martes, 11 de julio de 2017

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Fear the Walking Dead (3x07) (3x08) The Unveiling/Children of Wrath: La lucha por la tierra


“Fear the Walking Dead” ha llegado a su midseason finale para confirmar sus intentos —un tanto renovadores— de dar sentido a un espectáculo con entidad propia alejado del influjo de The Walking Dead. El spin-off de una de las series más exitosas en la televisión por cable siempre fue cuestionado desde sus comienzos. En teoría, la ficción dedicada a dar forma a la mitología de ese universo en el que nadie sabía ni conocía qué era un zombi tenía que asentar las bases de una narración independiente y alejada del foco de acción de Atlanta o Washington. Los Ángeles y la zona fronteriza con México pudiera ser una interesante apuesta sobre el papel aunque, por el contrario, la propuesta de AMC quemó rápidamente sus cartuchos argumentales sobre el estallido del Apocalipsis Zombie y decidió asentarse en mecánicas trilladas y oxidadas, centrando todo su potencial en supervivencia de varias familias en caminos cruzados. Podemos entender “Fear the Walking Dead” como una mera máquina de lanzar proposiciones que generalmente no se han materializado en nada. Desde un yate a un personaje interesante como Victor Strand, tuvimos un viaje errático con distintos puertos y un sentido de hacer desfilar caprichosamente escenarios sin una consistencia satisfactoria. Tampoco dividir a los protagonistas, siguiendo las fórmulas de The Walking Dead, hizo que el conjunto brillara y mucho menos encontró el equilibrio en las tramas alrededor del Rosarito Beach Hotel o Tijuana que, no obstante, sirvieron para revelar la mejor cara del espectáculo. Con demasiada pólvora quemada, Eye of the Beholder” (3x01) y The New Frontier” (3x02) aterrizaron para conjurarse como la redención de la serie y esa posibilidad de renovarse o morir. Bien, ¿se puede decir que lo han conseguido tras llegar a “The Unveiling” (3x07) y “Children of Wrath” (3x08)

El season premiere, conformado con dos episodios, podría ser el reflejo del midseason finale en el que, de nuevo, tenemos dos capítulos para cerrar el inicio de algo interesante aunque todavía, por el contrario, lejos de la mejor versión que se pudiera alcanzar. Es el principio de algo y podemos conformarnos con eso. La historia de tres familias (los Clark, los Manawa y los Salazar) ha pasado por distintas fases y se intuía que Cliff Curtis tenía que salir del proyecto para rodar las 8.598.431 millones (?) de partes de Avatar” de James Cameron. Tras su repentina y extraña (?) muerte, “Fear the Walking Dead” ha decidido recuperar a Daniel Salazar y dotar de significado tanto su regreso como la reintroducción de su hija en el espectáculo. Sabíamos que Ofelia se había cruzado en el camino de un tipo hostil encarnado por Dayton Callie y Jeremiah Otto surgirá como un personaje antagónico al revelado por Hershel Greene. Precisamente ese su granja familiar el punto para que Madison y sus hijos encuentren un lugar que justifique todos sus pesares previos y, sobre toda, la muerte de Travis cuando se dirigía en helicóptero al lugar junto a Alicia. Hay una presencia amenazadora en el exterior y, evidentemente, no forma parte de las hordas de muertos vivientes sino que va a atacar sin vacilar a esos supervivientes que habitan en la zona. ¿Qué grupo será? ¿Quién lo lidera? Antes de centrarnos en ese arco argumental, es hora presentar los hijos de Jeremiah, como si fueran la cara y cruz de su herencia. Mientras que Jake es el chico que siempre quiere hacer lo correcto (y se convierte en el consorte romántico de Alicia), Troy es un psicópata y precisamente ahí radica el interés que despierta su personaje. Él tipo lideraba ese grupo militar que se dedicaba a hacer experimentos sobre el virus zombi… con especímenes reales ‘reclutados’ para la ocasión. Es obvio que Madison se cruzó en su vida para poner su cuenca ocular en plena tensión y los giros argumentales llevaron a todos a iniciar una convivencia en un rancho que supone un puente de salvación para los protagonistas. La tracción emocional está puesta sobre la mesa…


Vayamos a los personajes errantes. Strand da lo mismo que consiga un coche nuevo —de diseño y a su gusto como marca un Maserati— porque sus movimientos o salida del hotel son un tanto caprichosos y gratuitos para los escritores. La cuestión es que acabe en una presa siendo el rehén de un viejo conocido de su pasado y allí aparezca Daniel para dinamitar todo. La supervivencia del padre de Ofelia fue ardua y el destino da la impresión de no dejarlo morir para que siga sufriendo en el purgatorio que represente ese mundo apocalíptico. Veremos cómo hay gente que exprime hasta la última gota sobre el sistema de distribución de agua y esos nuevos villanos son pasajeros para dejarnos claro que el conflicto de Daniel pudiera ser similar al de Carol de The Walking Dead: ambos son máquinas de matar que contabilizan los cadáveres que han dejado atrás y que torturan su conciencia… Da la impresión de que Daniel va a tratar de hacer lo correcto aunque, por el contrario, los asesinatos no son opcionales para justificar su fin. Las aventuras de Daniel y Victor van a durar lo justo hasta que el primero descubre que tendrá que seguir buscando a su hija Ofelia fuera de las maniobras sibilinas de Strand. Victor, por su parte, todavía no ha hallado su propósito y reencontrarse con Abigail —e incluso conversar brevemente con un astronauta ruso varado antes de que éste se pierda para siempre— son los elementos de los escritores para que éste tome rumbo seguramente al encuentro de sus viejos amigos. ¿Y también de Daniel?


Vayamos al eje principal de estos ocho episodios. Jeremiah Otto pensó tiempo atrás en el fin del mundo y construyó su propio imperio tanto para hacer que sobrevivieran su familia como otros… que fueran tan ‘blancos’ como él, claro. Precisamente una de las jugadas de esta tercera temporada de “Fear the Walking Dead” es que Madison descubra que tanto ella como sus hijos han acabado en el lado equivocado y que la tierra que pisan fue robada a los indios tiñendo de sangre una venganza en ciernes y fuego cruzado del que no pueden escapar. Jeremiah encaja en un personaje con rasgos risibles en la era Trump bajo un halo de western del que tiempo atrás se despegó The Walking Dead. Iremos descubriendo los pecados que cometió y las líneas rojas que ha ido cruzando para llegar hasta el presente punto. Precisamente el espectáculo siempre ha tratado sobre aquello a lo que están dispuestos a llegar los protagonistas para sobrevivir y Madison hará cualquier cosa por sus hijos y mantener a su familia unida. Su conflicto resulta aterrador al relatar a sus hijos cómo asesinó con un arma en su infancia a su padre alcohólico por pegar a su madre. Tanto Madison como Nick o Alicia van a tener que lidiar con la hostilidad de muchos habitantes del lugar y sabíamos que era cuestión de tiempo que Luciana abandonara el lugar una vez que se recuperara. Es evidente que nada es lo que parece y Qaletqa Walker se muestra como un antagonista que tampoco da la impresión de ser un auténtico villano aunque, no obstante, esté dispuesto a convertirse en un monstruo para proteger a los suyos y recuperar aquello que les fue robado a sus ancestros. Con una unidad desparecida, que estaba investigando el ataque del helicóptero, Madison se encara como una protolíder emergente mientras que los guionistas potencian la relación paternal de Nick y Jeremiah con resultados diversos. Dentaduras postizas aparte, la revelación pasa por ir descubriendo esas líneas rojas que han ido cruzando todos los personajes y que los miembros fundadores del rancho iniciaron su proyecto bajo el asesinato y la sangre. De este modo, Madison encontrará una vía para que Jeremiah se quite de la ecuación y salve a todos aunque será Nick aquel que apretará el gatillo. Da la impresión de que el viaje de los Clark está teñido de rasgos tenebrosos en su moralidad y esas líneas rojas han sido atravesadas para conseguir un pacto con Walker. ¿El fin justifica los medios o el lado oscuro arrastrará a todos hacia nuevos problemas? ¿Durarán algo más que los supervivientes del Rosarito Beach Hotel? Aquello que sí sabemos es que, tal y como confesaba el astronauta ruso a Strand, el mundo se ha vuelto un lugar más oscuro aunque no por ello conviene perder la esperanza. ¿La perfecta metáfora para que la audiencia continúe el camino junto a los protagonistas?


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