La todavía impactante muerte de James Gandolfini va a provocar irremediablemente un aluvión de homenajes hacia el personaje que le definió y mitificó; Tony Soprano dominó el reino catódico durante la emisión de “Los Soprano” y su estela sigue siendo resplandeciente y lúcida. Recientemente el sindicato de guionistas americanos (WGA) eligió los 101 Mejores Guiones de la Historia de la TV siguiendo la huella de los mejores libretos de la historia del cine confeccionados en este año. No era de extrañar que la serie que creó David Chase y que catapultó a Gandolfini encabezara una lista que ha dejado ciertos sinsabores y dudas. ¿Por qué se han incluido series que todavía no han concluido como “Mad Men”, “Justified”, “Boardwalk Empire”, “Louie”, “Breaking Bad”, “Larry David”, “Modern Family”, “Downton Abbey”, “Juego de Tronos”, “Homeland”, “The Good Wife” o “Dexter”, por ejemplo? De acuerdo, estamos ante ejemplos fundamentales para entender la televisión de nuestros días pero, repito: no han finalizado y podemos intuir su gran alcance pero todavía no ratificarlo más allá de alegrar a sus millones de seguidores. Que figuren “Los Simpson”, “Barrio Sésamo”, “South Park” o shows como “Las noticias de Jon Stewart” y “Saturday Night Live” no me resulta una decisión arriesgada: han demostrado a través de su larga andadura sus virtudes. Incluso que “Arrested Development”, resucitada por Netflix en 2013, tenga un lugar de honor no sorprende a nadie: revolucionó la manera de escribir (y dirigir) una sitcom. Algo parecido podría explicar el antes y el después que supuso “Los Soprano”, una serie que cambió el concepto de la escritura de la ficción televisiva gracias a estar enmarcada dentro de una televisión de cable y potenciando dicha simbiosis.
