“Call Me by Your Name”
Director: Luca Guadagnino
Italia / Francia / Brasil / EEUU
2017
Sinopsis (Página Oficial):
“Call Me by Your Name”, la nueva película de Luca Guadagnino, es un cuento sensual y trascendental sobre el primer amor. Está basada en la aclamada novela de André Aciman. Es el verano de 1983 en el norte de Italia y Elio Perlman (Timothée Chamalet), un chico ítalo-estadounidense precoz de 17 años, pasa los días en la villa familiar del s. XVII transcribiendo y tocando música clásica, leyendo y flirteando con su amiga Marzia (Esther Garrel). Elio tiene una estrecha relación con su padre (Michael Stuhlbarg), un ilustre profesor especializado en cultura grecorromana, y su madre Annella (Amira Casar), una traductora, y entre ambos le han dotado de una amplia cultura en un entorno que rebosa de encantos naturales. Aunque la sofisticación y don intelectual de Elio podrían sugerir que es un adulto hecho y derecho, todavía tiene cierta inocencia y temas en los que desarrollarse, especialmente en los del corazón. Un día, Oliver (Armie Hammer), un cautivador investigador americano que trabaja en su doctorado, llega para ayudar al padre de Elio como becario durante el verano. En medio del soleado esplendor de este marco, Elio y Oliver descubrirán la embriagadora belleza del despertar sexual a lo largo de un verano que cambiará sus vidas para siempre.
Cuando se estrenó “Brokeback Mountain (En terreno vedado)” en 2005, una crítica venenosa a Ang Lee —un tanto injusta y caprichosa— fue que su historia hubiera sido intrascendente si, en vez de dos vaqueros, el guion desarrollara el romance prototípico de una pareja heterosexual. La ‘novedad’, precisamente, se encontraba en la entrada de la homosexualidad en los recurrentes márgenes y moldes de los dramas clásicos del cine norteamericano, alejándose de ese espacio del ‘queer cinema’ o cine independiente que había ocupado previamente y del que tanto provecho sacaron Gregg Araki o Gus van Sant en su momento. Ni el western ya podía estar a salvo de la presencia de homosexuales en una regulación del séptimo arte al propio contexto social presente. El amor entre dos personas del mismo sexo estaba siendo un tabú a enterrar… Desde entonces, hemos tenidos envoltorios clásicos con dramas románticos teñidos al thriller como “La doncella (The Handmaiden)” de Park Chan-wook o incluso piezas para el recuerdo: “La vida de Adèle” de Abdellatif Kechiche y “Carol” de Todd Haynes. Ni siquiera la televisión se ha librado de desplegar pequeñas y premiadas joyas como “Black Mirror: San Junipero”, que han quitado la razón a esos críticos con la cinta de Lee. Las grandes historias son igualmente grandes, siendo el factor homosexual/heterosexual un mero punto y aparte o adyacente si se van a explorar esas épocas en las que era un impedimento social. En el caso de “Call Me by Your Name”, una de las películas con mejores críticas en 2017 por medios estadounidenses y candidatas a los Premios Óscar, nos topamos también con injustas etiquetas de «cine LGTB+», «temática/drama gay» o «una historia de amor homosexual». En la prodigiosa adaptación de James Ivory de la novela de André Aciman, las apariencias engañan porque nos encontramos ante algo mucho más universal en la relación que establecen Oliver y Elio, en Italia, durante el verano de 1983. Existe un aprendizaje vital, una vía para indagar alrededor de la naturaleza del corazón humano y, por lo tanto, alcanzar en el cine una catártica hipnosis utilizando el estío como parte de esa subyacente atmósfera de erotismo y extenuación emocional.
¿Qué cosas importan? / Ya sabes qué cosas… / Porque quería que supieras…
El film de Luca Guadagnino es una inteligente, elegante y culta mirada al (des)amor y los sentimientos devastadores que engendra en las personas. Ese lenguaje ecuménico sirve al cineasta para trazar esa línea de exploración en la mirada de su joven protagonista, interpretado sobresalientemente por Timothée Chalamet. He aquí la historia de un chico que creía saber todo pero, en realidad, desconocía aquello que realmente importaba. Es un tanto odioso señalar que la historia de amor que viven Elio con Oliver es un todo dentro de la obra ya que, por el contrario, nuestro personaje principal vive dos romances en paralelo: uno heterosexual con Marzia y la atracción homosexual que despierta la llegada de Oliver en ese verano condenado a consumarse. Precisamente, la idea es que la relación sexual con Marzia despierte el anhelo exaltado de Elio y estimule esos sentimientos encapsulados en su corazón para confesar a Oliver sus emociones. La sutileza y la belleza reflejada en tal acto se trasladan a las intenciones cinematográficas de Guadagnino, ya que el director desea recrear en su atmósfera toda la melancolía que pudiera establecerse en todo primer amor. “Call Me by Your Name” no desea articularse sobre la tragedia que implícitamente establece un romance condenado a acabarse, cual estación, sino que nos ofrece un brillante camino para un discurso de aprendizaje: «Siente lo que obviamente sentiste. […] Los corazones de nuestros cuerpos nos fueron dados una sola vez». La importancia de la cinta, por lo tanto, no es hablar y retratar el amor sino sumergirnos en aquello que también simboliza perder aquel mecanismo que nos anima a vivir y a que nuestro corazón siga latiendo —independientemente del sufrimiento o pálpitos que lo rodeen—. Melocotones y un gran cantidad de estilizados detalles aparte, la obra trata de extraer todo el néctar emocional alrededor de las angustias y placeres de una juventud condenada a perderse en cada verano, como si fuera un baile, catapultando todo ese alcance afectivo al otro lado de la pantalla. Guadagnino se sirve de la alegoría presente en los placeres terrenales que puedan instituirse en esos aburridos y largos días veraniegos, en los que los detalles parece inducirnos a un cuadro impresionista y costumbrista de cuerpos desnudos, nadando, jugando o bañándose en el sol antes de someterse a la danza y la música nocturna.
Tal vez el tono lánguido que entristece y busca mantener Guadagnino, que transforma el recurrente exhibicionismo de su filmografía en una inteligente y calculada hipnosis fílmica, provoque que algunos espectadores se desesperen. Los personajes, además, pueden ser tan pedantes como irritantes en ocasiones. Incluso se podría cuestionar —y resultar molesto— ese juego de señores y sirvientes que nos deja entrever la relación con ese servicio que convive con los protagonistas. De nuevo, las apariencias pudieran engañar —como la etimología de la palabra albaricoque—, ya que las intenciones son justificar las vivencias de un joven un tanto afortunado y privilegiado, que vive junto a dos padres liberales y eminencias en sus respectivos campos. Elio es un virtuoso del piano o devora clásicos literarios —y asimila conocimientos— tanto por el contexto que le rodea como parte de un desarrollo intelectual —autoimpuesto— para comprender ese mundo en el que habita. Su conflicto, evidentemente, es que no va a poder comprender el amor leyendo un libro o una partitura sino que, por el contrario, tendrá que vivirlo en su propio corazón. Y el riesgo es la pérdida… “Call Me by Your Name” desea ser más que una suma de piezas e, inclusive, sus debilidades sirven para articular ese sentimiento de comprimir toda la cultura (de culturas) en un mismo espacio, recorriendo la historia para engendrar ese discurso sobre la naturaleza inmortal del amor. Podemos viajar de Talking Heads a Bach pasando por The Psychedelic Furs como parte de ese choque de lo nuevo con lo clásico, transmitiendo de este modo una imagen de inmortalidad en el discurso. Precisamente, ese verano del 83 se proyecta a través del tiempo hasta nuestro presente para dejarnos devastados en un plano secuencia y títulos de crédito. La mirada de Elio es suficiente para que vivamos también su crecimiento emocional como parte de una experiencia vital que se convierte en nuestra desde ese preciso momento. La devastación que podemos sentir, por lo tanto, conforma la esencia de la obra que sintetizan las aportaciones de Sufjan Stevens en la banda sonora. “Call Me by Your Name” se convierte en un elemento íntimo y personal que logra un hueco en nuestros corazones y nos remite al impresionante monólogo de Mr. Perlman (Michael Stuhlbarg) para que sintamos lo que obviamente sentimos y no reneguemos de las emociones desgarradoras que pudiera dejarnos el implícito final de un romance y, por extensión, de la propia película. De este modo, el film de Guadagnino nos invita a regresar con melancolía y esperanza a los recuerdos que podamos tener, como si esa inconsolable imagen y sentimiento quedará tan enterrado como esos yacimientos de otro tiempo que, tal vez, un día regresarán al mundo.
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Al principio de la crítica pusiste que Brokeback Mountain se estreno en 2015, cuando en verdad fue 2005.
ResponderEliminarHola Anónimo!
EliminarSí, es lo que creía que había puesto... Gracias por la corrección porque de lo que yo piense a lo que ponga mi tableta siempre va una diferencia. En esta ocasión, un década... :/
Gracias por el comentario y corrección.
Saludos bastardos.