domingo, 3 de julio de 2016

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Sólo los amantes sobreviven: La eternidad y el tiempo

“Sólo los amantes sobreviven”
Título original: “Only Lovers Left Alive”
Director: Jim Jarmusch
Reino Unido
2013

Sinopsis (Página Oficial):

Ambientada en un Detroit y Tánger románticamente desoladas, Adam, un músico underground profundamente deprimido por la dirección que han tomado los actos de la Humanidad, se reúne con su dura y enigmática amante, Eve, quien no tiene problemas en reconocer su condición de vampiro. Su historia de amor ha prevalecido al menos durante varios siglos, pero su libertino idilio pronto es interrumpido por la llegada de Ava, la salvaje e incontrolable hermana menor de aquella. A medida que su mundo se desmorona a su alrededor, ¿podrán estas astutas pero frágiles criaturas de la noche seguir existiendo antes de que sea demasiado tarde?

Crítica Bastarda:

Rojo. Escribo en una hoja en blanco que lentamente se va desangrando. Giro. Giro y giro para entender. La vida eterna es un giro, un vinilo girando en una canción infinita. Gira, gira y no para de girar. El vampiro nos mira, nos desafía porque nosotros somos los zombis que observan detenidos entre las sombras, esas motas de polvo sobre el tocadiscos que con el tiempo desaparecerán. “Sólo los amantes sobreviven” es la historia de Eve, Adam, de las guitarras y la propia música, del concepto de arte empapado de la eternidad. Jim Jarmusch pudiera realizar un discurso sobre la soledad, esa estaca en el corazón más dolorosa sobre el esnobismo o la condescendencia. Pongámonos existencialistas. Jarmusch saca los colmillos y nos regala a unos sobrenaturales Tilda Swinton y Tom Hiddleston para hablar de rock y vampiros, de esa doble eternidad que se cierne sobre un círculo que se hace vinilo. Esa inmortalidad que yace en el discurso invita a la melancolía junto a un retrato de antihéroes y seres ciertamente maldecidos por un existencialismo que los ha poseído y del que ya no pueden escapar porque forma parte del trato por la vida eterna. Eve y Adam, son luz y oscuridad, el yin y yang, el complemento y unión perfecta que gira y gira en una canción imperecedera. 


Nosotros somos los zombis y Adam se siente asediado en su propia morada siguiendo los estrictos esquemas argumentales del género ‘romeriano’. Nosotros somos la plaga y la enfermedad que puede acabar con esa eternidad. El cine de Jarmusch siempre ha tratado de renegados, de parias de la sociedad. ¿Y no mayor antihéroe y ser excluido que un vampiro? En toda esa espesa fragancia que habita en el aire cinematográfico de la propuesta, tenemos fetichismo, metafísica, antihéroes y, por supuesto, vacío… Mucho vacío. El vacío del tiempo y la vida eterna. El presente sigue siendo vigente gracias al pasado y hay una constante en “Sólo los amantes sobreviven” sobre esos objetos que nos remiten a la mitología del rock, a la belleza del espectro del tiempo, de la elegancia del seudónimo y el desencanto sobre esa sociedad cada día más domesticada y, al mismo tiempo, más mortal y peligrosa. Recuerden, nosotros somos esos zombis infectados capaces de contagiar nuestra podredumbre sobre el inmortal arte que tocamos. Atrapados en un reloj de arena que gira sobre sí mismo, Adam y Eve son los amantes del espacio, el testimonio de la eternidad ya en constante peligro de extinción.


No existe la perfección en el reino terrenal. Ava (Mia Wasikowska) marca el caos, la naturaleza más primitiva del vampiro post-moderno, condenado a la extinción. Marlowe (John Hurt) es la inmediata agonía, esa constante para nada perenne y prácticamente efímera de un tiempo que se escapa; aquel ser que escribió todas las obras de Shakespeare y que está condenado a desaparecer por esa peste que representa la sociedad contemporánea. Pero “Sólo los amantes sobreviven” lleva la mitología vampírica a otro nivel y territorio más existencialista desde el propio e implícito desencanto de la vida eterna y de tratar de sobrevivir a ese mundo plagado de zombis y mediocridad; ese mundo cada vez más avanzado, cada vez más sumido en una crisis intelectual donde el arte prácticamente ha dejado de existir y únicamente se rentabiliza el recuerdo y el influjo de viejos mitos y leyendas. Y allí llega el cine y ese creador que yace en las sombras para repasar el clasicismo a la contemporaneidad fílmica en esa historia en que el propio título nos avanza y resume la propia obra: sólo los amantes sobreviven. Eternamente y por encima de nosotros, muertos ya vivientes de un tiempo que nunca nos perteneció porque el espacio infinito fue, es y será siempre y por Adam y Eve. 

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