Páginas Bastardas

viernes, 7 de agosto de 2015

Hannibal (3x10) ...And the Woman Clothed in Sun: Evolucionar o morir


En este acto final de (la tercera temporada) de “Hannibal” notamos que falta un elemento esencial en el concepto de la serie de NBC. Ese toque culinario y artístico —que definía perfectamente esa equidistancia entre la metáfora, la referencia por el misterio, la exquisitez y el horror— forma parte de ese pasado que seguramente el ilustre asesino en serie recuerda en su actual prisión. El monstruo fue encerrado y tal como remarcaba Chiyo en el sobresaliente Digestivo (3x07) «algunas bestias no deberían ser enjauladas». “...And the Woman Clothed in Sun”, décimo episodio de la tercera temporada de “Hannibal”, nos sitúa de lleno dentro de esa nueva mecánica del show Bryan Fuller, como si las únicas delicadezas albardadas fueran simplemente aquellas salidas de la mano de Reba McClane (Rutina Wesley). Una sabrosa tarta, unas jugosas aceitunas embalsamadas por licor… La carne y los primeros platos han dado paso a otro tipo de dulce y elixir, como si la propia serie invitase a sus espectadores al postre antes de la despedida. Pudiéramos entender que la estructura de esta posible última entrega de la ficción alrededor del material de Thomas Harris es dar cierre y carpetazo a ‘El dragón rojo’, dejando en el horizonte ese mascado universo cinematográfico que merecía una mejor clausura en televisión que el propiciado por Ridley Scott. Precisamente haber retomado la relación del Dr. Lecter y Abigail Hobbs no es casualidad ya que la joven era un ‘previo y reflejo’ a la llegada de Clarice Starling. La sensación, además, es de un cierre sobre el círculo alrededor de su primera temporada, dando sentido a todo, como si por fin comprendiéramos esas largas e infinitas virtudes divisadas en ese primer episodio cuyo título dejaba cristalinas sus propias intenciones: Apéritif. Repasemos “...And the Woman Clothed in Sun”. 

Vayamos al cambio de ciclo y tengamos también cierta perspectiva. El Dr. Lecter propuso una peculiar partida y ‘mind game’ arrastrando a todos a su alrededor a un endiablado tornado de heridas y cicatrices, incluso de muerte… mucha muerte. Ese concepto era incluso previo al primer episodio de la serie y la aparición de Bedelia Du Maurier en “...And the Woman Clothed in Sun” no es un acto de encaje y postura estética. “Hannibal” necesita recordarnos la morada del mal y el diván del Dr. Lecter. Sabíamos que la utilización de Zachary Quinto como aquel paciente al que tuvo que asesinar Du Maurier en defensa propia no era un cameo de diez segundos. El desarrollo de esa historia nos revela también en cierta medida ese magnetismo para el lado criminal de todos aquellos que se cruzaron en el camino de un psiquiatra que acabó siendo Destripador de Chesapeake. Conviene retomar a ese personaje que interpretaba Dan Fogler en la primera temporada y ese sentimiento de atracción por personajes que era psicópatas como el propio Hannibal Lecter o Tobias Budge. El Dr. Lecter también utilizaba su instinto para formar a futuros asesinos en serie o desplegar ese lado de oscuridad de su alma para superar sus conflictos. Véase sus intentos para que Margot Verger acabara asesinando a su hermano con sus propias manos… o que Bedelia Du Maurier se enfrentara directamente a su propia naturaleza. Precisamente la recuperación de la ex psiquiatra del Dr. Lecter nos remite a una sesión de psicoanálisis para revelar por qué Will Graham fue la otra novia de Frankenstein pero nunca acabó cruzando la barrera para convertirse en un monstruo: no es un asesino.


Du Maurier deja muchas perlas, como que la crueldad en realidad va ligada a la empatía, al instinto de ayudar a alguien… machacándolo y pulverizando. Los intentos de Will por salvar al Dr. Lecter —y no acabar definitivamente con él— han engendrado nuevos problemas y cuantiosas víctimas. Will será siempre aquel que se pare a recoger a un pequeño pájaro herido en la hierba y trate de salvarlo de su vulnerabilidad, aquel que emplee realmente su sentido de la empatía para una causa justa… aunque pueda sufrir las peores pesadillas y sentirse tentando con pasar a ese otro oscuro lado. Por el contrario, ese paranoico paciente que interpreta Zachary Quinto nos lleva a la decisión de Du Maurier tras un ataque que en sí mismo no era contra ella sino un episodio de esa angustia de ahogarse con su propia lengua. Bedelia optó por ‘aplastar’ ese pájaro herido, por seguir ese instinto de acabar con la debilidad tan propio de los asesinos en serie. El Dr. Lecter cedió su paciente para que Du Maurier asintiera ante su propia naturaleza, cubriendo el crimen como parte de esa cortesía que estamos viviendo en la actualidad respecto a El Gran Dragón Rojo. Hannibal siempre ha sido una guía para el mal, tratando a sus pacientes como una moldeable materia prima para potenciar sus traumas y debilidades y transformarlos en monstruos que acechen en las sombras junto a él. Con ese círculo cerrado entendemos ahora toda esa relación un tanto enfermiza y magnética de Du Maurier y el Dr. Lecter, de esa supuesta doncella devorada por la bestia y que ahora aprovecha su momento de gloria hablando de Dante y sus experiencias ante el aplauso de su culta audiencia ante sus abarrotadas conferencias. Will, por el contrario, está condenado a andar en paralelo con Hannibal y chocarse, quedar herido en ese juego de roles en el que no puede engañar a la naturaleza de ese Dios y Lucifer. Du Maurier es más sabia y cauta, permaneciendo detrás del velo de maldad y esa digestión abrasiva del Dr. Lecter. Ella lleva armadura, Will siempre fue desnudo y repitiendo el mismo error. ¿Está condenado a hacerlo esta vez también? Todos esos círculos también nos dejan entrever ese futuro que seguramente nunca vemos en el show. La llegada de Clarice Starling y su capacidad de mimetizarse también arrastraban una conexión en esos ojos azules que compartía con Hanibal Lecter y Buffalo Bill en el film de Jonathan Demme. Clarice siempre pudo convertirse en una asesina en serie pero finalmente eligió luchar frente al mal en las filas del FBI. El Dr. Lecter se encontró ante la posibilidad de fusionar en el mismo cuerpo y alma a Will Graham y Abigail Hobbs. La taza de té podía ser recompuesta… pero eso ya es otra historia. 


Con esa capacidad de dibujar espirales, la serie tiene que también seguir el desarrollo del arco argumental de Francis Dolarhyde sin que un MEME se burle de aquel actor que luchaba hace poco frente a Smaug y ahora quiere ‘imitar’ su voz de dragón… “...And the Woman Clothed in Sun”, por el contrario, quiere sorprender al espectador otorgando más hondura a esa conversación que vimos al cierre de ...And the Woman Clothed with the Sun” (3x09), que esa atmósfera extrasensorial una a ambos personajes en una sesión de diván y descubrimientos. El Gran Dragón Rojo nos va a otorgar una perspectiva que no sabemos si es la del Dr. Lecter o el propio Dolarhyde, aunque la intención es que definitivamente ese nuevo y emergente monstruo coja el relevo del anterior… y Hannibal está tan encantando de esa ‘sucesión’ que va a dar sentido a su propia venganza seguramente. William Blake se va a hacer carne, luz y fuego y, evidentemente, Francis Dolarhyde tiene la capacidad de ponerse a la altura de ese Dios y Lucifer mientras que ya sabemos lo que le suele ocurrir a Will Graham cada vez que se ubica al mismo nivel de esos monstruos a los que trata de dar caza. Por otro lado, Hannibal tampoco se conforma con ese rol pasivo siendo una mera guía… Él siempre fue la causa y objeto de todo, el centro de ese universo sobre el que giran el resto de personajes. Le veremos manipular el teléfono del que dispone para hacer una llamada a la oficina de Frederick Chilton y conseguir la nueva dirección de Will Graham. Sus maquinaciones sabemos que no son arbitrarias así como la mención a Freddie Lounds. Regresamos a la primera temporada e incluso a la anterior… El círculo debe cerrarse porque el Dr. Lecter ha encontrado a su sucesor…


Hannibal sigue jugando, recordando sarcásticamente a Will los días quedan antes de que ‘El Hada de los Dientes’ cometa su nuevo crimen y dejando su ayuda a la voluntad del propio ex agente especial del FBI cuando éste encuentra una pista ‘tatuada’ en un árbol cerca del una de las escenas del crimen. El Gran Dragón Rojo hace acto de presencia y, así, una posiblemente calculada conexión con William Blake para forzar el primer encuentro entre Graham y Dolarhyde con el que se cierra el episodio. Previamente ese apocalíptico monstruo encontró a su mujer revestida con el Sol en varios encuentros y secuencias extrasensoriales condenadas a sorprender a aquellos que pudiéramos pensar que el guión iba a pasar de puntillas por sus arcos argumentales más convencionales. Ni el tigre de La vida de Pi convirtió una experiencia tan religiosa como aquel que acaricia Reba McClane. La bestia ya puede ser acariciada y la secuencia de sexo entre McClane y Dolarhyde pudiera encontrarse dentro de ese festival de arte contemporáneo y conceptual tan icónico dentro del show. Aunque esa comunión es evidente, el Gran Dragón Rojo sigue temiendo por sus secretos, por esos recovecos de su oscura alma que nunca nadie puede tocar ni atreverse a franquear. Su viaje final al Museo de Brooklyn para comerse (literalmente) la acuarela de William Blake nos conduce al primer encuentro de Will y ese nuevo y débil pájaro que decidió convertirse en un temible y mortal dragón. Will va a ser arrojado, cual muñeco de trapo, fuera de ese ascensor donde se ocultaba Dolarhyde tras su artístico festín. Will ha visto ya la cara de ese monstruo al que persigue pero, de nuevo, volvemos a ese concepto presentado por Du Maurier: no es un asesino… aunque ya ha matado en defensa propia. Da la impresión de que Will tendrá que decidir qué hacer con ese rival surgido de la debilidad, con ese débil pájaro sobre la hierba, aunque tal y como revelaba esa conversación entre Abigail Hobbs y Hannibal Lecter en ...And the Woman Clothed with the Sun” (3x09): todo se resume en evolucionar o morir.

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