sábado, 9 de julio de 2016

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All the Way: Lyndon B. Johnson… hasta el final

“All the Way”
Director: Jay Roach
EEUU
2016

Sinopsis (Página Oficial):

“All The Way” ofrece una fascinante mirada entre bastidores del tumultuoso primer año en el cargo del presidente Lyndon B. Johnson después del asesinato de John F. Kennedy. Jugándose su presidencia en lo que sería una histórica y sin precedentes Ley de Derechos Civiles, Johnson se encuentra atrapado entre el imperativo moral del Dr. Martin Luther King, Jr. y las expectativas de los líderes del Partido Demócrata del sur que llevaron al poder Johnson. Al mismo tiempo que King pelea para presionar a Johnson mientras controla más elementos radicales del Movimiento de Derechos Civiles, Johnson navega por el proyecto de ley en el Congreso, consiguiendo una victoria aplastante contra Barry Goldwater, pero haciendo que el Sur deserte del Partido Demócrata.

Crítica Bastarda:
Clausewitz dijo que la política es igual a la guerra. Dicho de otro modo, la política es la guerra, punto ¿Sabe cómo se gana una campaña? No perdiéndola. Sólo perdí una elección en toda mi vida. El hijo de perra me la robó en los segundos finales con un montón de votos falsos, y yo cargaré con ése dolor hasta el día de mi muerte. Pero te diré qué nadie nunca volverá a hacerme eso otra vez.
Jay Roach, tras sus acercamientos cinematográficos a la comedia, se ha especializado en el discurso político con una colección diversa de proposiciones que realmente radiografían algunos de los momentos que marcaron la reciente historia de EEUU. Tras el controvertido recuento de votos en Florida que decidió las elecciones presidenciales del 2000 y cosificar el retrato de Sarah Palin, el viaje al pasado del director de “Los padres de ella” en cierta forma nos remite a establecer un contraplano de la reciente Selma de Ava DuVernay, donde el papel de Lyndon B. Johnson era completamente secundario y empequeñecido a unos niveles ridículos. En cierto modo, cada uno puede contar la historia que desee narrar, engrandeciendo el espectro resplandeciente de los iconos, ninguneando defectos, incurriendo en el maniqueísmo o utilizando una metralla de efectismos para logar el objetivo. El espectador acaba siendo aquel al que le queda reordenar la ‘ficción’ que le ha sido contada. La historia de Johnson nos remite a las luces y sombras de la política, en la que su lucha por los Derechos Civiles quedó en la negrura tras su implicación con el envío de tropas de combate a Vietnam del Sur y las consecuencias desastrosas que tal guerra desencadenó en todos los posibles frentes. Si algo deja claro “All the Way” es que Johnson sabía medir perfectamente los tiempos para ganar las elecciones presidenciales de 1964 y, tras hacerse con la presidencia por el asesinato de un icono como Kennedy, necesitaba algo que le diera la suficiente popularidad y precisamente un conflicto bélico no iba a ser la respuesta, entrando de lleno en un enfrentamiento con su brazo derecho y posterior vicepresidente. 


El telefilm de HBO desea dejar ciertos aspectos históricos en el contexto para descifrar las claves de un retrato que nos revela también la capacidad de Jay Roach para adentrarse en los espectros políticos y del propio Robert Schenkkan para adaptar su propia obra de Broadway. Bryan Cranston repite papel y “All the Way” hace completo repaso del paso de Lyndon B. Johnson por la Casa Blanca para que también el espectador se una a ese debate sobre la integridad en el mundo de la política, revelando a un presidente lleno de luces (su lucha por muchos derechos civiles) y sombras (su vinculación y conocimiento de los métodos de J. Edgar Hoover). Puede que al igual que Lincolnde Spielberg el tono impreso sobre una austera grandilocuencia, perfectamente sintetizado en las partituras de sus respectivas bandas sonoras, ahogue ese otro tipo de épica política que trata de hallar al otro lado de la pantalla. No obstante, las palabrotas que continuadamente espeta Lyndon B. Johnson pudieran ser parte de las esencias de Roach para dinamitar el academicismo y romper las costuras de políticamente correcto, como si se nos invitara a la conexión con el anacronismo (que no es tal) de muchas producciones de la cadena. La ruptura del propio partido demócrata también ayuda a difuminar cualquier tipo de sentimentalismo por la vía de la épica, como si todo en política siempre tuviera un precio; como si la propia moraleja del discurso se hiciera palpable a la propia biografía de aquel presidente por accidente que monopoliza el telefilm. El activismo queda en “All the Way” relegado a la figura de Martin Luther King mientras que Johnson revela un personaje con grandes dones para la política. La cinta de HBO se divide en dos actos para revelar a un vicepresidente que se hizo con el baluarte y timón de la nación más poderosa del planeta, mientras que en su segunda parte se presenta a revalidar la presidencia bajo las consecuencias de su Ley de Derechos Civiles de 1964 donde su partido quedó polarizado y fragmentado por los demócratas del Sur. Puede que la película de Jay Roach funcione con sus conexiones con el actual espectro político real, así como los cambios respecto a los derechos civiles, y también con las otras ficciones que se centran en las maquinaciones del Despacho Oval para que el espectador añada ese pliegue que conforma Selmay obtenga sus propias respuestas. En “All the Way” interesan ciertos conceptos simbólicos como la homosexualidad de Walter Jenkins y esa doble lectura de los diálogos con J. Edgar, añadiendo algunas capas al contexto desde un prisma presente. Tal vez a muchos espectadores no foráneos el telefilm simplemente les interese por la interpretación de Bryan Cranston y atestiguar un contraplano histórico y político de la cinta de Ava DuVernay. Posiblemente también sea el retrato que Lyndon B. Johnson, centrándonos en sus peculiaridades, hazañas y errores sin olvidar el hombre que se hallaba detrás de ese giro del destino que le aupó a inscribir su nombre en la historia a partir del 22 de noviembre de 1963, abriendo un camino que, como el título de la obra, él siguió hasta el final…
Porque no hay sensación en el mundo la mitad de buena de lo que es ganar. Pero un día el sol se elevará y las navajas saldrán y todas estas caritas sonrientes me estarán observando, esperando por ese primer momento de debilidad. Y entonces me destriparán como a un ciervo.
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