“Sharknado 3”
Título original: “Sharknado 3: Oh Hell No”
Director: Anthony C. Ferrante
EEUU
2015
Sinopsis (Página Oficial):
Después de hacer estragos en Los Ángeles y asolar Nueva York, un tercer tornado acuático mortalmente destructivo ataca a la capital de los Estados Unidos de América, justo cuando nuestro héroe Fin (Ian Ziering) visita la Casa Blanca para recibir un homenaje. Después de sembrar el caos en la capital, el tornado de tiburones golpeará la costa estadounidense, llegando hasta Florida, donde April (Tara Reid), embarazada de nueve meses, espera a Fin. Fin intenta volver lo más rápido posible para reunirse con su familia, pero mientras lo intenta, cientos de sharknados se unen para formar un súper sharknado gigante que amenaza con asolar toda la costa Este. Fin se da cuenta de que la única forma de que estén a salvo es eliminar la amenaza de raíz, misión para la que podría hacer falta una solución más allá de este mundo. En “Sharknado 3” Ian Ziering y Tara Reid repiten a la cabeza de un reparto que incorpora cameos de David Hasselholff o Bo Derek, entre otros.
Creo que nadie a estas alturas puede llevarse las manos a la cabeza con la forma, fondo y contenido de “Sharknado 3”. O tal vez sí… Las intenciones de Anthony C. Ferrante siempre fueron superar los límites del absurdo y delirio (y por supuesto estupidez) desde que ese Sharkaggedon iniciara su éxito viral en 2013 con la primera de sus partes. “Sharknado 2” quiso llegar más lejos como «película acontecimiento» y esa alegoría que revelaba el gran letrero de HOLLYWOOD arrasado por ese ciclón llamado The Asylum. Nueva York fue el escenario de un segundo y nuevo recital de tiburones digitales y destrucción, pero Ferrante desea ahora conceptuar en “Sharknado 3” su propuesta más épica (y patética) como el más difícil todavía en ese circo del cine cutre de tres pistas. La sensación, no obstante, es que estamos ante el cierre de una trilogía pese al inmediato anuncio de una venidera cuarta entrega. El film de SyFy Channel se estructura sobre tres grandes actos ante la creciente gran amenaza de un muro de sharknados que amenaza con destruir toda la costa este de los EEUU. Vamos a ser trasladados desde Washington D. C hasta el parque temático de Universal en Orlando para concluir en un heroico y legendario —y como siempre desproporcionado y diarreico— desenlace en el mismísimo espacio. Si ya en “Sharknado” bromeamos con una secuela en la que los voraces escualos consiguieran superpóderes para estratosfera y comerse a Felix Baumgartner, Anthony C. Ferrante ha escuchado cualquier tipo de plegaria a la espera de una amenaza global para 2016. ¿Sharkmeteoritos a la vista? Tal y como revela ese infatigable e indestructible héroe llamado Fin Shepard (Ian Ziering), líder de su incombustible clan familiar, en el momento que uno asimila que unos tiburones puedan sobrevivir dentro de un tornado cualquier cosa es posible. Y en “Sharknado 3” todo es posible.
Es obvio que existen muchos espectadores que nunca vieron con buenos ojos la proposición de lidiar con el auto-ridículo (y la estupidez por bandera) junto a la pretendida parodia sobre el subgénero de desastres, convirtiendo la emisión de un estreno de una película en una celebración en Twitter buscando todo tipo de conexiones con la audiencia. Sus malos efectos especiales, sus fallos de continuidad, esos anticlímax en medio de un clímax o sus situaciones tróspidas —junto a un sentido patriótico chanante— conforman un caldo de cultivo perfecto para todo tipo de comentarios (por miles y) por segundo. “Sharknado 3”, guste o no, forma parte de las películas ‘evento’ del año y se ha convertido en una celebración de la hipérbole gracias a infinidad de cameos y ‘celebrities’ que han querido quedar inmortalizadas en semejante torrente de demencia y payasada. Desde Lorenzo Lamas a Marc Cuban, Frankie Muniz, Chris Jericho, Jerry Springer, Lou Ferigno, David Hasselhoff o Bo Derek, el arsenal de sublimes y famosas colaboraciones serán agradecidas desde el eurofan hasta el fanático de “Juego de Tronos” con la mismísima muerte de George R. R. Martin siendo espectador en una sala de cine de una peculiar ‘Boda Tiburón’. Donde las dan las toman.
“Sharknado 3” profundiza también en el drama de ese torturado héroe que no sabe hasta qué punto ha sido maldecido por salvar al mundo… o es el imán y gafe que causa todas las tragedias a donde quiera que vaya. Hasta acudir a por una medalla de honor en la Casa Blanca se convierte en una carrera y acto de tensión, de proeza y auto-parodia sobre un personaje convertido en el líder de la ‘Orden de la Motosierra de Oro’. Los tiburones no respetan ni los premios que da el mismísimo presidente de los EEEU y ni Lincoln, George Washington o las carreras de NASCAR están a salvo de su ataque más salvaje y digital. Lo inverosímil se convierte en la materia prima para confeccionar situaciones desopilantes e inenarrables por ese talento escualo innato en generar las secuencias más descerebradas. Todo vale aquí. Desde recuperar un triángulo tróspido romántico perdido hasta llevarnos al espacio exterior para dibujar una de las culminaciones más épico-patéticas que se recuerdan (y se recordarán) en toda la galaxia. Amén del parto más absurdo jamás concebido en la historia del cine… Pero en todos esos excesos el gran mérito de la propuesta es siempre mantener las credenciales de exageración y rimbombancia de la franquicia completamente intactas, como si el fin de entretener a los espectadores justificara cualquier ridículo y desquiciante medio. “Sharknado 3” se siente como el final de una trilogía y ciclo fundamental para entender la cultura pop de la presente década, aunque arremete en su clímax con esas habituales explosivas secuencias de cierre capaces de dinamitar cualquier concepto racional e incluso lanzar como cliffhanger al otro lado de la pantalla la vida de una de sus protagonistas al designio de la propia audiencia. El hashtag, el caos y la estupidez gobiernan el actual mundo en el que vivimos y Anthony C. Ferrante es uno de los pocos cineastas conscientes de tal condición, sumidos a festejar en sus obras todos esos conceptos. Celebremos pues a los sharknados en nuestra vida. O, mejor dicho, celebremos ese éxtasis digital escualo antes de que nos coma vivo… empezando por nuestro cerebro.
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