“El abrazo del vampiro”
Título original: “Embrace of the Vampire”
Director: Carl Bessai
Canadá
2013
Sinopsis (Oficial):
Protagonizada por Sharon Hinnendael, en el papel de Charlotte Hawthorn, la película sigue a una tímida adolescente que acaba de salir de una escuela católica para niñas para iniciar una nueva vida en una universidad mixta. Pero un antiguo mal la ha seguido hasta ese lugar, atormentándola con pesadillas inquietantes y tentándola con deseos prohibidos. Es un hambre que solo puede ser saciada por los placeres sensuales de la carne… y sed de sangre. Se trata de una batalla por su alma… y una que está perdiendo. Pero Charlotte es una luchadora. El caos y el tormento amenazan con desatar su propia bestia interior y cualquier persona, incluso cerca de ella, pueden encontrarse para abrazar su propio destino horrible.
El remake de la ya vapuleada (y espeluznante, en el peor sentido de la palabra) “El abrazo del vampiro” de Anne Goursaud nos lleva un territorio peliagudo y afilado sobre los cambios a través del tiempo en el cine erótico en la era de internet y, sobre todo, ante modas predominantes de chupasangres y demás variaciones (y violaciones) del mito stokeriano. Ya en su momento, los dramas uterinos de Charlotte (Alyssa Milano) y la obsesión escrotal del vampiro, interpretado por Martin Kemp, nos llevaron un infecto y soporífero territorio del que nada bueno emergió. Enterrada en el olvido del cine cutre, Carl Bessai ha revivido a ese fantasma que nunca debió ser exhumado y que se ganó a pulso ser uno de los peores largometrajes de 2013. Vayamos a los traumas de una tímida virgen que no bebe alcohol y que no sigue el consejo de una bruja que, a la postre, descubriremos que era el único ser con un par de neuronas… Esa adivina dice algo a esa joven que también debería seguir cualquier espectador que desee que sobrevivan millones de sus neuronas, que serán sacrificadas a la obra y gracia del cine cutre… ¡VETE DE AQUÍ (Y NO VUELVAS)! Bien, a partir de ese punto pasan 1.568.437 millones de cosas paranormales y visiones tróspidas… Charlotte Hawthorn (Sharon Hinnendael) se toma, por ejemplo, cientos de pastillas y hace innumerables estupideces hasta que quedan diez minutos de película (y hay que cerrar argumentalmente todo este desaguisado narrativo). ¿Hay algo más en este bodrio aparte de ronquidos, clases de esgrima, psicología de mercadillo y erotismo caducado?
“El abrazo del vampiro” se rinde a su leitmotiv respecto al proceso en el que se hace una espada. Ese ‘fuego’ es el motor de una alegoría sobre la representación de la protagonista como un acero moldeable y vulnerable, ‘blando’ durante un breve instante, en el que está preparado para coger forma. Cole / Stefan (Victor Webster) pretende transformar la lucha y el dolor de esa joven, a través de su pasión, en un afilado ‘objeto’ del deseo y terciada arma. ¿Podrá doblegar su alma y conseguir aquello que busca? Carl Bessai no tiene tiempo, entre innumerables estertores de muerte, de desarrollar ciertas ideas del discurso como el planteamiento de qué es un monstruo y qué hace para que la sociedad lo etiquete como tal. ¿Nace o se hace? Ni citar al “Drácula” de Bram Stoker puede hacer que el engendro tome consciencia de sí mismo y nos plantee si el monstruo desea ser humano o percibe que en él yace más humanidad (y amor) que en su creador. La cinta si acabó siendo una de las mayores catástrofes cinematográficas del 2013 fue debido, en mayor parte, a sus diálogos cutres y conflictos tan pobretones —y pecaminosos— como el supuesto comportamiento inapropiado de la protagonista. ¿Qué adolescente actual puede escandalizarse con un par de pezones y dos toqueteos que no llegan a la impudicia de una de Bo Derek? Cuando apenas quedan unos minutos, “El abrazo del vampiro” despega hacia ese territorio sangriento y de terror con las muertes de todos alrededor de Charlotte y el enfrentamiento final contra ese vampiro al que desea aplicar la Ley del Dhampir (a base de chupeteo y poder vaginal). Olvídese de cualquier acercamiento inteligente a la virginidad de nuestra heroína porque aquí la única pregunta que nos podemos plantear, aparte del destino final de Charlotte, es la siguiente: ¿si te comen el coño sigues siendo virgen? Porque si es así, nada de lo que vimos en este bodrio tiene sentido.
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