The Blackout: Solamente sirve para trollear a gafapastas

“The Blackout”

Director: Matt Hish

EEUU

2013

Sinopsis (Página Oficial):

Una banda de rock compuesta por gentuza (e idiotas integrales) a punto de firmar un contrato discográfico importante, que les llevará de gira mundial, se va a una fiesta para celebrarlo. Al despertar al día siguiente, sin recordar nada de la noche anterior, encuentran un cadáver en la piscina. Descubren rápidamente que la única manera de recordar los acontecimientos de la noche anterior es a través de la ‘memoria dependiente del estado’. En otras palabras, tienen tener otro apagón (y ‘blackout’) de nuevo para reconstruir todo y tratar de salvar sus culos (todavía vírgenes).

Crítica Bastarda:

¿Quién es su decorador? ¿Amy Winehouse?

ÉSE es el nivel de los chistes de “The Blackout”, bodrio sideral que no sabemos si trata de aprovecharse de “Resacón en Las Vegas” haciendo suyo el dicho de «sexo, drogas y rock & roll» o uno de los desastres cinematográficos del 2014 —que quedó exonerado de entrar en la lista de peores cintas para público y crítica por su no-estreno en salas comerciales—. Podríamos resumir el bodrio en sus secuencias de sexo con el montaje conceptual más tróspido de la historia. ¿De qué sirvio homenajear a “Garganta profunda” o ir en paralelo a los créditos de “Masters of Sex” de esa manera tan miserable e incluso pervertida? Aunque todo se simplifica en ese cómic y homenaje ‘mierder’ a los superhéroes con sus logotipos desprendidos por cuestiones del copyright para evitar una demanda a lo “Arrested Development”. Todo en esta película, no obstante, es objeto de demanda. Con un cadáver en una piscina cual “El crepúsculo de los dioses” o fiesta en la casa de Demi Moore y la necesidad de tomar drogas como respirar aire, el conjunto de excesos se traduce en tropezones de vómitos sobre barbas y aspirantes de rockstars empapándose de ridículo en cada secuencia rodeados de chicas en bikini. Aquí tanto la arcada como la náusea recorren diferentes tonalidades desde esos flashbacks supuestamente informativos —y que con capaces de causar un derrame cerebral a la audiencia— o ese presente que nos importa tanto como el olor a bilis. El que compare esta película con “This is Spinal Tap” merece que un meteorito de gran tamaño caiga sobre su cabeza en cuestión de segundos. Sin acritud. 

Con la supuesta muerte del jefe del sello discográfico que iba a ficharles en esa mega-party —en la que no faltaron drogas, traiciones y tiros—, un par de policías estúpidos pasan por allí a investigar los hechos… y el crimen. “The Blackout” en ese territorio pudiera incluso considerarse como una inusual cinta de misterio alrededor de un asesinato con un larga lista de sospechosos… pero a Matt Hish únicamente le importa la borrachera, resaca y los pezones fundidos en vómitos. La banda se llama Bad Math y efectivamente aquí no sale ninguna cuenta porque no sale nada… ni una mísera carcajada ante cualquier chiste o referencia. Pero realmente este film es perfecto para trollear a gafapastas y la finalidad del innombrable bodrio tiene una justificación. Cuando vea unas gafas de pasta gruesa coméntele qué le puede contar sobre “The Blackout”. Le responderá (100% garantizado): es una cinta de culto, súper-súper-contemporánea, alejada de su tiempo, el film de Abel Ferrara es una joya maldita pero inmortal… Antes de que surja en la conversación aquello de la edición francesa en Blu-ray saque la portada de la película de Matt Hish. Muéstresela, deje el tiempo justo para que lea cada una de sus inmortales palabras y, después, colóquela en su frente. No importa lo que grite y chille o lo que salga de su boca cargada por citas de André Bazin. Presione fuertemente, que sienta los huesos de su cráneo quebrarse y evaporarse desde el interior, que sus globos oculares exploten en los cristales de sus gafas de pega y postureo. Que sienta el sabor de su miedo, el tacto y contacto del poco peso del cerebro del que presumía… Nada importa, usted ganó el combate de inteligencia. Y gracias a “The Blackout”, la auténtica, la de verdad. ¡GRACIAS Matt Hish! 

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