“La juventud”
Título original: “Youth - La giovinezza”
Director: Paolo Sorrentino
Italia
2015
Sinopsis (Oficial):
Fred Ballinger (Michael Caine), un gran director de orquesta, pasa unas vacaciones en un hotel de los Alpes con su hija Lena y su amigo Mick, un director de cine al que le cuesta acabar su última película. Fred hace tiempo que ha renunciado a su carrera musical, pero hay alguien que quiere que vuelva a trabajar; desde Londres llega un emisario de la reina Isabel, que debe convencerlo para dirigir un concierto en el Palacio de Buckingham, con motivo del cumpleaños del príncipe Felipe.
Todo autor ha de dejar huella y constancia de eso hilos que mueven a su cinematografía. En algunos casos, esos filamentos son imperceptibles y, en otros, han de revelarse como marca adyacente al responsable de la obra. Es cierto que muchos cineastas no se avergüenzan de su estilo y su propia credencial estilística envuelve sus filmes. Paolo Sorrentino es un cineasta al que le sienta mejor el equilibrio de la invisibilidad frente a la pirotecnia que muchas veces critican aquellos que no se creen su cine. Precisamente en “La juventud” se notan en demasía esas fibras fílmicas que acaban enmarañando la película y catapultando muchos de sus méritos. Quizás el reparto internacional conforme, irónicamente, el reverso de esa frivolidad que cuestiona el director de “La gran belleza”. La propia perversión, pues, pueden ser las trampas que utilizan los autores para hilvanar los arcos argumentales de sus historias y en el caso del filme de Sorrentino es visible y risible en esta ocasión.
Es cuestionable que Paolo Sorrentino se burle de las cantantes de pop, situándolas peor que una prostituta, cuando en la industria cinematográfica está plagada de meretrices. Esa sátira desea también posicionarse sobre ese actor que interpreta Paul Dano o que la propia vida continúa más allá del cine (y esa mierda que muchas veces representa). Ciertamente el conflicto del director viene determinado por Jane Fonda y su encuentro y pasajes del pasado no dejan de constatar el leitmotiv de la obra: la juventud es fugaz. El problema es que “La juventud” de Sorrentino no lo es. Y es que digerir la película es un ejercicio que envejece al espectador tanto por dentro y fuera debido, en mayor parte, a esa pretenciosidad inherente en los hilos del cineasta. Esta vez resultan demasiado lacerantes y afilados, cortando la epidermis al otro lado en la pantalla. Los contrastes tampoco ayudan. Tal y como anuncia el póster, ese par de provectos personajes se va a topar con la gran belleza que representa la juventud que ya se escapó mucho tiempo atrás para esos hombres. Ambos dan la impresión de tener deudas pendientes pero, sin embargo, acaban encajados en una sátira histriónica de Hollywood bajo esa sombra de Fellini. ¿Todo ya es frivolidad (y otras catástrofes)?
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