A veces intento explicarme a mí mismo el motivo de esa extraña adicción que sufro a “True Blood”. No es una serie que me enloquezca pero la sigo como si de autentica sangre envasada se tratará. Necesito mi dosis de temporada cuando veo un simple episodio. La necesito cada cierto tiempo para acallar a mi voz interior. Esa que me somete a su voluntad.
Nota de prensa: serie creada por Alan Ball (“A dos metros bajo tierra”) basada en la saga de novelas The Southern Vampire Mysteries de Charlaine Harris.
“True Blood” tiene elementos interesantes en su propuesta y el sello de HBO, la canción de “Bad Things” por Jace Everett, la interpretación de Anna Paquin, la sonrisa de Anna Paquin y el personaje de… ¿Anna Paquin? como única vuelta de tuerca a las ‘historias de vampiro conoce chica volumen 1088’. Ella tiene un don telepático que la convierte en un bicho raro y conoce al único ser al que no le puede leer sus más profundos sentimientos, un vampiro de más de ciento cincuenta años. Historia de amor a la vista con los reflujos de sexo y violencia habituales de la televisión por cable con las mejores series contemporáneas.
Pero, ¿qué más ofrece “True Blood”, aparte de carne fresca y sangre embotellada?
Creo que poco o muy poco porque no me convence en absoluto el escenario social que rodea a la serie.
Antecedentes poco decentes: científicos japoneses logran crear sangre artificial y con ello no es que se solventen numerosos problemas médicos (que ni se plantean porque si no se han dado cuenta la serie y las novelas no son de Michael Crichton) sino que los vampiros ‘salen del ataúd’ y dejan de ser leyendas para convertirse en compatriotas, vecinos e incluso amantes. Se inicia el debate pero entre la religión y la política en un juego de poder. ¿Pueden ser nuestros iguales unos seres ‘superiores’ que nos han estado devorando en el anonimato durante milenios?
Es cierto que Bon Temps es un pueblo de Luisiana de mala muerte pero no por ello le debe salpicar lo que se cuece en el país y es que en ningún momento de las dos primeras temporadas y creo que en las novelas no se plantea el verdadero debate social: la vida eterna. ¿No cree nadie que conseguir esa ‘cadena perpetua’ para multimillonarios, banqueros, políticos, famosos y empresarios y sobre todo para Jorge Javier Vázquez sería prioridad absoluta? A ello se le suma que el único conflicto moral que supondría matar a inocentes para ‘alimentar’ y mantener la eternidad quedaría borrado por la True Blood. Inconvenientes: luz solar, plata y estacas. Ventajas: ‘Hola Siglo XXII… Ah, mira si eres el Siglo XXIII…oh, mira podemos hacer misiones espaciales a Júpiter y todo…’
Creo que su problema es que anula ese contexto social por la historia de amor y las tramas ‘criminales’ cuando realmente debería plantear el abandono de la raza humana tradicional por someterse a la permanencia indefinida de la no-muerte.
En la Tierra, con el paso de los años, sólo quedarían vampiros, hombres lobo, cambiaformas, duendes y demás seres mitológicos. ¿Humanos? Únicamente en el tercer mundo o en los ‘paraísos’ sumidos a la globalización como campos de neo-esclavos. Y ahí sería el conflicto de los mortales que quedasen, ver como todos van siendo inmortales y finalmente ellos acaban siendo ‘leyendas’. Sería una interesante reescritura del clásico de Richard Matheson. Pero “True Blood” serie y novela no va por ahí sino por allí, pero por allí donde siempre se ha pasado o, lo que es lo mismo, lugares comunes y típico-tópicos?
La primera temporada estaba repleta de altibajos con un flojísimo comienzo aunque con interés creciente que se diluía como la sangre en la ducha del Motel de Norman Bates. La premisa es original pero el punto de vista pueblerino americano resulta un arma de doble filo. En la segunda temporada asistiremos al cosmopolita mundo vampírico con hoteles diseñados exclusivamente para ellos pero son sólo un espejismo de una trama secundaria.
El mejor personaje es Lafayette: desde trabajar en ese cutre bar-restaurante de carretera hasta ser traficante de la zona pasando por acostarse con senadores y vampiros por pura codicia y hacer un extra con una web. Mención aparte ya que le sobra tiempo para ayudar en el ‘cuerpo de mantenimiento’ del pueblo.
Es cierto que los personajes tienen sorpresas y las novelas tienen mejor aguante que la serie, que hasta resulta mojigata para ser de la HBO. Por ejemplo, a Lafayette se lo cargan en la segunda novela, que inspira a la segunda temporada, en ese coche donde encuentran finalmente a la falsa ‘exorcista’. Sookie es telépata pero su jefe transformista, una ménade y un psicópata se la cuelan dobladas. La segunda temporada, en mi opinión, me parece más interesante por ejercer de auto-parodia al género y a la misma serie con la trama de la Hermandad del Sol aunque le falta ese frenesí que tantos nos vendieron con sus macro orgías y rituales a deidades como ese Baco de pega. Ahora quedamos a la espera de la tercera temporada y ese triángulo e incluso cuarteto que creará Sookie con vampiros y hombres lobos moscones.
Bienvenido, eso sí, entretenimiento y adicción. Tal vez sea serie que ha encontrado en la publicidad viral y a través de la red nuevos adeptos y adictos. Engancha y extrañamente y en mi contra… bastante… lo bastante para permanecer no-muerto hasta el cierre de cada temporada. ¡Os odio Alan Ball y Charlaine Harris! ‘I wanna do real, bad things with you’.
Estoy ansiosa en saber cuando llega la tercera temporada, a mi me sucede los mismo necesito mi dosis de sangre, !necesito ver a Bill!
ResponderEliminarYo no sé cómo lo ha conseguido Alan Ball pero la serie engancha como ninguna en estos momentos. Además, se nota que va de menos a más incluso en nominaciones para los Emmys. ¿Será su mezcla de drama vampírico romántico con la parodia de la serie B en plan rural?
ResponderEliminarEl 6 de septiembre se estrena en C+:
http://eslatele.com/2010/07/tercera-temporada-de-true-blood-en-canal-plus.html
Para los que no puedan esperan sólo les queda comprar True Blood de contrabando...
¡Por fin!
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