El rumbo que ha tomado Eurovisión ha sido el de la eterna decepción. ¿Recuerdan una canción de los últimos años del certamen que haya incitado a las radiofórmulas? La polémica de Dana International o Lordi, en menor medida, han hecho que hablemos del certamen no por su desaparecida calidad sino por su entidad polémica y finalmente decepcionante. Hablemos de España, de sus aportaciones al patetismo y de su nula vanguardia. Digamos que Azúcar Moreno y su “Bandido” fue lo más atrevido por lo que hemos apostado. Mezcla de flamenco con house en tiempos donde Raul Orellana ponía nombre español en las listas de Reino Unido.
La rana ya estaba muerta y llevaba estéril años pero el científico loco creía y sigue creyendo que esos espasmos que consigue con electricidad dan vida al anfibio. Esa incredulidad es la que ha predominado el Festival de Eurovisión desde hace más de media decena de lustros. Hablemos de “Waterloo” de Abba y de dignidad. Hablemos de lo contrario, es decir, de todo lo demás en un macro-festival con un encanto perdido.
España quedó incapacitada por el efecto OT y ese fue el de la expectación. Todo el mundo creyó en Rosa, la Rosa de España, hasta que vimos el vestuario, la coreografía asincrónica y esos coros de Pelo Rabo ‘Bisbal’ y Llorón ‘Bustamante’. Hablemos de la inutilidad de esencia del Reino Español. Por un lado tenemos a las Supremas de Móstoles, para llamar la atención y cambiar un poco el patio, pero la audiencia se espanta al final de lo freak-marujil y prefiere llevar a tres tiarronas del montón con canción del montón, que enseñen pechuga eso sí para que se note que somos españoles, para fracasar estrepitosamente.
Oh, mandemos a La ‘Grandísima’ Armada Española, como esas Ketchup sin gracia, o sea Tomate caducado de segunda marca. Luego nos apetece apostar por lo freak porque así lo determinó Buenafuente y llevamos a Chikilicuatre que no es freak ni friqui porque es un humorista y realmente parodia el certamen. Ese año La casa azul era la esperanza y Coral el lado conservador. Preferimos el ridículo y la nula provocación para arañar unos míseros puntos más. El año pasado Soraya defendía “La noche es paya-mi” y no captó la atención de nadie. La verdad: Melody sin Los Vivancos hubiera conseguido poco más.
RTVE sabe vender la moto y este año Telecinco creía que podía abducir al resto de cadenas. Karmele aka Pop Star Queen se equivocó en vender politonos, tsunamis franquistas y adelantar su creación. Lo mismo le pasó a Chimo Bayo que era la propuesta más ‘original’ presentada en la preselección y ¡eso que podía pasar por una de sus canciones de los noventa! Lo único que me convencía era ese ‘Caca de Colores’ de Car-man y Robin de más de cuatrocientas canciones pero como a ellos no les vendía ninguna red social, foro de coches o cadena de radio quedaron en un puesto indigno.
Hubo polémica y polémica. Polémica por las descalificaciones y el nazismo generalizado que confunde lo freak con lo friqui. Karmele y su expulsión fueron objeto de debate social y mediático… durante dos telediarios. Los 40 criminales mandaron a alguno de sus sicarios en forma de Pezón Comunista y muchos dijeron: ¡qué graciosa es la letra! También confundieron la esencia freak con terrenos banales e insustanciales. Les cazaron porque el tema tampoco era inédito e incumplía normas y bla, bla, bla. Anda ya!
Cobra siguió su papel y RTVE consiguió lo que quería: audiencia a lo Sálvame recurriendo a tocamientos e insultos. Nada nuevo. Nos reímos, al menos, un rato con esa Igartiburu amansando a una fiera con ‘¿música?’ incluida. Audiencia millonaria y bochorno nacional. Ahora insinúan que hará ‘selección’ musical pero si yo hiciera la misma de todos lo candidatos un 99 % se quedarían a las puertas de la nada.
Locuras freaks y exclusión polémica de Antonio Gonzalez El gato aparte, el ganador fue Daniel Diges por encima de Cobra y de Coral, la gran favorita. A la pobre no se la entiende y “Es una vida” era su vida, la crónica de un eterno fracaso. Con esta es la cuarta vez que se la da plantón. Por favor, que la lleven ya, disfrazada de na'vi haciendo sus gorgoritos homenajeando a “Titanic”. Nos va a dar lo mismo… Pero se enfrentaba con su peor rival, la profesionalidad. Y es lo que tiene el defensor de “Algo pequeñito”. Tiene planta y pelo rabo a lo Krusty el payaso. Tiene voz, estilo y nervios de acero. Defiende un vals o sea una anti-canción eurovisiva y lo hace con una puesta en escena que demandarán los creadores de “Toy Story” (con un Sr. Patata ganaría incluso más). Y, lo mejor de todo, lo hace con una letra defensora del micropene.
Sí, “Algo pequeñito” es una oda al micropene que cuenta la triste historia de un hombre que se va a desnudar por primera vez delante de su novia. Él la tiene de tamaño oriental y está enamorado locamente de ella. Cree que es la mujer de su vida pero, por circunstancias que no vienen al caso, ella todavía sigue siendo virgen y desea verle desnudo antes de desvirgarla. Él se desnuda pero antes canta la canción y lo hace para vender que las cosas pequeñas dan mucho juego y hasta pueden viajar a Europa (Oslo para ser más claros)... Obviamente él quiere que antes le traten con cuidado su lapicero del Ikea: «Una rosa blanca; Una caricia, un beso dulce y un perdón» y que por supuesto ella se abra de piernas cuánto antes: «Un gesto tierno, una mirada; Un abrazo, una flor». Ella no quiere que la desvirgue por la vía rápida y denomina a su himen, corazón: «Y no romperme el corazón; No romperme el corazón, oooo…» Tampoco que la cosa acabe por la vía rápida: «Cosas simples que ahora no me das; Que te pido con locura si no quieres terminar». Es un tema super-pornográfico y escandalosamente obsceno pero con tal de que no fuera John Cobra o Coral se puede hacer hasta un micro-sacrificio. Seguiremos informando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario en la entrada (lea antes los Mandamientos de este blog)
Lea antes los Mandamientos de este blog.