“A Ghost Story”
Director: David Lowery
EEUU
2017
Sinopsis (Página Oficial):
El aclamado director David Lowery (“En un lugar sin ley”, “Pete y el dragón”) regresa a la gran pantalla con “A Ghost Story”, una curiosa historia en torno al legado, la pérdida, y la necesidad esencial de todo ser humano de encontrar un significado y una conexión. El fantasma vestido con una sábana blanca (el oscarizado Casey Affleck) de un hombre fallecido recientemente regresa a su casa para consolar a su esposa (Rooney Mara, nominada por la Academia), pero descubre que en su nuevo estado espectral ya no pertenece a un tiempo concreto y solo le queda observar con total pasividad cómo se le escapan lentamente la vida que conocía y la mujer que ama. Cada vez más perdido, el fantasma se embarca en un viaje cósmico a través de los recuerdos y la historia, enfrentándose a las eternas preguntas de la vida y a la inmensidad de la existencia. “A Ghost Story” es una inolvidable reflexión acerca del amor y del dolor a través de una visión surrealista, una experiencia única que permanece mucho después de que se encienden las luces.
Explicación bastarda de la película:
De acuerdo, “A Ghost Story” es pretenciosa hasta la arcada pero, sin embargo, ni es propaganda nihilista ni una petulante oda a la existencialismo o la metafísica. Aquí existe un inteligente discurso valiéndose de una historia de fantasmas. Para entender el filme de David Lowery basta con retomar dos secuencias que establecen el eje de la propuesta. La primera sería aquella en la que C revela a su esposa su necesidad de dejar un pedazo de él en los lugares en los que habitaba. M da la impresión de dar sentido al testamento vital de su difunto esposo dejando un trozo de papel dentro de una de las paredes del que ya no será su casa. La otra escena determinante en el leitmotiv de la cinta. Sería el monólogo que establece el monólogo existencialista de Will Oldham. La idea es pensar en el tiempo como un concepto finito y elucubrar si fuéramos capaces de avanzar en el tiempo y darnos cuenta de que todos nuestros esfuerzos de transcender serán en vano. Ni siquiera la quinta sinfonía de Beethoven sobrevivirá al hecho de que dentro de millones de años el universo se comprima en una partícula. ¿Cualquier esfuerzo es fútil? ¿Todos acabaremos siendo fantasmas del pasado?
Sea como fuera, la naturaleza humana necesita de una capacidad de transcender. El propio C es prueba de ellos al convertirse en un fantasma tras su muerte. C parece llamado a dar sentido a su existencia como mortal regresando al hogar en el que dejó un «fragmento de su alma». M era ese pedazo que le impedía continuar y seguir adelante en esa especie de portal al más allá. El problema, tal y como remarcaba Will Oldham, todo esfuerzo parece en vano cuando el tiempo avanza rápidamente. M no sólo rehace su vida sino que, por el contrario, deja en un pedazo de papel todo aquello que simbolizaba el periodo que vivió con su esposo. C, de este modo, queda atado a descubrir el significado de ese mensaje que dote de sentido su existencia como fantasma. Pero el problema es que su eternidad y entidad fantasmagórica constituye su propia perdición. Tal y como nos da a entender esa otra presencia fantasmal vecina, un propósito inmediato se puede difuminar en el tiempo. El ser humano trata de dejar su herencia en sus genes y descendencia o en esas obras con las que tratan de trascender al peso (y paso) del tiempo. De este modo, ese fantasma (Spirit Girl) —interpretado por Kesha— había olvidado a aquella persona a la que esperaba. Su conflicto queda resuelto cuando su espacio existencial desaparece: ya no tiene sentido aguantar. Todos esos encuentros suponen un reflejo para C, que acabara en los confines de un futuro transformado en mastodónticas corporaciones y metropolis que inundan todo a su alrededor. No son la respuesta, no forman parte del mundo que una vez habitó: está condenado a viajar a la propia destrucción del planeta cuando dentro de cientos de miles de años el Sol deje de existir.
C no puede continuar adelante y se precipita al abismo físico y existencial que tiene delante. Tal acto no deja de remarca que desconocemos las reglas sobrenaturales de la vida más allá de la muerte de la que nos habla David Lowery en su película. C acaba en el pasado aunque exista inicialmente una vía para el desconcierto. Ese viaje en el tiempo arrastra a C al lugar que posteriormente habitaría, cuando los colonos comenzaron a tratar de asentarse en unas tierras que nos les pertenecían. C verá que una niña construye su propia cápsula del tiempo y su muerte —junto a su familia— por los nativos americanos hacen que C recuerde su propósito en su presencia incorpórea. Al regresar a través del propio avance del tiempo se ve a sí mismo en el momento en el que empezó todo y su impotencia refleja la incapacidad de evitar esa condena al parecer establecida en el universo. Generando una paradoja y encontrándose con su versión inicial espectral, C retoma el propósito de hallar el contenido de la nota que le dejó su mujer. He ahí el gran mérito de la propuesta de Lowery, ya que ni siquiera la propia Rooney Mara se acuerda de lo que escribió en la misma e, incluso aunque lo supiera, no revelaría jamás su contenido. La razón es que poco importan esas palabras sino la necesidad de completar un propósito y dotar de sentido una existencia. C finalizará ese ciclo vital (y extraterrenal) abriendo una nota para desvanecerse. ¿Nos está contando Lowery que poco o nada importa la eternidad si no encontramos nuestro propósito en esa minúscula fracción de tiempo que ocupamos en la misma? Tal vez si se siente completo pueda atravesar esa luz y llamada al más allá aunque, sin embargo, quizás “A Ghost Story” nos revela que estamos viviendo en un mundo repleto de fantasmas vagando alrededor de nosotros. Y nosotros un día también podemos convertirnos en uno de ellos…
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