Serie de TV
“House of Cards”
EEUU
2013
Sinopsis (Página
Oficial Canal +):
“House
of cards” adapta “Castillo
de naipes”, la serie de BBC con el mismo título en original
creada en 1990 por Andrew Daivies
ganadora de un Emmy a Mejor Guión que, a su vez, se basaba en una novela de Michael Dobbs, y fue todo un éxito de
público y crítica. Fincher dirige
los dos primeros capítulos de esta serie y después toman el relevo directores
como James Foley (“Glengarry Glenn Ross”), Joel Schumacher (“El fantasma de la ópera de Andrew Lloyd Webber”), Charles McDougall (“The Good Wife”) o Carl
Franklin (“Un paso en falso”). Guionistas
como Beau Willimon (“Los idus de marzo”) también son
garantía de calidad en una de las grandes apuestas de la temporada, un thriller
político con el poder como telón de fondo. Francis Underwood (Kevin Spacey), es un político y que
lidera el partido con la mayoría en la Cámara de los Representantes, un puesto
que le da acceso a información clave. Junto con su mujer (Robin Wright), perseguirán incansablemente el poder para disfrutar
de todos los beneficios que éste conlleva.
“House of Cards” nos presenta a su personaje
principal practicando una eficaz eutanasia
a un perro moribundo:
Hay dos tipos de dolor... El tipo de dolor que te hace aún más fuerte y el dolor innecesario, el tipo de dolor que solo trae sufrimiento. No tengo paciencia para cosas innecesarias. En momentos como este se necesita a alguien que actúe, que haga las cosas desagradables, pero necesarias. Ya está. No más dolor.
¿Por dónde
empezar con una serie tan difícilmente abordable por su multitud de arpones
lanzados en distintas direcciones? El propio poder debería ser el gran marco de
un resonante cuadro y, rápidamente, Francis Underwood (Kevin
Spacey) nos dará un
recital de hábiles lecciones para facilitar la construcción del gran castillo
de naipes que tiembla bajos sus pies:
Eligió el dinero en lugar del poder. En esta ciudad, un error que cometen casi todos. El dinero es el McMansion en Sarasota que empieza a venirse abajo después de diez años. El poder es el viejo edificio de piedra que permanece durante siglos. No puedo respetar a alguien que no percibe la diferencia.
Francis rompe la cuarta pared para dirigirse a su audiencia,
nos habla… y nos convertimos en cómplices de sus maquinaciones y habilidosos
complots. Muchos planos y discursos nos evocan a “Boardwalk Empire” e incluso a las tramas políticas de lo mejor que
vimos en “Boss”, pero el concepto
aquí es diferente. Nos gusta observar la maldad… y esta vez la maldad nos
observa a los ojos para remitirnos al cierre de “American Horror Story: Asylum”: «Solo recuerde... que si mira al
mal a la cara, el mal va a mirarla directamente a usted». Aquí el mal nos da la
bienvenida a Washington y nos introduce en su mundo mientras que Netflix declara sus
intenciones: no habrá paz para los malvados… porque aquí los malvados somos los
testigos y espectadores. “House of
cards” nos habla de la adaptación del mal, no importa el traje ni el
escenario… la maliciosa sombra siempre sabrá recorrer su camino y así yacen el
recital de secundarios y conspiraciones. Desde un autodestructivo congresista, utilizado
como un kleenex empapado en alcohol, drogas y prostitutas (Corey Stoll), hasta una arribista periodista en busca de fama (Kate Mara). Todo vale dentro de una
partida en la que las cartas de la baraja están marcadas y en la el crupier nos sonríe conociendo nuestro fatídico destino. Lo brillante de la adaptación
de la serie de BBC es que combina perfectamente la esencia de una película de
estafadores (de guante blanco) con una ramificación política tanto en su
vertiente dramática como política conspirativa y, aunque la parte troncal de la primera temporada pueda perder fuelle, sus primeros y últimos capítulos son tremendamente notables.
Aquello a lo que no pudo llegar una serie pre 11-S como “El ala oeste de la Casa Blanca” están llegando ficciones —las
comentadas anteriormente: “Boss” y “Boardwalk Empire” antes de que Nucky Thompson se convirtiera en un mafioso— pasando
por “Veep”, premiadas películas para
televisión como “Game Change”, destripes incisivos y académicos en “Lincoln” de Spielberg o “Los idus de marzo” o proposiciones como que una muy competente mujer pueda
optar a la Casa Blanca (“Political Animals”), entre otros muchos ejemplos. Sus ajustes realistas contrastan con otra vertiente oscura y
perniciosa; aquí, como si el mismísimo diablo contoneara grácilmente su rabo entre
despacho y despacho de Washington y
cuevas repletas de serpientes, peligrosas víboras y ladrones profesionales con
traje y corbata, para formalizar su venganza y asalto de poder. Interesa que
para conseguir dichos objetivos la política ansíe manipular los medios de
información mientras que se constata su crecimiento viral y virtual del cuarto
poder.
Estamos ante una producción elegante y con mucho talento tanto en guión,
dirección e interpretación con capítulos perpetrados por David Fincher o Joel Schumacher. De acuerdo, nada nuevo dentro de la excelencia catódica
de la televisión pero la línea continuista de ese nuevo orden de oscuridad política parece más fuerte e incisiva en esta ficción. Nos interesa, por lo tanto, la construcción del personaje y
ese castillo de naipes que va levantando para constar su venganza… utilizando y
descartando naipes a su antojo. Tiene su cinismo pero prefiera cierta concisión
para solventar la credibilidad de un mundo tan oscuro como el nuestro. Sus
errores pueden estar en la desigualdad del arco argumental, que dibuja un
anticlímax de varios episodios para reafirmarse en un gran desenlace formado
por unos excelentes capítulos finales. El juego de máscaras ni es tan
revolucionario ni especial aparentemente pero podría recordarnos al “Valmont” de Milos Forman, donde los personajes nunca dicen la verdad y exponen
la mentira sibilina codificada. La Marquesa de Merteuil y el Vizconde de Valmont
están felizmente casados y habitan en las cloacas de Washington enmascarando su oscura naturaleza y ansias de poder. Los
lobos aúllan y han comenzado por devorar primero los corazones de los espectadores que quedaron prendados viendo los ojos de las hambrientas bestias deseosas de poder que pasean por “House of cards”. «Solo recuerde... que si mira al mal a la cara, el mal va a mirarle directamente a usted».
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