“Contorno” (3x05), “Dolce” (3x06) y, finalmente, “Digestivo” (3x07) formaron una trilogía interna a modo de clímax en este primer acto de la tercera temporada de “Hannibal”. La serie creada por Bryan Fuller nos ha traído el universo de Thomas Harris como jamás nadie se había atrevido a plasmar pero da la impresión de querer llegar más lejos con el propio material que recrea ‘El dragón rojo’. El riesgo del show de NBC fue ciertamente su condena aunque engendró también la causa de ese gran culto que ha construido a su alrededor. Da lo mismo que sea ignorada a los Emmys porque se ha convertido en una de las series favoritas para la comunidad seriéfila en los últimos años. Fuller es consciente de que se ha acabado un ciclo y que debe llegar a relatar los sucesos alrededor de ese asesino de familias que los medios más sensacionalistas han apodado el Hada de los Dientes. Posiblemente sea la causa de la contratación de Neil Marshall para dirigir “The Great Red Dragon”, octavo episodio de la tercera temporada de “Hannibal”. La cuestión es alejarnos de ese concepto extrasensorial propuesto sobre el que tanto ha insistido Vincenzo Natali en anteriores entregas. Por el contrario, este capítulo somete el conjunto a una pretendida capacidad visual para retratar a ese nuevo asesino en serie que va a aunar el encuentro entre Will Graham y el Dr. Hannibal Lecter pero, al mismo tiempo, la narración nos lleva a posicionarnos en esos cambios marcados por una gran y alargada elipsis. Repasemos “The Great Red Dragon”.
El cierre de “Digestivo” (3x07) propuso el final de una tortuosa y macabra historia de amor en la que uno de los amantes no se tomó tan bien como pensaba la ruptura definitiva del otro. Tras el adiós definitivo de Will, Hannibal decidió entregarse al F.B.I. y dar sentido a la mitología cinematográfica que no comenzó con la oscarizada y fundamental “El silencio de los corderos” de Jonathan Demme sino con la interesante “Manhunter” de Michael Mann allá por 1986. Bryan Fuller precisamente quiere lanzar un guiño a la cinta que protagonizaban William Petersen y Brian Cox por encima incluso de la otra adaptación más conocida con Brett Ratner detrás de las cámaras. El Dr. Lecter ha decidido permanecer en ese sarcófago donde previamente ya estuvo el propio Will, conectando con “Savoureux” (1x13) como gran punto final de la jugada de “Hannibal”. Para cerrar ese ciclo vamos a disponer de una elipsis de tres años y la presentación formal de Francis Dolarhyde, interpretado por Richard Armitage, y su obsesión con la pintura de William Blake, cuyas obras van a dar título a estos capítulos fundamentales para articular la despedida (?) del show. “The Great Red Dragon” va a dejarnos claro que ese asesino en serie es un ser anónimo, que habita junto a ese inocente mundo que desconoce su identidad y que vive torturado por sus demonios interiores que va a compartir con nosotros. Veremos cómo se tatuó su piel, su fijación por dentaduras, ese lento pesar de las agujas sobre su epidermis construyendo y esculpiendo el mismísimo mal y locura sobre ese lienzo que compone su cuerpo. Cada luna llena va a salir a matar… y va a atacar el núcleo de la conciencia colectiva del sueño americano: la familia. El Destripador de Chesapeake ya es pasado y Jack Crawford va a estar tan desesperado por atrapar a ese nuevo psicópata que va a tener que buscar la ayuda de Will Graham y éste la de Lecter. El ciclo ha vuelto a reactivarse, todo vuelve al mismo sitio. O tal vez no.
Hannibal sabe tan bien como Will que abrir de nuevo la puerta a las habilidades empáticas del ex agente especial del F.B.I. puede conducirlo a la locura y también conocemos de la promesa que el Dr. Lecter hizo a Alana Bloom… Y Hannibal siempre cumple sus promesas aunque desconozcamos si el concepto de «salvarlo» incluye una eutanasia en caso de que decida pasarse al lado oscuro. «Quiero que sepas exactamente dónde estoy y dónde podrás encontrarme». Es obvio que es espacio físico no interesa tanto a Bryan Fuller como el palacio mental del caníbal y, por supuesto, esas ínfulas de sofisticación de esa luminosa celda que aleja definitivamente la concepción del show de NBC de cualquier acercamiento previo al material de Thomas Harris. En cambio, todo aquello que rodea a Francis Dolarhyde va a ser mucho más gótico y macabro, más maligno, terrorífico y afín a los patrones habituales del género. La puesta en escena, en resumen, es tan fría como la propia muerte. Sentimos la conversación de Frederick Chilton con Hannibal comparando a éste con el Hada de los Dientes como si el Dr. Lecter fuera una especie en peligro de extinción, como si su elegancia y gusto no encajara en aquello que solicita el ‘gran público’ de un asesino en serie. Hannibal fue traicionado por su buen gusto, su pecado, aunque siempre tembló en esa cuerda floja entre la libertad para cometer sus crímenes y la pena de muerte. Al fin y al cabo, siempre estaba jugando… Su plan B era someterse a la demencia, a ser catalogado como un monstruo para la comunidad psiquiátrica aunque Alana comparta un pasado con el ‘esa peculiaridad criminal’ que permanece confinada allí. El show quiere jugar también al despiste ya que Alana está al frente del Hospital Psiquiátrico de Baltimore y no Chilton como pudiéramos pensar. O, mejor dicho, él pudiera pensar (y desear). Ese salto respecto al material original nos lleva también a prestarnos una nueva familia para Will para conducirnos a la petición de ayuda de Jack Crawford, que ha vuelto a dirigir la Unidad de Análisis de Conducta. Dos familias han sido asesinadas en sus casas en un mes en las mismas circunstancias… aunque a Will únicamente le importe en apariencia el ‘perro superviviente’ de una de ellas.
La ‘mujer’ de Will va a poner una obvia premisa: si Will no ayuda al F.B.I. se sentirá responsable de si una nueva familia es asesinada en su propia casa. Vamos a seguir los pasos de Will y sus dones reconstruyendo la escena del crimen, viendo cómo ese asesino en serie destruye los espejos, mueve y recoloca los cuerpos de sus víctimas y utiliza trozos rotos de esos cristales para colocarlos sobre los ojos y boca de las mismas (e incluso labios vaginales). “The Great Red Dragon” conforma un back-to-basic con el regreso a mecánicas pasadas y reencuentros con Brian Zeller y Jimmy Price. Incluso dejan caer —aparte de la fijación del Hada de los Dientes con el propio Hannibal Lecter— la presencia en activo de la molesta Freddie Lounds. Entendemos que la propia periodista sensacionalista no se ha leído la novela de Thomas Harris… Respecto a la investigación nos dejan claro que el F.B.I. tiene pistas como una mordida del Hada de los Dientes y huellas dactilares pero todavía tienen que conectar esos puntos. La peculiar dentadura del asesino en serie pudiera llevarles a antecedentes por agresión con mordeduras… pero todo eso será el material de los capítulos venideros. Lo importante es que Will tiene que ver a Hannibal de nuevo y ese encuentro que cierra “The Great Red Dragon” nos remite a la conclusión de la primera temporada de la serie. El capítulo funciona como una gran carta de presentación y pudiera funcionar como un season premiere pero, como siempre, “Hannibal” marca la diferencia y un rara avis posicionando el mismo como la octava entrega de una temporada cada vez más apasionante y redonda. Nos queda por conocer muchas cosas como si Will quedará contagiado por el mal que yace en esos monstruos que le rodean, haciéndose pasar por ellos en su propia mente, compartiendo con nosotros los horrores de sus crímenes. Ahora ha vuelto a tener enfrente a aquel que amó, que lo sedujo para pasar a ese lado oscuro sin posibilidad de regreso y vuelta, que casi lo asesinó y del que decidió voluntariamente despedirse… hasta este mismo instante. «Quiero que sepas exactamente dónde estoy y dónde podrás encontrarme». La locura y monstruosidad espera y acecha a Will Graham. Siempre lo estuvo haciendo y puede que esta vez no pueda salvarlo aquel que prometió hacerlo. O tal vez no quiera…
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