“Hércules: El origen de la leyenda”
Título original: “The Legend of Hercules”
Director: Renny Harlin
EEUU
2014
Sinopsis (Página Oficial):
En un intento desesperado por liberar a su pueblo de la opresión de su vengativo esposo, la reina Alcmena dirige sus súplicas hacia los dioses y fruto de sus plegarias nace Hércules, engendrado por Zeus, padre de los dioses y los hombres. Ajeno a su verdadera identidad, Hércules sufre el desprecio del rey Anfitrión, quien favorece siempre a su hijo legítimo Ificles. El joven Hércules se enamora de la bella Hebe, aunque su historia de amor queda truncada cuando Anfitrión, padre de Hércules, proclama que será Ificles quien contraerá matrimonio con la princesa. Hércules intenta huir con su amada, pero es capturado por la guardia del rey Anfitrión, quien le envía a la guerra. Tras burlar a la muerte, Hércules se embarca con el guerrero Sotiris en una misión para liberar al reino de la tiranía de Anfitrión, recuperar a su amada de las garras de su hermano y ocupar su lugar en el panteón de los héroes griegos.
Diga péplum y aquellos seres más cercanos (y poco provectos) le gritarán con un aullido de guerra “Spartacus: Sangre y arena” y “300”. Parece que quedan ya lejanas en la distancia cinematográfica tanto “Gladiator” de Ridley Scott como “Troya” de Wolfgang Petersen y si hablamos de “Espartaco” de Stanley Kubrick mejor saque su afilada espada para hacerse el harakiri. El mainstream vive de las tendencias y los estudios de mercado y “Hércules: El origen de la leyenda” pretendió rentabilizar el filón de la serie de televisión de Starz y el grito espartano de Leónidas perpetuado en 2014 por Temistocles en “300: El origen de un imperio”. En esta ocasión la industria lo quiso hacer mediante el físico de Kellan Lutz, confiando en que los músculos y la estilización de los efectos visuales —y la superficialidad en la dirección— generasen un producto taquillero sin que importase esa difícil digestión de la nueva perspectiva del mainstream. Al igual que “Pompeya” de Paul W.S. Anderson, la impresión es que los blockbusters confeccionados con decenas de millones de presupuesto son simples juguetes de cine exploitation a niveles estructurales y de calidad dramática. El fracaso tanto de la cinta que protagoniza Kit Harington como de aquella monopolizada por los abdominales de Lutz —y el moderado éxito de aquella interpretada por Sullivan Stapleton—, nos revela que puede que el público haya dejado de confiar en esos hollywoodienses dioses y su magia de pirotecnia barata y pasajera.
En “Hércules: El origen de la leyenda” hasta los títulos de crédito finales parecen una parodia y digamos que “Casi 300” es más seria y dramática que este berenjenal repleto de lugares comunes y toneladas de impostado y gratuito ridículo. Candidata a colmar las necesidades de los Razzies y título directo a formar parte de Las Peores Películas de 2014 (por público y crítica), nos hallamos ante una interconexión de King Kong y Sansón atrapados en un videojuego cutre y barato. Renny Harlin transita por el péplum, por la copia e incluso por un hilo religioso mientas trata de aferrarse a la historia de amor y desencuentro familiar como pieza clave de la narración. El libreto es tan irritante que cuesta no ceder a los sentimientos homicidas o simplemente tirarse por el suelo para la correspondiente refriega a lo croqueta entre sonoras carcajadas. En realidad, la cinta de Harlin vive más de la trospidez de “Furia de Titanes” e “Ira de Titanes” que de cualquier otra aportación mencionada anteriormente, condenada a ese retrato (con retardo) digital de la mitología griega pasada por el calzador del esteroide visual.
El trailer ya lo avecinaba y su premisa confirma que a Harlin le siguen dando pasta en Hollywood para jocosas películas como “La alianza del mal (The Covenant)” o “El exorcista: El comienzo”, entre otras bufonadas que nadie se ha atrevido a ver. Su regreso al ‘porno comercial’ ha sido por todo lo alto y la presente suma de pésimas interpretaciones, insultantes estereotipos y previsibles y huecos diálogos, confirman que actualmente se hace cine de estatuilla. De Razzie, claro. Exactamente de 6 nominaciones, incluyendo a peor película del año y el top 10 de las mayores defecaciones padecidas por público y críticas. Su aureola, en definitiva y resumen, está cubierta de ese dorado haz procedente del Olimpo del cine cutre y mierder donde “Hércules: El origen de la leyenda” quiere brillar y ser el nuevo Dios. Alabado sea pues.
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