domingo, 10 de julio de 2016

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Langosta: ¿Qué es el amor?

“Langosta”
Título original: “The Lobster”
Director: Yorgos Lanthimos
Grecia / Irlanda / Países Bajos / Reino Unido / Francia
2015

Sinopsis (Página Oficial):

Una historia de amor ambientada en un futuro cercano, en un lugar donde los solteros, de acuerdo con las reglas de La Ciudad, son detenidos y trasladados a El Hotel. Allí les obligan a encontrar pareja en un plazo máximo de cuarenta y cinco días. Si no lo consiguen, son transformados en un animal de su elección y soltados en El Bosque. Un Hombre desesperado se escapa de El Hotel y se adentra en El Bosque, el lugar donde habitan Los Solitarios, y allí se enamora rompiendo así todas las reglas establecidas.

Crítica Bastarda:

¿Qué es el amor?, parece preguntarse Yorgos Lanthimos en su primera película de habla inglesa. Y, precisamente, esa envoltura trata de dotar al conjunto de cierta aureola de universalidad para llegar a todo tipo de públicos, ofreciendo además a un cineasta mucho más accesible que en “Canino” o Alps junto a un nutrido reparto internacional encabezado por Colin Farrell y Rachel Weisz. Sigamos la flecha lanzada por Cupido hacia el tema troncal del film. El amor es obviamente parte de nuestro entorno, un material que subyace en las relaciones de los seres humanos y un concepto netamente abstracto. Sirviéndose de tal síntesis, el autor nos plantea un mundo distópico amparado en esa necesidad que tenemos de encontrar a nuestra media naranja y en el fracaso con el que señala y estigmatiza la sociedad a aquellos que no consiguieron estar con nadie. ¿Hasta dónde podríamos llegar para encajar con una persona que, a veces, es diametralmente opuesta y, de este modo, satisfacer ese gran orden draconiano? ¿De verdad que los contrarios se atraen o forma parte de una simple necesidad y justificación ante la infortunada búsqueda del amor? Toda esa mezcolanza respecto a un ideal llamado amor —y su antagónica variación conceptuada en la soledad— nos lleva a ese prolongado primer acto de “Langosta” para reflexionar sobre ese cosmos y mundo paralelo en el que todos aquellos individuos que quedaron solteros son apartados de una restrictiva sociedad temerosa de que alguno de esos ‘solitarios’ sujetos pueda caminar en sus mismas calles. Se trata de un símil de una enfermedad que ha de ser aislada y purgada. Ese centro penitenciario es, en realidad, un hotel para la reeducación y reinserción social de los proscritos encontrando, de este modo, una nueva pareja o ‘muriendo’ (literalmente) en el intento. Esa defunción, inconcusamente, nos transporta a una alegoría sobre un purgatorio en la que todos aquellos desterrados seres que no encuentren pareja en un plazo predefinido serán convertidos en animales y liberados dentro de un bosque colindante donde también habitan los solitarios que escaparon. ¿Nunca habrá una posible salida a ese bucle y ciclo condenado a la regeneración de un sistema absurdo para mantenerse a flote a toda costa?


Pese a que el primer acto de “Langosta” trata revelar a un comprensible y accesible Lanthimos nada en ese nuevo orden se aproxima a la normalidad sino un surrealismo que pudiera haber firmado Luis Buñuel, con elementos característicos como una cacería con armas tranquilizadoras o el sexo divisado desde un prisma doloroso donde la autosatisfacción ha sido incluso desterrada. El amor puede ser supervivencia dentro de los márgenes de una sociedad inquisitiva que siempre nos ha vendido a través de redes sociales, por ejemplo, la necesidad de revelar al mundo el estado sentimental de cada individuo, de entrelazar destinos a golpe de clic. Los solitarios pudieran ser una secta que bebe directamente de los ‘singles’, aunque el film quiere llegar mucho más lejos gracias a su implícito sentimiento de odio por parte de esos rebeldes con causa. Y ahí llegamos a un segundo acto en el que nuestro antihéroe, tras esas penurias por encajar en el nuevo orden y salvarse en el proceso, acaba huyendo y uniéndose a las filas de ese grupo de parias que habita en las profundidades del bosque como salvajes proscritos por la sociedad. En ese territorio tenemos un discurso de extremos, como si el mundo hubiera acabado tan polarizado en una lucha entre el amor y la estricta soledad que no admitiera lecturas entre sus grises. Aquello que descubrimos es que el amor originado en condiciones impositivas, como cualquier sentimiento o elemento, acaba desfigurado en el egoísmo implícito del individuo y parte de un capricho del deseo personal, atrapado en rituales y reglas completamente irrazonables. Recordemos, el amor es cosa de dos y admite todo tipo de variaciones que divisaremos en la cinta como del amour fou, por compromiso e insuficiencia e incluso el halo de atracción que deja toda femme fatale… También aquello que desea plantear “Langosta” es que el amor (verdadero) nace a veces en los lugares más insospechados y en los que habita una prohibición al respecto, como si el ser humano estuviera condenado a revelarse contra cualquier orden establecido y tomar el fruto que ha sido designado como tabú. Y, por supuesto, muchas veces el amor es ciego o, en su defecto, algo miope y Lanthimos dejar ciertas lecturas y ambigüedades sobre las consecuencias de los celos o el simple beneficio del poder. ¿Miran los dirigentes por el bien común o por el individual marcado por su hipocresía? David (Colin Farrell) siempre ha quedado esculpido por una sosegada furia con todos aquellos que han osado atacar o dañar a seres a los que ama y ofrecer un reverso vengativo y cruel de esa emoción de autodefensa que caracteriza a cualquier individuo. Pero, no obstante, la jugada maestra del film es lanzar la pregunta de qué es el amor hacia el otro lado de la pantalla, planteando en el suspense de un final abierto la respuesta a la pregunta formulada. ¿Qué es el amor? ¿Es el dolor puro? ¿El sacrificio completo del uno por el otro? ¿La espera de esa mujer que representa Rachel Weisz? ¿El lenguaje propio que desarrollan los amantes para comunicarse por encima de cualquier adversidad? ¿O, tal vez, aquellos que han dejado de creer en el amor pensarán en una fuga en el último suspiro del antihéroe incapaz de escapar a un egoísmo que no es tal sino un mecanismo de autodefensa ante un absurdo irracional? 


“Langosta” se ciñe al lenguaje que generan las relaciones humanas para explorar esas convenciones sociales que realmente han apartado a los individuos del amor verdadero, conduciéndolos a farsas y caricaturas para poder sobrevivir. Las parejas tampoco han de basarse en al amor y Lanthimos ofrece un crisol de todas esas relaciones que definen a nuestro entorno y sociedad, como si la reflexión también deseara desligarse e ironizar sobre las propias comedias/dramas románticos que han plagado el firmamento del cine comercial. Al director de “Canino” le interesa, como en toda su filmografía, el concepto psicológico por encima del emocional, atrapando el espíritu de una sátira y comedia negra desnutrida de emociones gestuales. El amor no da sentimientos más allá de su propia percepción, parece contarnos la fábula. La idea es que ese choque entre imposiciones e insurrecciones deseara mantener un tono frío y distante del tema que retrata, planteando en la distopía una sociedad maquinizada. Puede resultar digno de analizar que el romance entre el autor griego y parte de la crítica que abalaba sus propuestas haya pasado por una crisis y posible ruptura, como si el amor entre esas dos partes hubiera ya sido deslavazado por la ‘normalización’ de un cineasta más convencional que se ciñe de manera mordaz a los márgenes que habitan entre lo ridículo y lo inquietante. Pero, en realidad, el autor desea utilizar un lenguaje más universal, manteniendo ciertas credenciales de extravagancia y rareza, para trazar con su discurso un juego de espejos con la sociedad que es receptora de su propuesta. Vivimos en tiempos de ridiculez, fantasías y caprichos sobre aquello que nos podría aportar estabilidad emocional e incluso felicidad y Lanthimos nos recuerda que el verdadero amor no está exento de sacrificios que rozan el absurdo. Tal vez ya su antihéroe no explicara en su animal elegido, en el que caso en el que tuviera que ser transformado en el mismo, la propia singularidad y anomalía que supone el amor y, al mismo tiempo, la propia necesidad de seguir amando o aceptando a una pareja incluso en otra vida venidera. Al fin y al cabo, “Langosta” es un film de extremos que propone un ejercicio al espectador sobre el amor/odio y nos toca digerir las ideas y planteamientos que nos propone un cineasta fiel a dejar las respuestas al otro lado de la pantalla, como si también el cine se hubiera convertido en esa media naranja que buscara una pareja idónea para convivir e iniciar una relación devota. 

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