizado’ y encima de Ryan Seacrest, presentador de “American Idol”. Muchos recordarán esa imagen incluso por encima del ‘pezóngate’ de Jennifer Lopez


Comentado la versión unrated con una persona que vio la versión ‘rated’ no observé ninguna diferencia. ¿Realmente se puede ‘cortar’ una lamida de un sobaco peludo o el instante más romántico en el interior de un útero dilatado en pleno paritorio? La provocación esta vez traza un dibujo irregular donde su humor zafio es en sí la hipérbole que necesita la sociedad y que llena salas de cine o sienta a millones de espectadores delante de televisores. Aunque la película vuelve a no dejar títere con cabeza y los judíos, occidentales y árabes son objetos de todo tipo de virulentos chistes, realmente engloba su burla hacía toda la sociedad y escisiones. Nadie está a salvo de la mirilla crítica: ni lesbianas, minusválidos, neonatos, fallecidos y minorías raciales.


Con “El gran dictador” en la mirilla, Sacha Baron Cohen utiliza el machismo retrógrado, inenarrables versiones árabes de REM o Marvin Gaye y armas de destrucción masiva fálicas para hilvanar su discurso sobre falsas democracias, la hipocresía de los países más poderosos del planeta y su capacidad sádica y parafílica con único fin: ganar dinero a través de la mentira y manipulación del pueblo. Es cierto que salvando la funcional burla se puede hacer una crítica seria y que pocas sátiras políticas son capaces de recaudar 167 millones de dólares en todo el mundo. Descubrir el lado orgásmico-onanista de “Forrest Gump” merece la pena, aunque esta vez el filme del tándem no consigue sobreponerse del todo al arsenal de clichés y lugares comunes. Realmente “El dictador” vive atrapada en una dictadura llamada ficción.

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