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miércoles, 18 de enero de 2017

La visita: Comedia en senil en 3, 2, 1…

“La visita”
Título original: “The Visit”
Director: M. Night Shyamalan
EEUU
2015

Sinopsis (Página Oficial):

El guionista, director y productor M. Night Shyamalan (“El sexto sentido”, “Señales”, “El protegido”) y el productor Jason Blum (las entregas de Paranormal Activity, “La noche de las bestias” e Insidious) les dan la bienvenida a “La visita”, de Universal Pictures. M. Night Shyamalan vuelve a sus raíces con esta aterradora historia en la que dos hermanos pasan un fin de semana en la remota granja de sus abuelos en Pensilvania. Cuando los niños descubren que la anciana pareja está metida en algo profundamente inquietante, se dan cuenta de que tienen pocas posibilidades de regresar a casa.

Crítica Bastarda (¿Aviso de spoilers?):

Viajemos por el multiverso y analicemos una de las posibles fichas de Filmaffinity de esta película porque una imagen vale más que mil palabras:


Si usted se toma en serio “La visita” tiene un problema, un gran y grave problema. Introduzcámonos en la cabeza de M. Night Shyamalan, troll cinematográfico por excelencia, para tratar de captar las posibilidades de su última obra, teniendo en cuenta que el propio autor gestionó varias versiones y posiblemente el resultado final quedara en un punto intermedio. Y es que si piensa, inocente de usted, que está ante un film de terror bajo ese halo y atmósfera de found footage, puede acabar tan chiflado y violentamente psicótico como algunos de los protagonistas de la película. Y si por el contrario trata de encumbrar a un director, que ya se dejó el bate de béisbol fílmico en “Señales”, sea valiente y repita la gesta a las puertas de un psiquiátrico. Grite a los cuatro vientos las consignas gafapastosas y rimbombantes de Cahiers du Cinéma y verá lo rápido que le ponen una camisa de fuerza y le encierran unos cuantos años hasta que se le quita la tontería de la cabeza. En realidad, “La visita” interesa porque no existe un punto de giro y sorpresa que tengan un elemento fantástico. Shyamalan rentabiliza el engaño a través de la propia enfermedad mental, estableciendo una conexión con la ansiedad y expectaciones de los espectadores a favor del sentido catártico de sus personajes principales. El autor se conoce todo los trucos del género y muchas veces da la impresión de recrearse en los caricaturescos y paródicos artefactos y modulaciones que los generan, dejando al otro lado de la pantalla la articulación de la imaginación y la propia paranoia que es realmente aquello que construye el terror y lo hace crecer en nuestro interior. Posiblemente hayamos elegido respuestas fantasiosas (criaturas blancas con ojos amarillos o estanques con criaturas de un planeta llamado Synmorfitelia) para no afrontar los problemas mentales reales de un mundo bastante problemático y entendible desde un razonamiento lógico. Y, dentro de ese choque de terror (como género a tratar) frente a realidad (found footage/documental), Shyamalan establece un discurso que, repito, no hay que tomarse en serio más allá de la propia trospidez implícita de una película por momentos absurda y desopilante. 


Tal vez el director de “El sexto sentido” nos cuente que el género se encuentra atrapado en esquemas repetitivos y réplicas de una misma película, sirviéndose de tal argumento para fabricar otro producto similar a los propiciados por Blumhouse Productions (la saga Paranormal Activity) con cierta carga de consciencia y mala leche. Y es que filmar un documental puede convertirse en el mayor de los infiernos (seniles): ancianas como una puta cabra, gripe estomacales, vejestorios con pañales, comodines del público de la tercera edad («a veces… se pone enferma»), demencias con nombres propios descacharrante (Síndrome Vespertino) o momias nudistas. Porque, en realidad, aquello que tenemos delante de la pantalla es la idea de que si uno trata de buscar una película de terror puede acabar al final vomitando y rapeando todo lo vivido como esa gran comedia que muchas veces es la vida. Palabra de Shyamalan, palabra de troll.

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