Título original: “Insidious: Chapter 2”
Director: James Wan
EEUU
2013
Sinopsis (Página Oficial):
La embrujada familia Lambert trata de descubrir un misterioso secreto de infancia que les ha dejado peligrosamente conectados con el mundo de los espíritus.
Me gustó mucho leer en una crítica de “Insidious” una apreciación y atractiva asimilación del final que convertía la cinta de James Wan en un objeto jugosamente espectral e interesante. Según dicha teoría el cuerpo de Josh no quedaba poseído al final de la película sino que ya estaba endemoniado por esa vieja presencia fantasmal desde que era niño. Efectivamente la cinta, según dicha crítica, iba desmigajando las pistas entre los recuerdos de esa vieja macabra espectral y los de Josh niño. En realidad, esa doble lectura sobre un fantasma que decidió olvidar su pasado y sobrevivir en el mundo de los mortales, eludiendo hacerse fotos y rechazando la idea de que su verdadera forma, pudiera ser revelada al mundo por culpa de los problemas que estaba teniendo su hijo y la nueva aparición de la médium en su vida. Muchas piezas encajaban con dicha teoría como ciertas apariciones y elementos dentro del Más Allá, donde Josh toma consciencia de aquello que ocurrió al enfrentarse a su imagen en un espejo. El problema es que James Wan no debió leerse dicha crítica/teoría y realmente “Insidious: Capítulo 2” ofrece una perspectiva plana y previsible del asunto que resto comprendimos.
No puedo entender por qué Wan ha perdido una posibilidad bastante idónea y ha cedido a todo un arsenal previsible con Josh poseído y con ese mundo espiritual a flor de piel conectando con su nueva vida. Realmente “Insidious: Capítulo 2” nace para informarnos más sobre el origen de ese espíritu maligno que siguió a Josh desde pequeño y de una historia oculta similar a cualquier thriller fantasmal que hayamos visto. Tendremos una investigación en paralelo de los colegas de la médium asesinada, Elise, y de un asesino en serie que se vestía de mujer dentro vivencias marcadas por el imaginario de Norma y Norman Bates. La verdad es que la cinta de James Wan me parecería más interesante como un biopic de Marilyn Manson y sobre las leyendas urbanas que circulan del artista, que pasar por la piedra y costillas una película de fantasmas mediante ese carrusel de secuencias de marras a golpe de subidas de decibelios para levantarnos de nuestras butacas. No hay nada nuevo sino simple transparencia fantasmal.
Como secuela resulta plana y los fanboys del director hablan más de “Expediente Warren (The Conjuring)” que del propio film que nos ocupa, una cinta algo ridícula y olvidable. Sigo pensando en esa crítica que soltó esa loca teoría que transformaba una película trillada en un objeto de culto. Lamentablemente, Wan no está por la labor de presumir de líneas temporales y planos sobre el terrorífico etéreo para que la referencia empape el susto y nos meemos… de la risa. Las muecas de identidad del director no sé hasta qué punto ya son autorales y o un manto estético sobre el que salvaguardarse de la absoluta convencionalidad en la que se ahogan sus películas. Si alguien le dice que le gusta está película mírele como si estuviera viendo a un fantasma y grite con su cuerpo empapado de terror: «¡Oh, Dios mío!».
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